sábado, 24 de enero de 2015

‘Charlie Hebdo’: Tratar de comprender para evitar las trampas

 

Por GRÉGOIRE LAIEU
(Traducción libre de Amnauj T.)

¿Qué relación hay entre el descubrimiento de yacimientos de petróleo, la sonrisa de Nasser, la guerra de Argelia, la revuelta de las banlieues[1] y el atentado contra Charlie Hebdo? Alguna hay, si se tiene en cuenta el registro emocional y el discurso sobre la seguridad que se hace después del ataque a la publicación satírica. Así pues, si no podemos aceptar que dos jóvenes franceses, tras caer en el fanatismo religioso, hayan asesinado a unos periodistas en pleno París, es necesario preguntarse sobre lo que ha hecho posible lo impensable. Esta reflexión nos lleva necesariamente a buscar las raíces del mal, para analizar qué ha pasado, tanto en Oriente Medio como en Francia, en estos últimos decenios. Este artículo se centra más en estos dos elementos que en el atentado del 7 de enero. Un ejercicio indispensable, en el momento en que el drama que ha estremecido a Francia es reducido únicamente a la cuestión de la libertad de expresion. Un ejercicio indispensable, en el momento en que parte de la clase política, incapaz de preguntarse por su propia responsabilidad, propone adoptar una Patriot Act francesa para protegernos de la amenaza terrorista. Un llamamiento lanzado tras una manifestación en defensa de... ¡la libertad de expresión!

«La oscuridad no puede expulsar a la oscuridad, sólo la luz puede.
El odio no puede expulsar al odio, sólo el amor puede.»

(MARTIN LUTHER KING)


Charlie Hebdo nos ha hecho reir. Charlie Hebdo nos ha hecho rechinar los dientes. El miércoles, 7 de enero, Charlie Hebdo, quizá por primera vez, nos ha hecho llorar. Dos individuos fuertemente armados tomaron al asalto la redacción de la revista satírica, dejando tras ellos doce muertos. La noticia ha golpeado a Francia. En estado de shock, hemos ido conociendo, por los medios de comunicación, los primeros detalles del drama. Después, los nombres han ido cayendo, Cabu, Wolinski, Charb...[2]; muertos en combate. Nos acordamos de que Charlie Hebdo se había metido en un campo minado al publicar, en 2005, unas caricaturas sobre el Profeta Mahoma, tomadas de un periódico conservador danés. Nos acordamos de que, desde entonces, los lápices del semanario satírico se habían aplicado, alegremente, a ridiculizarar al Islam, al igual que siempre se habían dedicado a desacralizar lo intocable con un éxito relativamente apreciable. Una noche de noviembre de 2011, la redacción del periódico fue objetivo de unos cócteles Molotov. Charb, el director de la publicación, declaró: «no tengo chavales, ni mujer, ni coche, ni créditos. Puede parecer un poco pomposo lo que voy a decir, pero prefiero morir de pie que vivir de rodillas».

El miércoles, Charb, Cabu y Wolinski han muerto por unos dibujos. Pensamos que jamás podremos digerir lo indigerible. Permanecemos asombrados frente al televisor. Pero pronto las reacciones comienzan a calentar el ambiente. En I-Télé, el periodista Serge Moati hace un llamamiento a «un combate nacional, francés, contra el islamismo». Antes de puntualizar que «no se debe juzgar al Islam por estos cabrones». En una alocución de tintes presidenciales, Nicolás Sarkozy declara: «Nuestra democracia ha sido atacada. Debemos defenderla sin desfacellecer. Firmeza absoluta es la única respuesta posible». Y Puntualiza al final del discurso: «Hago un llamamiento a todos los franceses a evitar la tentación del confusionismo y presentar un frente unido ante el terrorismo, la barbarie y los asesinos». Viniendo del presidente de un partido que flirtea con el FN, de un expresidente de la República que se lamentaba del número demasiado grande de musulmanes en Europa, y que veía en el tema de las caricaturas el símbolo anunciador del choque de civilizaciones, las precauciones de Sarkozy sobre el confusionismo suenan tan acertadas como la entrada de un elefante en una cacharrería, comenzando por el inevitable: «Yo no soy racista, pero los negros y los árabes...». Finalmente, la reacción de Philippe Val en el micro de France Info. El antiguo director de Charlie Hebdo ha señalado que «algo» se ha extendido en Francia y entre los musulmanes.

