domingo, 24 de marzo de 2013

Prejuicios anticonductistas

Extracto de la entrevista efectuada por TEMAS DE PSICOANÁLISIS. REVISTA DE LA SOCIEDAD ESPAÑOLA DE PSICOANÁLISIS al psicólogo conductista Marino Pérez Álvarez sobre los prejuicios que hay contra el conductismo:
TdP.– ¿Cuáles te parecen que son los tópicos más corrientes (y no vigentes) acerca del conductismo?

MPA.– Dos son sobre todo los malentendidos: el esquema E-R y la negación de la libertad y la dignidad. Se supone que el conductismo radical responde a un esquema E-R, pero no es cierto. Esto puede ser cierto, como decía, del conductismo metodológico, desde Watson a la psicología cognitiva, en este caso, bajo la especie Input-Output, pero no para el conductismo radical. Si acaso, el conductismo radical respondería al esquema R-E, porque el estímulo más relevante viene después de la respuesta, como efecto, consecuencia o como se dice reforzador. En las relaciones interpersonales el reforzador más natural consiste tanto en feedback (estar atento), como en empatía (estar con).

Pero ni este esquema valdría. En primera lugar, R sería más una conducta operante que una respondiente y, por su parte, E no sería propiamente un estímulo instigador, sino una consecuencia que se define por su valor o función según la historia y contexto del sujeto de que se trate. En segundo lugar, el análisis de la conducta incluye siempre otro término en cuya presencia ocurre la conducta y sus consecuencias, llamado Estímulo discriminativo o situación, por lo que se habla de «contingencia de tres términos» (no de dos, E-R o R-E). La contingencia de tres términos representa una estructura unitaria de relaciones recíprocas, dialécticamente constituidas. Aun más, la contingencia de tres términos implica una estructura causal final (aristotélica), propositiva, donde el propósito o fin forman parte de la propia estructura causal, no de una representación mental separada que impulsara la conducta. La conducta operante es inherentemente intencional, como lo pueda ser la operación de abrir una puerta, una emoción o un síntoma. Filosóficamente, la contingencia de tres términos se correspondería con la fórmula orteguiana de «yo soy yo y mi circunstancia» y la heideggeriana de ser-en-el-mundo.

También se supone que Skinner niega la libertad y la dignidad, acaso sugerido por el título Más allá de la libertad y la dignidad. Lo que critica Skinner es esa «literatura de la libertad» que se opone a todo tipo de control, al definir la libertad en términos de sentimientos o de estados mentales, como si uno estuviera únicamente sometido a control cuando siente o tiene conciencia de estar controlado (lo que ocurre, en particular, cuando el control es aversivo o implica una restricción o coacción). Esta literatura se empeña en «concienciar» a la gente del control punitivo, pero es incapaz de afrontar formas de control que no incitan a la huída o a la rebelión y que, sin embargo, no dejarían de tener consecuencias negativas. Un esclavo puede estar controlado de forma positiva y hasta sentirse feliz y, sin embargo, no por ello deja de ser esclavo, como se es «esclavo» del consumismo, sin que nadie obligue a serlo con métodos punitivos.

La cuestión no es control o no control, sino analizar las formas de control que nos afectan (acaso para oponerse a ellas) y diseñar las que convengan. Aunque la tecnología ha liberado al ser humano de ciertas modalidades aversivas del ambiente, no le ha liberado del ambiente mismo. La cuestión sería remodelar el ambiente de modo que controle la conducta según convenga, no esperar que brote espontáneamente una supuesta libertad creadora. El educador rusoniano no deja de ser un controlador sutil cuando cree que el niño hace lo que quiere, siendo que, en realidad, es él mismo quien decide lo que el niño quiere hacer. La libertad está socialmente organizada y lo que hace Skinner es estudiar cómo de hecho lo está y acaso podría estar de otra manera, al servicio de otros valores.

En cuando a la dignidad, la ciencia de la conducta no deshumaniza al hombre, sino que lo des-humunculiza, poniendo en entredicho el hombre interior como piloto de la acción. La imagen que surge del análisis de la conducta no es ciertamente la de un cuerpo con una persona dentro (mente, homúnculo), sino la de una persona que opera en el mundo. La conducta es relación con el ambiente, pero debemos recordar, dice Skinner, que se trata de un ambiente en su mayor parte producto del hombre mismo (mundo). No se puede decir que el ser humano quede reducido al papel de víctima o de observador pasivo de cuanto acontece. Por el contrario, se concibe al ser humano como sujeto operante.

1 comentario:

LEONARDO dijo...

Sabeis que no simpatizo mucho con el conductismo, (cuando leí el walden 2 hace ya mas de 20 años me dió hasta miedo), ahora ya de mas mayor aunque sigo teniendo mis reservas admito que sus planteamientos hay que tenerlos en cuenta, y leerlos despacio y sin prejuicios, si me pongo a pensar "en frío" dejando de lado arrebatos apasionados que me incitan a defender la "libertad emocional" por encima de cualquier otra cosa, pues si, admito que la cosa no está nada clara y que me surgen dudas.
¿Ambiente? ¿genes? ¿ambos factores entrelazados? ¿son en el fondo la misma cosa?
Hay que seguir investigando, sin prejuicios, sin maniqueismos, sin bandos uniformados, con curiosidad y sin desprecio hacia otras perspectivas........