domingo, 8 de abril de 2012

Homofobia y sus raíces

Por VANESSA BAIRD

«La homosexualidad es un crimen contra la humanidad»
Doctor Paul Cameron, del Consejo de Investigación sobre la Familia

Tres hombres jóvenes entran charlando en un bar llamado Fireside Lounge. Tienen poco más de veinte años. Dos de ellos se conocen. El tercero, un estudiante llamado Matthew Shepard, no conocía a los otros de antes. Es gay y piensa que los otros también lo son. Unas horas después, Mathew está agonizando, con el cráneo destrozado, moratones hasta en la ingle y la cara interna de sus muslos y el cuerpo atado a una verja.

El motivo que dio uno de sus jóvenes asesinos para golpear al estudiante con una pistola hasta la muerte fue que Mathew había coqueteado con él. La gente del pueblo que protestaba en su funeral en Casper, Wyoming, apoyaba a los asesinos, Aaron McKinney y Russell Henderson. Llevaban carteles que decían «Dios odia a los maricones» y «Matt al infierno».

Tales incidentes no son sólo una peculiaridad de la América rural del Cinturón Bíblico. La violencia homofóbica puede brotar incluso en los lugares más aparentemente tolerantes. En una tarde cálida de primavera de 1999, David Copeland colocó un letal aparato explosivo lleno de clavos en el abarrotado pub Admiral Duncan, un conocido lugar de ambiente gay en el Soho, Londres. La explosión mató a tres personas y provocó decenas de horribles heridas. Al día siguiente, la organización LGBT Stonewall recibió más llamadas homofóbicas en unas pocas horas que en los seis meses precedentes. Una de las llamadas decía: «¡Debería haberos pillado a todos!».

Es imposible, dado el bajo número de denuncias debido a los tabúes que rodean a la homosexualidad, dar una cifra precisa del número de asesinatos homofóbicos que tienen lugar en el mundo. Pocos casos llegan alguna vez a los tribunales: en Brasil sólo es juzgado el cinco por ciento de un promedio de alrededor de 90 asesinatos de personas LGBT al año.

Las raíces del odio

En 1972 el escritor estadounidense George Weinberg fue uno de los primeros en acuñar la expresión «homofobia», definiéndola como «el temor a estar cerca de los homosexuales». Mark Freedman la describió después como «una reacción extrema de ira y miedo hacia los homosexuales». La definición de la poeta Audre Lorde en 1978 resultaba más compleja: «Miedo a los sentimientos de amor por los miembros del propio sexo y por consiguiente odio hacia esos sentimientos en los demás».

Pero, ¿cuál es el fundamento de ese miedo? Muchos aducen que tiene que ver con la percepción de que la homosexualidad destruye el orden sexual y de género de la llamada ley natural. No sigue las normas o, en las palabras del Papa Juan Pablo II, es «desordenada». Los homosexuales son percibidos como «diferentes» en aspectos que despiertan temor o malestar. Quizás la homosexualidad evoca los temores primarios acerca de la continuidad de la raza, de la tribu o de los genes. La naturaleza no procreadora del sexo homosexual (como la masturbación) puede verse como un derroche y, por tanto, indeseable.

Pero la homofobia tiene todavía un tanto de misterio, cuyas raíces parecen complejas y mudables. Tal como se han percatado los historiadores, las objeciones a la homosexualidad tienen una capacidad de mutar de acuerdo con las cuestiones dominantes del momento. En tiempos de pánico moral la homosexualidad ha sido considerada «pecaminosa» y «antinatural». En tiempos de epidemia ha sido considerada una «plaga» y «malsana». En tiempos de guerra, «degenerada» e incluso «antipatriótica».

En su historia del prejuicio, Homofobia, Byrne Fone detalla las múltiples acusaciones que ha sufrido la homosexualidad, incluso provocar terremotos y eclipses. Los sodomitas han sido acusados de amenazar a la familia, al estado, al orden natural y a la propia supervivencia de la raza humana. La reacción anti-gay en los albores de la epidemia del sida formaba parte de una larga tradición.

