El islamismo es la corriente dentro del mundo musulmán que intenta implementarse en todo el orbe, combate en todo el mundo y contra todo.
Si el islamismo es el auténtico Islam o si aquel ha secuestrado a este es una discusión meramente académica. La realidad se impone. El silencio, silencio cómplice, de la mayoría de musulmanes clarifica el «dilema» académico.
La realidad es que la oposición dentro del mundo musulmán contra el islamismo es casi imperceptible. La frontera, en caso de haberla, entre Islam e islamismo es muy tenue y muy permeable. Si realmente hay distinción entre islamismo —el que es catalogado habitualmente de radical— y el Islam en general —calificado de moderado— afecta a los musulmanes clarificarlo con hechos, como el repudio público de tales acciones, la colaboración con los cuerpos de seguridad en los países en los que viven, presionar para expulsar los jeques e imanes que enaltecen el terrorismo.
El Islam sólo tolera a los judíos y cristianos como dhimmis, ciudadanos de segunda clase en su territorio con extremas limitaciones, sin poder construir sinagogas ni iglesias, ni reparar las ya construidas anteriormente a la conquista del Islam, pago de la yizia, impuesto caritativo anual en un ceremonial humillante para el dhimmi, la imposición de recibir educación del Islam para los hijos de los dhimmis, y una larga serie de ignominiosas exigencias para poder vivir. El Islam no permite vivir a los fieles de religiones no monoteístas. Es obligación del fiel devoto eliminar a estos.
Y esto es lo que ocurre en China. Pero no sólo en China.
China es una nación con una creciente población musulmana creciente. Muchos de los musulmanes pertenecen a la comunidad uigur.
Los proselitistas islamistas uigures han atentado criminalmente no sólo en Xinjiang, la región autónoma de mayoría musulmana, sino también en la capital, Beijing (Peking) y otras ciudades de la geografía del coloso asiático.
El sábado 1 de marzo de 2014 en la provincia china de Yunnan, fronteriza con Vietnam, Lao y Birmania, un grupo de islamistas armados con machetes irrumpieron en el vestíbulo de la estación de trenes de Kunming, la capital de la provincia sudoccidental de Yunnan pasadas las nueve de la noche, hora local, y empezaron a perseguir y decapitar a la gente. El resultado de la masacre perpetrada por los islamistas se ha cobrado la vida de más de 29 personas y más de 162 heridos.
NOTA:
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