A pesar de la pena que nos dejan los retratos de los dibujantes de Charlie en la nota necrológica, es necesario que reaccionemos nosotros también. Reaccionar para comprender este «algo» que se extiende por Francia. Reaccionar para que no se acepte que se puede morir por causa de unos dibujos. Reaccionar para que nadie desee que algo así vuelva a ocurrir. ¿Cómo? Difícil situar policías delante de todas las redacciones. ¿Y por qué, todavía, pedir a los musulmanes que se desmarquen de este acto terrorista, como lo ha hecho la campaña Not in my Name? Como si —señalaba Rue89— los musulmanes fuesen, por definición, partidarios de los actos terroristas: «Deberíamos preguntarnos por esa pequeña satisfacción al ver a un imán afirmar que condena el degüello de un rehén, como si nos tranquilizase constatar que hay “buenos musulmanes”, como si hiciese falta que los musulmanes demostrasen ser buenos, o que demuestren que hay un Islam abierto y tolerante».

¿Cómo esperan las autoridades francesas, desde estos supuestos, afrontar el problema del fanatismo? ¿Igual que solucionan el tema de la delincuencia, instalando cámaras de vigilancia por todas partes, sin tocar el tema de las desigualdades sociales? Eso no es muy eficaz... El drama que ha golpeado a Charlie Hebdo necesita que se analice el mal en su raíz. Y este análisis nos lleva hacia dos fenómenos que hay que considerar paralelamente: la política de Occidente en Oriente Medio desde que se descubrió petróleo, así como la escalada de islamofobia.


El islamismo reaccionario contra el nacionalismo árabe

Hubo un tiempo en que, en Egipto, el presidente se carcajeaba ante la idea de obligar a las mujeres a llevar velo. Fue el tiempo de Nasser, era la edad de oro del nacionalismo árabe, una corriente laica y progresista que Occidente, con los Estados Unidos a la cabeza, combatió apoyándose en el islamismo reaccionario de Arabia Saudí. Mohamed Hassan nos lo explica en el libro Yihad made in USA:

«El descubrimiento de gigantescos yacimientos de petróleo hizo del Oriente Medio una región estratégicamente importantísima para los imperialistas. No obstante, con el desarrollo del nacionalismo, los países árabes manifestaron el deseo de tomar su destino en sus manos y disponer de la soberanía sobre sus riquezas. Esto hubiera sido una catástrofe para los occidentales, que no solamente se hubieran visto privados del petróleo a buen precio, sino que además hubieran debido hacer frente a un poderoso rival, si el panarabismo de Nasser hubiera dado sus frutos. El dirigente egipcio deseaba, en efecto, que los países de la región, que habían sido diseñados arbitrariamente por las potencias coloniales, se reuniesen de nuevo en torno a su identidad árabe. Por su parte, los islamistas reaccionarios veían muy mal el ascenso del nacionalismo árabe. Se trataba de una corriente portadora de modernidad. Además, aún reconciendo el Islam como un elemento esencial de la cultura árabe, Nasser hizo de la laicidad una línea directriz en materia de gestión política. El nacionalismo árabe estaba en las antípodas de lo que los reaccionarios del Golfo aplicaban en sus países.»