La homofobia está unida con frecuencia a otros prejuicios, racismo o xenofobia, por ejemplo. Y las reacciones hostiles hacia los hombres gays pueden estar relacionadas con actitudes sexistas hacia las mujeres. Si los hombres normalmente desprecian a las mujeres porque creen que son débiles, irracionales o inferiores, también pueden despreciar a los hombres que (según su punto de vista) se comportan «como mujeres».

¿Es personal, psicológico?

En nuestro nivel más básico, la mayoría de nosotros hemos sido condicionados, hasta cierto punto, para ser homófobos. Se puede cuestionar esto creando entornos y culturas que se enfrenten y rechacen activamente el prejuicio. Pero a menudo la homofobia fluye profunda y puede ser poderosa y compleja a un nivel personal.

Entre las diversas teorías psicológicas que tratan de explicar qué hace a un individuo ser especialmente homofóbo, la más corriente es la que sugiere que está suprimiendo su propia homosexualidad latente. La homofobia tiende realmente a ser más visible en grupos estrechamente unidos de hombres machistas en los que el homoerotismo se palpa en el aire pero la homosexualidad está estrictamente prohibida y castigada. Estos hombres pueden sentir la necesidad de negar cualquier componente sexual a sus vínculos y de aumentar su solidaridad mostrándose violentos hacia «bujarrones» y «maricones». Este fenómeno se encuentra especialmente en pandillas de adolescentes, policías y soldados. Al atacar a una persona gay, el individuo trata de hacer una distinción clara entre él (o ella) y la temida sexualidad.

Pero los motivos para agredir a los gays pueden ser también muy simples. Un estudio sobre los jóvenes que atacaban con violencia a los gays en San Francisco mostraba que lo hacían porque les gustaba la emoción y por «hacerlo juntos». Algunos decían que no tenían nada en contra especialmente de los gays: simplemente eran blancos fáciles. También, fundamentalmente, sentían que podían escaparse impunemente con facilidad. Agredir a los «maricones» no suscitaría desaprobación social de la misma forma que golpear a mujeres o a miembros de minorías étnicas.

Los sentimientos anti-gay pueden ser también tan sólo una moda. Las letras de las canciones del artista hip-hop Eminem destilan homofobia y sin embargo muchos de sus admiradores afirman que no creen que sea realmente anti-gay. Es un provocador, dicen, alguien que simplemente escupe palabras para provocarnos y hacer un manifiesto sobre la censura.

«Vosotros, maricones, no paráis de provocarme.
Hasta que os tenga al alcance de mi cuchillo, ¿me suplicaréis que pare? (…)
Mis palabras son como una daga con filo dentado
Que se os clavará en la cabeza si eres marica o lesbiana
U homosexual, hermafrodita o travestido».
(Eminem, The Marsháil Mathers LP)

Incluso la revista gay The Advocate publicó un artículo lleno de admiración que argumentaba que la gente que se ofende lo toma demasiado al pie de la letra: Eminem está en realidad dando una imagen del pensamiento homofóbico más que abogando por él. Cuando Kurt Loder, de la MTV, le preguntó por qué escribía letras homofóbicas, el músico contestó:

«Marica para mí no se refiere necesariamente a las personas gays. Marica para mí quiere decir (…) quitar tu hombría, tires una nenaza. Eres un cobarde. Estás siendo un calzonazos o lo que sea…».

Michael Bisogno, un joven activista gay que vive en Teaneck, Nueva Jersey, no se siente tranquilizado:

«Muchos chicos gay le adoran porque es impetuoso. Él usa la palabra "maricón" constantemente, pero algunas personas dicen que no es homófobo, que no lo dice en ese sentido, Me asusta que estemos viendo esto y aceptándolo. Es un prejuicio socialmente aceptable».

Algunos asistentes que trabajan con adolescentes gays y lesbianas sostienen que el sentimiento anti-gay en la cultura juvenil refleja un deseo de agradar y encajar más que un verdadero sentimiento anti-gay. Otros ven una relación más causal. «Ese tipo de letras incita a la violencia contra las personas gays y lesbianas». El doctor Joyce Hunter, un investigador científico del Centro Médico de la Universidad de Columbia, declaraba a Rolling Stone: «Incita a los niños de las escuelas a acosarles. La gente dice que pueden cantar estas letras y que no quiere decir nada. Quiere decir algo».

