La historiadora Frances Stonor Saunders, autora de un magistral estudio sobre la CIA y la guerra fría cultural,
acaba de revelar en la prensa británica nuevos detalles sobre el
mecenazgo secreto de la CIA a favor del expresionismo abstracto. El
diario italiano La Repubblica se interroga sobre la explotación ideológica de esa corriente artística.
Jackson Pollock, The She-Wolf (1943) |
Los maestros del expresionismo
abstracto no eran nada simples y fueron considerados incluso escandalosos.
Protagonistas de una corriente que iba realmente contra la corriente, una
bofetada a las convicciones de la sociedad burguesa, y que contó a pesar de ello
con el respaldo del mismísimo sistema.
Por primera vez se confirma un rumor
que ha circulado durante años: la
CIA financió abundantemente el expresionismo abstracto.
Objetivo de los servicios secretos estadounidenses: seducir las mentes de las
clases alejadas de la burguesía durante los años de la guerra fría. Fue
precisamente la CIA
quien organizó las primeras grandes exposiciones del New American Painting,
que dieron a conocer las obras del expresionismo abstracto en las principales
ciudades europeas: Modern Art in the United States (1955) y Masterpieces
of the Twentieth Century (1952).
Donald Jameson, ex funcionario de la
agencia, es el primero en admitir que el apoyo concedido a los artistas
expresionistas formaba parte de la política de «correa larga» (long leash)
a favor de los intelectuales.
Una refinada estrategia: mostrar la
creatividad y la vitalidad espiritual, artística y cultural de la sociedad
capitalista en contraste con la monotonía de la Unión Soviética y
de sus satélites. Estrategia adoptada y aplicada en todos los sentidos.
El apoyo de la CIA privilegiaba revistas
culturales, como Encounter, Preuves y, en Italia, Tempo
presente de Silone y Chiaramonte. Y también formas de arte menos burguesas,
como el jazz, a veces, y, precisamente, nada más y nada menos que el
expresionismo abstracto.
Los hechos se remontan a los años
1950 y 1960, cuando Pollock y los demás representantes de su corriente no
tenían buena reputación en Estados Unidos.
Para tener una idea del ambiente que
los rodeaba basta con recordar la frase del presidente Truman: «Si eso es arte,
yo soy un hotentote.» Pero el gobierno de Estados Unidos, recuerda Jameson,
tenía precisamente en aquellos años la difícil tarea de tratar de promover la
imagen del sistema estadounidense y en particular de sus fundamentos, la 5ª Enmienda, la libertad de expresión, gravemente empañados todos como
consecuencia de la cacería de brujas desatada por el senador Joseph McCarthy,
en nombre de la lucha contra el comunismo.
Para ello era necesario enviar al
mundo una señal fuerte y clara con un sentido opuesto al del maccarthismo. Esa
misión fue encomendada a la CIA
que, en el fondo, operaría con toda coherencia. Paradójicamente, en efecto, en
aquella época la agencia constituía un enclave «liberal» en un mundo encaminado
decisivamente a la derecha. Dirigida por agentes y asalariados provenientes en
su mayoría de las mejores universidades, a menudos ellos mismos coleccionistas
de arte, artistas figurativos o escritores, los funcionarios de la CIA representaban el
contrapeso de los métodos, de las convenciones beatas y del furor anticomunista
del FBI y de los colaboradores del senador McCarthy.
«El expresionismo abstracto, yo
diría que somos justamente nosotros en la CIA los que lo inventamos –declara hoy Donald
Jameson, citado por el cotidiano británico The Independent [1], después de haber echado una ojeada y de haber percibido al
vuelo las novedades de Nueva York, en el Soho. Bromas aparte, enseguida vimos
muy claramente la diferencia.
»El expresionismo abstracto era el
tipo de arte ideal para mostrar lo rígido, estilizado, estereotipado que era el
realismo socialista de rigor en Rusia. Fue así como nos decidimos a actuar en
ese sentido.»
Pero, ¿lo sabían Pollock,
Motherwell, De Kooning y Rothko? «Claro que no –declara inmediatamente Jameson–
los artistas no estaban al corriente de nuestro juego. Hay que excluir que
gente como Rothko o Pollock supiesen nunca que estaban siendo ayudados desde la
sombra por la CIA,
que sin embargo tuvo un papel esencial en el lanzamiento de ellos y en la
promoción de sus obras. Y en el vertiginoso aumento de sus ganancias.»
Para más información, ver el estudio inicial de Frances Stonor Saunder, en el capítulo 16 de su libro Who Paid the Piper? (Granta Books, 1999) o la versión francesa traducida por Delphine Chevalier y publicada con el título Qui mène la danse? (Denoël, 2003).
[1] «Modern
art was CIA ’weapon’», por Frances Stonor Saunders, The Independent,
22 de octubre de 2010.
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