En La estrategia del caos, Mohamed Hassan nos explica cómo el Islam político de los saudíes se erigió en un modelo contra el nacionalismo de Nasser:

«Para contrarrestar la influencia de la Unión Soviética, Eisenhower puso a punto una estrategia consistente en proporcionar apoyo financiero y militar a cualquier país de Oriente Medio que fuese “amenazado por el comunismo”. Pero la doctrina Eisenhower fue un fracaso. Por una parte, el envío de grandes sumas de dinero hacia países ricos en petróleo provocaba dudas en los Estados Unidos. Por otra parte, los países árabes que hubieran aceptado esta ayuda se alinearían abiertamente contra el Egipto de Nasser que tenía todavía el viento en popa en la época entre la población de la región. Así pues, Washington elaboró una nueva estrategia. Se empleó el Islam como arma política para enfrentar el nacionalismo árabe de Nasser. (...) Arabia Saudí creó la Liga Musulmana Mundial. Una organización ultraconservadora inspirada por el extremismo wahabita para contrarrestar la influencia de Nasser. La Liga declaraba, por ejemplo, que el nacionalismo era el peor enemigo de los árabes. En un primer momento, la popularidad de Nasser era tan grande, que este Islam político no tuvo demasiado éxito. Pero la derrota del presidente egipcio en la Guerra de los Seis Días, cambió la situación. Tras este conflicto y la pérdida de prestigio del nasserismo, la alternativa ofrecida por Faisal recibió un gran apoyo popular y Arabia Saudí se convirtió en un actor clave en el Oriente Medio.»

Mohamed Hassan nos explica, igualmente, cómo Egipto reemprendió el camino recto tras la muerte de Nasser. Estados Unidos y Arabia Saudí compraron al nuevo presidente egipcio; Anuar el-Sadat, para que se desmarcase del nacionalismo árabe. Esto implicaba hacer la paz con Israel y abrir la economía a las multinacionales, decisiones que no gustaban al pueblo egipcio. El prestigio de Nasser era todavía fuerte y Sadat pretendía hacer todo lo contrario que su predecesor. Para liquidar la herencia del nasserismo, el presidente decidió apoyarse en la islamización de la sociedad egipcia. Los Hermanos Musulmanes, violentamente reprimidos por Nasser, fueron autorizados a regresar a Egipto. Al mismo tiempo, la política de apertura económica introducida por Sadat, dejó a numerosos egipcios en la pobreza. Los Hermanos adquirieron una base social importante atendiendo las necesidades de los mas desfavorecidos mediante una vasta red de caridad[3]. Les ayudaban a ello las ricas petromonarquías del Golfo.

Gadafi entre Sadat y Nasser a finales de los 60.

Así es como una forma reaccionaria de islamismo se ha instalado permanentemente en el Oriente Medio. Aún falta precisar que, para disgusto de Serge Moati, el islamismo abarca nociones diversas. Prostituído por los medios occidentales, el término se ha convertido en un cajón de sastre que sirve para todo. Mohamed Hassan distingue al menos cinco corrientes, a veces contradictorias. Hay diferencia, en efecto, entre el Islam reaccionario de los saudíes y otros movimientos inspirados por la teología de la liberación, por ejemplo. Y ¿cómo meter en el mismo saco a islamistas como Abdelkader u Omar al-Mukhtar, que combatieron a las potencias coloniales, y otros como Mohamed Mursi, quien, desde el gobierno de Egipto, había comenzado ya a someterse a los dictados del FMI? Los matices aparecen, incluso cuando se aborda un movimiento como los Hermanos Musulmanes, organización fundada para combatir el dominio británico en Egipto. La dirección de los Hermanos se alió después con los intereses neocoloniales. Esta vasta organización no está menos atravesada por diferentes tendencias, como todo partido político. Algunos, más progresistas, querrían hacer evolucionar a los Hermanos Musulmanes. El islamismo no es, por tanto, un palabra muy grande, pero nos muestra que, como toda ideología es objeto de lucha entre distintas corrientes. Y desgraciadamente, en gran parte por las razones que acabamos de mencionar, actualmente son las más reaccionarias las que dominan.

