4 noviembre 2014
Los grandes medios de comunicación apenas lo han contado, pero los 43 estudiantes desaparecidos en Iguala, Guerrero, provienen de Ayotzinapa, una de las escuelas más revolucionarias de México con un amplio recorrido de lucha social.
En sus paredes abundan pinturas y murales con la imagen de Ernesto «Che» Guevara, Fidel Castro y otros líderes de izquierda. Al caminar por sus pasillos, se puede escuchar música de Silvio Rodríguez, que parece combinar con banderas rojinegras que cuelgan en algunas aulas.
Es la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa Raúl Isidro Burgos, de la que salió el grupo de estudiantes que fue atacado el 26 de septiembre por la policía de Iguala, en el estado de Guerrero.
Seis personas murieron en la agresión, entre ellas tres alumnos de la Normal, pero otros 43 de sus compañeros están desaparecidos desde entonces.
Algunos definen el ataque como el mayor escándalo en lo que va del gobierno del presidente Enrique Peña Nieto, quien se ha comprometido a castigar a los responsables de la tragedia.
«No habrá ningún resquicio para la impunidad», insiste.
Hasta el momento las autoridades han encontrado nueve fosas clandestinas en el municipio de Iguala. En las primeras cinco aparecieron 28 cuerpos calcinados, pero de las restantes no hay información oficial.
La desaparición de estudiantes ha provocado una ola de protestas no sólo en México, sino en varios países. La Organización de Estados Americanos, Naciones Unidas y parlamentarios europeos demandan que el caso se aclare lo antes posible.
Y al mismo tiempo muchos se preguntan de dónde provienen las víctimas y por qué en este país la Normal de Ayotzinapa es sinónimo de rebeldía y compromiso social.
La historia
La escuela nació en 1926 como parte de un proyecto gubernamental para formar maestros que combatieran el analfabetismo en el país y al mismo tiempo reducir la pobreza en las comunidades rurales. En ese entonces se creó una red de 29 normales de las que sólo 13 sobreviven.
El concepto original era formar profesores que atendieran específicamente las necesidades educativas de las zonas más pobres de México, donde los maestros no sólo imparten clases sino que virtualmente se convierten en líderes comunitarios.
Desde que se fundaron estos planteles, los alumnos no sólo reciben educación, sino también alimentos y un espacio para dormir mientras duren sus cursos.
Para ingresar a estas escuelas es necesario comprobar que no tienen dinero para estudiar en otra parte. El único requisito es ser pobre.
Durante el gobierno del presidente Lázaro Cárdenas (1934-1940) en la filosofía de estos planteles se incorporó una formación socialista, que se ha mantenido desde entonces.
Ese cariz es uno de los aspectos más revolucionarios de las normales rurales.
Desde 1940 hasta la fecha, los distintos gobiernos capitalistas han tenido una relación difícil con las normales, a tal grado que cada año los estudiantes y maestros realizan movilizaciones y protestas para conseguir que se mantenga el presupuesto público para su existencia.
«Desde la presidencia de Manuel Ávila Camacho (1940-1946) fueron abandonadas y sobrevivieron gracias a las movilizaciones de sus alumnos», señaló la investigadora Tanalís Padilla en un artículo publicado en el diario La Jornada.
Guerrilla
Pero en el caso de la Normal de Ayotzinapa la historia de su fundación es sólo una cara de la moneda.
La escuela cobró fama porque allí se graduaron dos de los principales líderes de movimientos guerrilleros en México, los profesores Lucio Cabañas Barrientos y Genaro Vázquez Rojas. Los personajes marcaron a la Normal.
Algunos como Elba Esther Gordillo, expresidenta del oficialista Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), han dicho que la escuela es un «semillero de la guerrilla».
Pero otros creen que la escuela es un proyecto distinto para educar a jóvenes en situación de pobreza y alejarlos de las filas del narcotráfico.
Más allá de la polémica, lo cierto es que los alumnos de la Normal de Ayotzinapa tienen una formación distinta al del sistema de formación de maestros del país.
«Los muchachos que estudian allí son militantes, tienen mayor conocimiento político que otros. Al menos así lo ve el gobierno», dice Juan Carlos Pérez, corresponsal de BBC Mundo en México, quien visitó recientemente el plantel.
«Lo que han hecho continuamente los estudiantes de las normales rurales, y lo que hacían los normalistas de Ayotzinapa el pasado 26 de septiembre, es defender con empeño un derecho histórico», insiste la académica Tanalís Padilla.
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