Moscú, 7 de noviembre, RIA Novosti
Las banderas verdes del Islam van sustituyendo las consignas democráticas en los países de la «primavera árabe» pero todavía no está claro hasta qué punto la religión marcará su futuro, escribe hoy el diario Moskovskie Novosti.
El partido islamista Al Nahda ganó las elecciones en Túnez; el jefe del Consejo Nacional libio de Transición anunció el pasado mes que la sharía, o ley islámica, será la fuente del derecho en su país; y las encuestas en Egipto indican como probable vencedor de los próximos comicios parlamentarios al movimiento de los Hermanos Musulmanes, hasta hace poco proscrito por extremista.
Occidente interpreta como un síntoma alarmante el avance político de los islamistas en del norte de África. Los nuevos regímenes tienen delante de sus ojos modelos muy diferentes, empezando con Arabia Saudí que carece de Constitución laica o el Irán donde mandan los ayatolás, y terminando con Turquía en que las leyes laicas se remontan al siglo XVI.
El arabista Alexandr Démchenko, del Instituto ruso de estudios orientales, opina que la futura influencia del Islam en los países de la «primavera árabe» dependerá ante todo «de las peculiaridades de la evolución histórica y la situación política actual, los éxitos o los fracasos de la occidentalización». Él descarta la reedición del modelo iraní en Egipto, Libia y Túnez, entre otras cosas, porque son naciones sunníes.
La introducción del modelo saudí también parece cuestionable a los expertos, en primer lugar, porque la tradición del laicismo en estos países ya cuenta varias décadas.
El politólogo francés Jean Marcou admite que el modelo laico de Turquía atrae e inspira a las naciones de la «primavera árabe» pero difícilmente se va a aplicar allí por falta de premisas históricas, aparte de que la difícil situación económica podría provocar una escalada del radicalismo. La situación de las mujeres en estos países, a su juicio, será una especie de prueba.
Marcou recordó que algunas normas de la sharía , por ejemplo, la que impide a una musulmana casarse con un no musulmán, se aplican actualmente en Argelia, Egipto, Marruecos, Siria, Túnez y Libia y que, a excepción de los dos últimos países, la poligamia está permitida en todas partes. Egipto y Siria refrendaron al nivel constitucional que la sharía es fuente del derecho.
«Las más de las veces, se entiende por sharía la entereza moral, la honestidad y la justicia como contrapeso a unos gobernantes corruptos y unas condiciones de vida infrahumanas», señaló Ziya Meral, analista del centro británico Foreign Policy. El Islam político, según él, actuó como fuerza de oposición en el pasado y, hoy en día, está atravesando por la hora de la verdad. Y los islamistas ya empiezan a discrepar sobre los pasos a dar.
Alexandr Démchenko niega que el éxito de los islamistas en las naciones clave del Oriente Medio augure un futuro tenebroso. «Si los Hermanos Musulmanes suben al poder en Egipto, también se pondrán a luchar contra Al-Qaeda», dijo. A los islamistas, según él, les interesa fomentar la cooperación económica con Occidente porque «necesitan alimentar a la población vendiendo el petróleo, el gas, el algodón y atendiendo a los turistas».
Las banderas verdes del Islam van sustituyendo las consignas democráticas en los países de la «primavera árabe» pero todavía no está claro hasta qué punto la religión marcará su futuro, escribe hoy el diario Moskovskie Novosti.
El partido islamista Al Nahda ganó las elecciones en Túnez; el jefe del Consejo Nacional libio de Transición anunció el pasado mes que la sharía, o ley islámica, será la fuente del derecho en su país; y las encuestas en Egipto indican como probable vencedor de los próximos comicios parlamentarios al movimiento de los Hermanos Musulmanes, hasta hace poco proscrito por extremista.
Occidente interpreta como un síntoma alarmante el avance político de los islamistas en del norte de África. Los nuevos regímenes tienen delante de sus ojos modelos muy diferentes, empezando con Arabia Saudí que carece de Constitución laica o el Irán donde mandan los ayatolás, y terminando con Turquía en que las leyes laicas se remontan al siglo XVI.
El arabista Alexandr Démchenko, del Instituto ruso de estudios orientales, opina que la futura influencia del Islam en los países de la «primavera árabe» dependerá ante todo «de las peculiaridades de la evolución histórica y la situación política actual, los éxitos o los fracasos de la occidentalización». Él descarta la reedición del modelo iraní en Egipto, Libia y Túnez, entre otras cosas, porque son naciones sunníes.
La introducción del modelo saudí también parece cuestionable a los expertos, en primer lugar, porque la tradición del laicismo en estos países ya cuenta varias décadas.
El politólogo francés Jean Marcou admite que el modelo laico de Turquía atrae e inspira a las naciones de la «primavera árabe» pero difícilmente se va a aplicar allí por falta de premisas históricas, aparte de que la difícil situación económica podría provocar una escalada del radicalismo. La situación de las mujeres en estos países, a su juicio, será una especie de prueba.
Marcou recordó que algunas normas de la sharía , por ejemplo, la que impide a una musulmana casarse con un no musulmán, se aplican actualmente en Argelia, Egipto, Marruecos, Siria, Túnez y Libia y que, a excepción de los dos últimos países, la poligamia está permitida en todas partes. Egipto y Siria refrendaron al nivel constitucional que la sharía es fuente del derecho.
«Las más de las veces, se entiende por sharía la entereza moral, la honestidad y la justicia como contrapeso a unos gobernantes corruptos y unas condiciones de vida infrahumanas», señaló Ziya Meral, analista del centro británico Foreign Policy. El Islam político, según él, actuó como fuerza de oposición en el pasado y, hoy en día, está atravesando por la hora de la verdad. Y los islamistas ya empiezan a discrepar sobre los pasos a dar.
Alexandr Démchenko niega que el éxito de los islamistas en las naciones clave del Oriente Medio augure un futuro tenebroso. «Si los Hermanos Musulmanes suben al poder en Egipto, también se pondrán a luchar contra Al-Qaeda», dijo. A los islamistas, según él, les interesa fomentar la cooperación económica con Occidente porque «necesitan alimentar a la población vendiendo el petróleo, el gas, el algodón y atendiendo a los turistas».
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