La yihad en Siria, no en París

El impacto de la política de Occidente en Oriente Medio no se detiene aquí. Entre las distintas corrientes que recorren el islamismo, Mohamed Hassan distingue igualmente al movimiento yihadista y recuerda que «La yihad es también un combate que el musulmán debe mantener contra sí mismo, ante todo, para hacer salir lo mejor que hay en él. ¡La yihad puede, así, ser una cosa muy positiva!». Pero la yihad también hace referencia a una lucha armada. Una lucha entablada, en principio, en Afganistán contra los soviéticos, con la ayuda de la CIA. Bin Laden era en esa época, un amigo de los Estados Unidos. Tras los atentados del 11 de Septiembre, en cualquier caso, la guerra contra el terrorismo lanzada por Bush puso en apuros un tanto al movimiento yihadista. Se pensaba, al respecto, que este movimiento había sido reducido a algunos reductos ocultos en grutas. El antiguo jefe del servicio de información de seguridad de la DGSE, Alain Chouet, incluso había declarado ante el Senado: «Al-Qaeda murió, según el plan operacional, en los nidos de ratas de Tora Bora en 2002».

Sin embargo, tras algunos años, los movimientos yihadistas parecen haber resurgido de sus cenizas. El más famoso de entre ellos, en la actualidad, el Estado Islámico, ha conseguido crear un estado a caballo entre Irak y Siria. ¿Cómo explicar este resurgimiento? Hay que tener en cuenta distintos factores, como nos explica Mohamed Hassan en Yihad made in USA. La invasión de Irak en 2003, para empezar. Después de la caída de Sadam Husein, los baasistas iraquíes se organizaron para resistir la ocupación de los EEUU. Pero, con la ayuda de Irán, Estados Unidos puso un nuevo gobierno al frente del país. Demasiado chiíta para Arabia Saudí, que no quería ver extenderse la influencia de Teherán por la región. La monarquía, por tanto, apoyó la creación de grupos sunitas extremistas en Irak. Paralelamente a esto, los Estados Unidos se lanzaban a la «desbaasificación» de Irak, es decir, se dedicaron a desmantelar totalmente la estructura laica del estado dirigido por Sadam Husein. Esto explica cómo la resistencia a la ocupación de los Estados Unidos viró hacia un conflicto confesional que enfrentaba a sunitas y chiítas. Y explica también cómo nuevos movimientos yihadistas han aparecido tras la muerte operacional de Al-Qaeda.

Seguidamente, la guerra en Libia permitió igualmente a antiguos movimientos yihadistas encontrar ciertos apoyos. Mohamed Hassan recuerda también:

«Para combatir al ejército de Gadafi, el gobierno USA no dudó en aliarse con los grupos yihadistas. Sabían que el este de Libia era un santurario de terroristas, como atestigua un informe de la academia militar de West Point, redactado en 2007. Sabemos también que la CIA se apoyó en el antiguo lider del GICL. El almirante Stavridis, comandante supremo de las fuerzas aliadas de la OTAN en Europa, reconocía que los combatientes de este grupo afiliado a Al-Qaeda participaban en los esfuerzos por derrocar a Gadafi, pero que lo hacían “a título personal”. La declaración data de 2011. Podría hacernos sonreír, si no conociéramos las consecuencias trágicas de la intervención de la OTAN en Libia».

De igual manera, en Siria, los Estados Unidos y sus aliados, Turquía, Arabia Saudí y Qatar, se apoyan en grupos yihadistas para combatir al ejército sirio. La fábula de la «primavera Siria» pretendía que Washington había hecho una puntillosa distinción entre los rebeldes moderados y los extremistas. En realidad, la mayor parte de los expertos coinciden en decir que esta distinción es pura ficción. Según la situación sobre el terreno y las ayudas aportadas a los diferentes grupos, un combatiente podía batirse bajo la bandera del ELS[4] un día, y bajo la del Frente Al-Nusra al día siguiente. Recordemos además, que los «moderados» no lo son tanto... Todo el mundo se acuerda de Jalid al-Hamad, el hombre que, ante una cámara, se llevaba el corazón de una de sus víctimas a la boca. Dirigía la Brigada Farouk, afiliada al ELS, los «demócratas».

