El término es de Emmanuel Todd. Lo que quiere decir es claro y directo:
las políticas que están poniendo en práctica las instituciones de la
Unión Europea están creando condiciones para el retorno del fascismo en
el sur de Europa. ¿Exageración? No lo creo. Vayamos a los hechos.
(24 - Noviembre - 2012)
Las así llamadas políticas de ajuste y austeridad están significando
una autentica involución civilizatoria en estas sociedades. El objetivo
es transparente: una enorme redistribución de riqueza, renta y poder en
favor de los grupos económicamente dominantes, de la plutocracia.
Ahora se trata de devolver a los bancos alemanes, franceses y demás
acreedores preferentes (se han cambiado constituciones, como la
española, para garantizar esto) lo que prestaron a los bancos y a
empresas de sur.
Se rescatan bancos y no países; para decirlo con más precisión, son
los ciudadanos y ciudadanas, las mayorías sociales, los que tienen ahora
que pagar la enorme factura de despilfarros, especulaciones sin límites
e ineficiencias generalizadas de unos grupos de poder económico que
durante una décadas realizaron la vieja utopía del alquimista: convertir
en oro las piedras, es decir, ladrillos y terrenos en construcción.
Los neoliberales siempre lo han tenido claro: transformar la
sociedad, usar el poder político a fondo, intervenir coercitivamente
(muchas veces previo golpes de Estado) para mercantilizar las relaciones
sociales, desregulando, privatizando, desmontando, pieza a pieza, los
controles sociales y políticos que han protegido a las personas del
capitalismo. La clave: realizar cambios de tal magnitud y radicalidad
que lo hagan irreversibles.
En eso son (contra) revolucionarios: transformar todas las
estructuras básicas para garantizar duraderamente el poder de los que no
se presentan a las elecciones y siempre mandan; si es posible, desde
regímenes formalmente democráticos y si no, estados de excepción y
autoritarismo de geometría variable.
Toda la sociedad subordinada a los intereses de la oligarquía financiera
Lo nuevo, aquí y ahora, es que son las instituciones dela Unión
Europea, la así llamada Troika (Banco Central, Comisión y FMI) las que
está ejecutando sin piedad estas políticas. Pasamos de «refundar el
capitalismo», al inicio de la crisis, a subordinar a toda la sociedad a
los intereses de una oligarquía financiera sedienta de capital y
necesitada de expropiar derechos y bienes públicos a la ciudadanía.
No hay que engañarse demasiado. Se busca, se planifica
conscientemente, la inseguridad y el miedo: el pleno empleo con derechos
un lujo de tiempos pasados, los derechos sociales (educación, salud,
servicios sociales) inasumibles en un mundo globalizado; los sindicatos,
un anacronismo condenado ya por la historia y las pensiones públicas,
un coste imposible ya de financiar.
Podríamos continuar y no iríamos muy lejos. Las poblaciones del sur
de Europa quieren conservar sus derechos y conquistas históricas en
momentos que son más necesarias que nunca. ¿Qué hacen? Luchan como
pueden y votan contra los que ejecutan políticas contrarias a sus
intereses. Claro, la libertad de elección es cada vez más limitada.
En España, en Portugal y en Grecia fue la socialdemocracia quien puso
en práctica los durísimos ajustes decretados por eso que
eufemísticamente se llama Europa. La consecuencia: fueron derrotados en
las urnas a manos de unas derechas que prometían en todas partes
renegociar los recortes e iniciar la senda del crecimiento y de la
eficiencia.
La izquierda social y política salió muy debilitada del ciclo
anterior de crecimiento y la socialdemocracia, en todas partes, no ha
hecho otra cosa que aplicar las medidas de ajuste y doblegarse sin
resistencia a los poderes económicos reinantes.
Lo que vino después es también conocido: ajustes aún más duros y uso
de la crisis para poner fin lo que queda del Estado social. Cuando, como
en Grecia, aparece una alternativa democrática solvente y nada radical,
que solo pretende evitar el holocausto social en curso, lo que se
encuentra es el chantaje de la Troika y la amenaza general (incluidos
los gobiernos francés y alemán: los que mandan) de que los griegos deben
votar lo que se les ordena y que con Syriza llegaría el caos y la
quiebra del país.
¿Alguien se puede extrañar de que en un contexto así renazca el
fascismo? Desposeer a las personas de sus derechos, condenar a las
sociedades al desempleo, la precariedad y la pobreza; reducir las
democracias realmente existentes a simples juegos electorales que nada
deciden y que someten a las instituciones representativas a una lógica
de poder que considera a la soberanía popular un molesto y peligroso
estorbo en tiempos como los presentes; países convertidos de facto en
protectorados de unos poderes omnímodos dirigidos por una Alemania, de
nuevo, invasora.
Pensar que todo esto no tendrá consecuencias es ponerse la venda
delante de los ojos y cegarse a la realidad. La nazifascista griega «Aurora Dorada» llegó al 7 por ciento y las encuestas solventes le dan
ahora un 15 y algunas un 20 por ciento. Las sociedades no se suicidan
pasivamente.
Ante semejante catástrofe social las poblaciones están reaccionando
desde contextos sociales y culturales nada fáciles. Se ha vivido, no se
debe olvidar, una época percibida mayoritariamente como buena o muy
buena y enfrentarse, de nuevo, a la dura realidad de la lucha y del
conflicto social está siendo traumática. La izquierda social y política
salió muy debilitada del ciclo anterior de crecimiento y la
socialdemocracia, en todas partes, no ha hecho otra cosa que aplicar las
medidas de ajuste y doblegarse sin resistencia a los poderes económicos
reinantes.
Las políticas de ajuste y austeridad están significando una autentica
involución civilizatoria en las sociedades del Sur de Europa. El
objetivo es transparente: una enorme redistribución de riqueza, renta y
poder en favor de los grupos económicamente dominantes, de la
plutocracia.
El 14N, Europa vivió un salto de cualidad
El 14 de noviembre Europa vivió un salto de cualidad. Por primera
vez, convocados por las centrales sindicales y por los movimientos
sociales, miles de trabajadores y de trabajadoras salieron a las calles
reclamando un cambio sustancial de las políticas económicas y sociales y
soluciones reales a un desempleo galopante, a la precariedad laboral y
las dinámicas de exclusión social y pobreza que se extiende como una
mancha de aceite toxico sobre países, sobre todo, del sur.
En España y Portugal se dio, por primera vez, una huelga general
conjunta, seguida, en parte, en Italia y acompañada por masivas
manifestaciones en Grecia, que en días previos realizó su enésima huelga
general.
Parecería que las clases trabajadoras, los asalariados y los jóvenes
salen de la pasividad e inician la lucha. Lo fundamental, es que se
empiezan a engarzar «cuestión social», «democratización política» y «soberanía nacional».
En el centro, una alianza social muy amplia nucleada en torno a unas
clases trabajadoras (el así llamado precariado será un elemento clave)
que empiezan a comprender que no basta solo resistir (fundamental, por
lo demás) sino que deben dotarse de un proyecto de país que dispute la
hegemonía a los poderes económicos y a la socialdemocracia y que
organice «el gran rechazo» a las fuerzas fascistas.
Como siempre, serán los trabajadores y las trabajadoras los que
tendrán que defender las libertades y derechos enfrentándose a los
poderes capitalistas desde un proyecto democrático-popular que busque
una nueva sociedad de hombres y mujeres libres e iguales.
Manuel Monereo
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