En Jamaica algunos músicos promueven activamente la homofobia. En un concierto en enero de 2004 en St. Elizabeth, los intérpretes, Capleton y Sizzla entre ellos, cantaron casi exclusivamente sobre hombres gays, instando al público de alrededor de 30.000 personas a «matarles, maricones muertos, tiros de pistola en su cabeza (…) quien quiera verlos muertos que levante la mano».

¿Es político?

Aunque puede ser cierto que los tradicionalistas son más proclives a ser políticamente conservadores y menos proclives a ser receptivos a la idea de los derechos LGBT, la historia del siglo XX nos previene contra las generalizaciones precipitadas.

Los nazis de Alemania persiguieron y ejecutaron a miles de personas gays. También sufrieron persecución a manos de los fascistas en España. Pero también sucedió en la China comunista. Después de la revolución maoísta de 1949 los gays fueron perseguidos y ejecutados. Las lesbianas que pertenecían a hermandades exclusivamente femeninas huyeron al exilio. Se proclamó que no existía la homosexualidad.

Los Estados Unidos capitalistas y la Rusia comunista podrán haber sido polos opuestos en la ideología, pero en lo relativo al tratamiento de las minorías sexuales tenían mucho en común. Ambos sometieron a sus ciudadanos gays y lesbianas a la cárcel y a tratamientos médicos forzosos. Mientras la Rusia estalinista ponía la homosexualidad al mismo nivel que el bandidaje, las actividades contrarrevolucionarias, el espionaje y el sabotaje, los macartistas en los Estados Unidos se aseguraron de que más de 600 «pervertidos sexuales» fueran purgados de su trabajo de funcionarios basándose en que representaban una amenaza para la seguridad nacional.

En América Latina entre los 60 y los 80 se dio una situación similar. Los gobernantes militares de extrema derecha de Argentina torturaron y asesinaron a activistas lesbianas y gays: al menos 400 «desaparecieron». En la Cuba comunista Fidel Castro denunció la homosexualidad como resaca de la era corrupta de Batista. Los gays fueron encarcelados en campos de rehabilitación desde los 60 y expulsados como parte del éxodo de «indeseables sociales» de Mariel en 1983.

Más recientemente, la conservadora baronesa británica Janet Young continuó la campaña del gobierno de Thatcher contra la igualdad para lesbianas y gays. El objetivo declarado de Young era proteger la institución de la familia. En ello estaba de acuerdo con el antiguo marxista, anti-británico a ultranza y anti-gay dirigente de Zimbabue, Robert Mugabe.

Chivos expiatorios y autoridad

El motivo más obvio y simple por el que dirigentes políticos de cualquier cuerda inician una campaña contra las minorías es tan antiguo como el mundo: encontrar un chivo expiatorio. Se puede ver en el encarcelamiento del oponente político Anwar Ibrahim, acusado de sodomía por el dirigente malayo Mahaímir Mohamad, y el subsiguiente aumento de apoyo al precario gobierno de Mahatmir. Robert Mugabe, de Zimbabue, acosado por la precariedad económica y la creciente inestabilidad política, se ha volcado sobre toda una lista de chivos expiatorios, gays y granjeros blancos entre ellos.

El segundo motivo es el autoritarismo. Los países con un estilo autoritario de gobierno son casi siempre más homófobos. La explicación psico-social más frecuente para esto es que la cohesión social depende de un cierto grado de «represión sexual» o «restricción». Desde este punto de vista, ciertas formas de comportamiento sexual se consideran antisociales y deben ser rechazadas por el orden social para sobrevivir. Todos los regímenes políticos responsables de los ejemplos de la sección anterior —sean comunistas, maoístas, fascistas, macartistas, militaristas o conservadores de extrema derecha— tienen algo en común. Llevaban el sello del autoritarismo.