Destruyendo Irak y entablando guerras de proximidad en Libia y Siria, los Estados Unidos y sus aliados contribuyeron al resurgimiento del movimiento yihadista. «Después de los fiascos de Irak y de Afganistán —prosigue Mohamed Hassan—, Barack Obama se encontró en la imposibilidad de enrolar sus tropas en un nuevo conflicto. Sin embargo, los Estados Unidos no han renunciado a sus pretensiones sobre Oriente Medio. La presidencia de Obama consagra así el retorno al “soft power”; en lugar de enviar a sus soldados al infierno, Washington utiliza otras tropas sobre el terreno. No sorprenderá, sin duda, que entre los consejeros más próximos de Obama, se encuentre un tal Zbigniew Brzezinski. Él es quien tuvo la idea de armar a unos fanáticos musulmanes en Afganistán para combatir al ejército afgano y a las tropas soviéticas en los años 80. En Libia, los Estados Unidos no tenían otra elección que recurrir a los yihadistas. En Siria esperaban poder desmovilizar a gran parte del ejército jugando la carta confesional. Los desertores debían así pasar a engrosar las filas del Ejército Libre Sirio. Sin embargo, aunque sí que se dieron las deserciones, los soldados que dejaron su puesto se exiliaron al mismo tiempo del país. En Siria los Estados Unidos tampoco tenían otra elección más que apoyarse en los yihadistas. Pero utilizar a estos grupos es una cosa. Controlarlos es otra».

De cómo la islamofobia ha gangrenado Francia

El retorno del soft power no sólo se ha caracterizado por la utilización de tropas sobre el terreno. Hay jóvenes que, igualmente, han dejado Europa para ir a luchar. Uno de los atacantes contra Charlie Hebdo era precisamente un yihadista bien conocido por los servicios secretos franceses. Por tanto, el fanatismo religioso no gangrena sólamente en los campos de batalla en Irak, Siria o Libia. Ha encontrado igualmente adeptos en Europa, y en Francia más particularmente. He aquí, sin duda, ese «algo» que evocaba Philippe Val y que no se puede comprender si no es a la luz del clima islamófobo que se ha desarrollado fuertemente con el impacto de los atentados del 11 de Septiembre, pero cuyas raíces se remontan más lejos, como nos lo explica el sociólogo Said Boumama, con el que hemos charlado:

«La islamofobia tiene, en primer lugar, raíces muy antiguas en Francia, en cuanto que era parte de la estrategia ideológica colonial. Para justificar la misión civilizadora, una de las armas utilizadas era la aproximación culturalista a la religión musulmana. Se la presentó como homogénea, como conduciendo inevitablemente al fanatismo y como incapaz de adaptación al contexto “moderno”. Esta imagen del Islam fue vehiculada masivamente en los libros escolares, las películas, las imágenes, etc. De este modo, se incrustó en la mentalidad colectiva, pero tenía como contrapeso una conciencia obrera fuerte llamando a tener en cuenta las dimensiones comunes: Los intereses de clase y la cultura obrera. Desde las independencias, no se ha hecho ningún esfuerzo para desenraizar y deconstruir esta estigmatización del Islam. La época todavía era la de las luchas y las conquistas sociales, lo cual relativizó el peso de estas herencias reaccionarias.»

La crisis económica de los años 70, sin embargo, va a cambiar la coyuntura, y los clichés de la época colonial van a alimentar la cartera de clientes de la extrema derecha. «Con la crisis estructural y sistémica que alcanzó al capitalismo francés en la década de los 70 —prosigue Said Boumama—, el Frente Nacional retomó por su cuenta todas estas caricaturas formadas durante la guerra de Argelia, y contribuyó a abonar este terreno propicio. Así pudo salir de la dimensión grupuscular en la que se había acantonado la extrema derecha tras la victoria contra el nazismo en 1945. En la década de los 80, el Partido Socialista puso en marcha políticas ultraliberales que debilitaron profundamente a las clases populares. Así, los procesos de depauperización masiva y precarización producen un sentimiento de desesperanza social en el mundo obrero. Un sentimiento que el Frente Nacional intenta recuperar en su provecho».

