Me preguntáis por qué razones no debe serme aplicada la pena de muerte, o lo que es lo mismo ¿qué fundamentos hay para concederme una nueva prueba de mi inocencia? Yo os contesto y os digo que vuestro veredicto es el veredicto de la pasión, engendrado por la pasión de la ciudad de Chicago. Por este motivo, yo reclamo la suspensión de la sentencia y una nueva prueba inmediata... No podéis negar que vuestra sentencia es el resultado del odio de la prensa burguesa, de los monopolizadores del Capital, de los explotadores del trabajo... En los veinte años pasados, mi vida ha estado completamente identificada con el movimiento obrero en América, en el que tomé siempre una participación activa. Conozco, por tanto, este movimiento perfectamente, y cuanto de él diga en relación con este proceso no será más que la verdad, toda la verdad de los hechos. Hay en Estados Unidos, según el censo de 1880, dieciseis millones doscientos mil jornaleros. Éstos son los que por su industria crean toda la riqueza de este país. El jornalero es aquel que vive de un salario y no tiene otros medios de subsistencia que la venta de su trabajo hora por hora, día por día, año por año. Su trabajo es toda su propiedad; no posee más que su fuerza y sus manos... Pues bien, toda esta gente, que es la que crea la riqueza, como ya he dicho, depende de la clase adinerada, de los propietarios. Ahora bien, señores, yo, como trabajador, he expuesto los que creía justos clamores de la clase obrera, he defendido su derecho a la libertad y a disponer del trabajo y de los frutos del trabajo como les acomode. Me preguntáis por qué no debo ser ejecutado y entiendo que esta pregunta implica también que deseáis saber para qué existe en este país una clase de gente que apela a vosotros para que nos concedáis una nueva prueba. Yo creo que los representantes de los millonarios de Chicago organizados, que los representantes de la llamada "Asociación de los Ciudadanos de Chicago" os reclaman nuestra inmediata extinción por medio de una muerte ignominiosa. Ellos de una parte y vosotros de otra. Vosotros os levantáis en medio representando la Justicia. ¿Y qué justicia es la vuestra que lleva a la horca a hombres a quienes no se les ha probado ningún delito? Este proceso se ha iniciado y se ha seguido contra nosotros, inspirado por los capitalistas, por los que creen que el pueblo no tiene más que un derecho y un deber, el de la obediencia. Ellos han dirigido el proceso hasta este momento, y como ha dicho muy bien Fielden (otro de los obreros condenados), se nos ha acusado ostensiblemente de asesinos y se acaba por condenarnos como anarquistas... Pues bien, soy anarquista.
Albert R. Parsons. Discurso ante el Tribunal que le condenó a muerte, 1886.
2 comentarios:
Ya que estamos en vísperas del Primero de Mayo, he puesto parte del discurso de Albert Parsons (uno del Mártires de Chicago, ahorcados), porque cada vez que lo leo, me emociono y hasta se me saltan las lágrimas. Es uno de los mejores textos que se han hecho en la historia de la humanidad y con el que comparto todo al cien por cien. Porque, yo también, soy obrero y anarquista.
Yo no tengo el orgullo de decir "soy Obrero", pero soy un trabajador de la educación y adhiero en todo al comentario anterior. Cada día me siento más anarquista. Ni dios, ni amo. ¡Viva la Revolución Social en marcha!!!
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