Familia y género

Hoy se puede ver una intolerancia autoritaria similar en movimientos que, aunque puedan afirmar que no son políticos, poseen sin embargo una potente agenda e impacto político. En los Estados Unidos, las organizaciones religiosas de extrema derecha que son fuertemente anti-gay se presentan a sí mismas como campeonas y defensoras de la familia tradicional, adoptando nombres como «Foco en la Familia» o «Consejo de Investigación sobre la Familia». Para ellas las personas LGBT son agresores destructivos y poderosos. Anthony Falzarano, del Consejo de Investigación sobre la Familia afirma: «Básicamente, el homosexual (…) se dedica a destruir el matrimonio tradicional, el matrimonio heterosexual...».

Aunque la amenaza a la familia sea una de las expresiones ideológicas más comunes de la homofobia, la objeción real puede que tenga que ver más con las ideas fijas acerca del género. La desviación de las normas heterosexuales es amenazadora porque parece cuestionar las reglas convencionales que rigen los papeles masculino y femenino. Esto podría minar el control autoritario que a menudo subyace con fuerza en las divisiones y obligaciones de género claras en una sociedad ordenada.

La amenaza de la alternativa

La homosexualidad por sí misma no puede plantear una amenaza real a ningún régimen u orden social establecido. Después de todo, muchos regímenes de todos los colores políticos han tolerado homosexuales en el armario dentro de sus filas. La amenaza real, según argumenta Jeffrey VVeeks, surge cuando las actividades de la minoría sexual se convierten en un modo alternativo de vida:

«Cuando la gente suscribe la idea del pluralismo sexual, está también implícitamente suscribiendo el pluralismo social y político. Cuando afirman sus identidades lesbianas y gays, cuando afirman su sentimiento de pertenencia a movimientos sociales y comunidades organizados en torno a sus preferencias sexuales, están realizando una declaración política. La homosexualidad se convierte entonces en algo más que peculiaridad individual o una elección privada. Se convierte en un desafío a los valores absolutos de todo tipo. A los regímenes autoritarios no les gusta eso».

El movimiento LGBT en algunos estados de Estados Unidos ha tenido mucho éxito creando un espacio político y social para las personas pertenecientes a una minoría sexual. San Francisco, Nueva York y muchas otras grandes ciudades tienen florecientes comunidades de minorías sexuales. Lesbianas, gays, bisexuales y transexuales son visibles como nunca antes habían sido. Para algunos esto es motivo de alarma. Judith Reisman, de movimiento anti-gay Ex-Gay, advierte:

«Os advertiría de que aunque la población homosexual puede ser ahora el uno o el dos por ciento, contened la respiración, porque el proselitismo es poderoso: es patente, está en todas partes. Yo diría que veréis un veinte por ciento o con más probabilidad un treinta por ciento, o incluso más, de la población joven convirtiéndose-a la actividad homosexual».

El mensaje de estas organizaciones es que los homosexuales son peligrosos: quieren destruir todo lo que aprecias; sobre todo quieren pervertir a tus hijos y a tus nietos.

Es fácil rechazar puntos de vista como éstos considerándolos teorías conspirativas histéricas. Pero estas organizaciones proporcionan una lógica para los crímenes de odio contra las personas LGBT. Y el cierre de filas de los diversos elementos homofóbicos, combinada con la bofetada política que pueden sacudir en conferencias de las Naciones Unidas para oponerse a la igualdad de las personas LGBT, es motivo de preocupación. Aunque ha habido algún avance en la legislación de derechos humanos, esto no debería hacernos olvidar que la persecución arruina la vida de cientos de miles de personas pertenecientes a una minoría sexual en todo el mundo hoy en día.

La homofobia ha estado presente en el ambiente mucho tiempo. Crece profunda y se necesitará mucha legislación, concienciación, educación y práctica para erradicarla. También requiere acción continuada, compromiso y vigilancia para impedir que la homofobia destruya vidas como las de Matthew Shepard y un número incontable, incontado, de muchos otros.

Sexo, Amor y Homofobia,
Amnistía Internacional (2004)

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