El partido de extrema derecha salió hábilmente del apuro, logrando una lepenización de las mentes en Francia, como nos explica Said Boumama:

«Completamente atareados en las políticas de desregulación, los gobiernos socialistas, en realidad de derechas, intentan evitar la cólera social difundiendo claves de lectura étnicas (sobre la delincuencia, sobre la inseguridad, sobre la degradación de las condiciones de vida en los barrios populares, etc.) es decir, retomando los temas, las lógicas, las maneras de plantear las cuestiones sociales del Frente Nacional. Se trata de un verdadero proceso de lepenización de las mentes, lo que se pone en juego. Paralelamente, en el seno de las clases populares, el componente descendiente de la inmigración de las antiguas colonias es el que se ve más afectado por la crisis, al mismo tiempo que es señalado como responsable de los males sociales por la lepenización de las mentes.»

Tras la muerte de dos jóvenes musulmanes por la policía,
en octubre de 2005 se inició en los barrios de París
unos disturbios que se extendieron al resto del país.

Convertidos en los nuevos chivos expiatorios de una Francia gangrenada por el racismo, ciertos jóvenes van a encontrar una vía de escape en la religión.

«Progresivamente las discriminaciones se masifican y se vuelven sistémicas, impactando en el devenir de los jóvenes franceses descendientes de la inmigración postcolonial —precisa Said Boumama—. Para una parte de entre ellos, el reencuentro con la fe musulmana fue un antídoto contra la autodestrucción. Para otros, la reacción llega bajo forma de revueltas, y culmina en noviembre de 2005 con la explosión de 400 barrios populares durante 21 días contra las injusticias, que les afectan en términos de discriminación, de relegación y de controles policiales, desembocando en múltiples muertes de jóvenes bajo las balas de la policía. Las organizaciones de izquierda, aisladas de los barrios y de las clases populares, evitaron entrar en la lucha contra las discriminaciones racistas, porque las consideraban, bien inexistentes, o bien secundarias. Estas organizaciones de izquierda eran incapaces de comprender que se trataba de una revuelta popular y la dejaron aislada, contribuyendo así a acrecentar el abismo. El Frente Nacional inicia entonces la conversión de su ideología racista antimagrebí en racismo contra los musulmanes y contra el Islam, es decir, en islamofobia.»

Pero el nuevo caballo de batalla de la extrema derecha rebasa largamente los mítines del FN.

«La nueva temática será, como las precedentes, asumida por la derecha clásica y el Partido Socialista —encadena Said Boumama—. La ley sobre el uso del velo en 2004 marca el paso a una islamofobia de Estado, que señala al Islam como un peligro para la República, el derecho femenino y la laicidad. Esta estrategia no desarma al Frente Nacional, que se convierte bruscamente en “republicano”, cuando desde su nacimiento confraternizaba con los monárquicos. Se convierte de repente en “feminista”, cuando desde su nacimiento defendió el retorno de las mujeres al hogar y a la tradición. Se convierte bruscamente en laico, cuando desde su nacimiento defendió una Francia cristiana. Se habían echado las bases de un consenso transversal antimusulmán. Unos buscando el crecimiento de su audiencia política, que iban afianzando en cada nuevas elecciones. Los otros, en el Partido Socialista y la derecha, se sirvieron de ello como cortina de humo para desviar la atención de las verdaderas cuestiones sociales.»

Y este contexto islamófobo tuvo, evidentemente, un impacto sobre aquellos jóvenes franceses que viraron hacia el fanatismo religioso para partir a hacer la yihad en Oriente Medio. Con todos los problemas que plantea su retorno, no siendo menos problemática su partida. Uno de los autores del ataque a Charlie Hebdo se felicitaba de haber «vengado al profeta».

«Debilitados socialmente, víctimas de discriminaciones sistemáticas (en la formación, en el empleo, en la búsqueda de vivienda, etc.), humillados en controles de policía permanentes, presentados como un peligro para la sociedad, acusados permanentemente en los medios, y finalmente, humillados de nuevo por los ataques incesantes contra el Islam, algunos de estos jóvenes buscan un canal para expresar su rebeldía —comenta Said Boumama—. Por añadidura, el espectáculo de las guerras de agresión por el petróleo, acompañado del mismo discurso antimusulmán que ellos sufren ya, en un contexto de abandono de los barrios populares por las organizaciones de izquierdas, constituyen un terreno abonado para todos los manipuladores de la miseria y del sufrimiento humano. Si la mayoría de los jóvenes no cae en el nihilismo, una minoría de entre ellos están buscando un canal para, a la vez, expresar su rebeldía y encontrar una salida al nihilismo autodestructor que les afecta.»

Charlie Hebdo: ¿Izquierdistas o reaccionarios islamófobos?

¿Cómo situar Charlie Hebdo en este contexto islamófobo? La revista fue lanzada en 1960 por El Profesor Choron y François Cavanna. Por entonces se llamaba Hara-Kiri, y se define: bestia y sangriento[5]. Precursora, en cierto modo, de Mayo del 68, esta banda de tipos divertidos, parece decretar avant l´heure que está prohibido prohibir... la risa. Una línea editorial que no parece bien a todo el mundo. En 1970 el número sobre la muerte del general De Gaulle provocó la prohibición de Hara-Kiri. Choron y Cavanna contraatacan, y vuelven con Charlie Hebdo. Wolinski explica, por aquel entonces, que es de izquierdas, antes de precisar que, sobre todo es alguien «que duda de todo». «Hay tendencias que nos resultan más simpáticas que otras», precisó Cavanna. «Lo que es cierto es que estamos contra el sectarismo, cualquiera que sea. Nunca se debe abandonar la libertad de pensar, es decir, el espíritu crítico. Todo es criticable, nada es sagrado.» En este sentido, Hara-Kiri primero, y Charlie Hebdo después, contribuyeron a liberar el pensamiento. Y la revista encarnaba una cierta idea de progreso.

En 1981, la revista desapareció. Falta de subscriptores. Once años más tarde, volvió a renacer. Reencontramos allí a Philippe Val a los mandos hasta 2009. Sus posiciones rompen con el espíritu izquierdista que había animado Charlie Hebdo en el pasado. Philippe Val defiende el «sí» al referéndum sobre la Constitución Europea, apoya la guerra de Irak, ataca a Chomsky a base de calumnias, propaga falsos rumores sobre el Foro Social Europeo y abre las columnas de Charlie a Caroline Fourest. En 2006, se retrata con algunas palabras en las columnas de la revista: «Si se mira un mapamundi, yendo hacia el este: más allá de las fronteras de Europa, es decir, de Grecia, el mundo democrático se detiene. No se encuentra más que un pequeñísimo trozo avanzado hacia Oriente Medio: el Estado de Israel. Después nada más, hasta Japón (...) entre Tel-Aviv y Tokio, reinan poderes arbitrarios, cuya única forma de mantenerse es alimentar, entre la población analfabeta al 80%, un odio feroz contra Occidente, por estar constituído por democracias.» Sin importar si, como revelaba Plan B[6], según un informe de Naciones Unidas solo tres países en el mundo tenían todavía una tasa de analfabetismo del 80%, y que alguno de ellos no estaba situado entre Tokio y Tel-Aviv.

La revista HARA KIRI predecesora de CHARLIE HEBDO.

Con Philippe Val, «algo» se ha extendido en Charlie Hebdo. También podríamos creer que ciertos dibujos, como el de las esclavas sexuales de Boko Haram, se inscriben en la tradición alocada de la revista bestia y sangrienta. Pero uno termina por preguntarse si no cuadrarían mejor en Valores Actuales[7]. Hasta el punto que la libertad en el tono no vale para todo en Charlie Hebdo. Cavanna decía que había que poder apuntar sobre todo el mundo. Philippe Val establece los límites donde a él le parece. En 2008, Siné[8] ironiza sobre la posible conversión al judaísmo de Jean Sarkozy. Algunos días antes, Libération ya lo había insinuado muy seriamente. Pero en el nuevo Charlie, esto no ocurre. Esto no ocurre más. Siné, a quien debemos el dibujo de una monja masturbándose con un crucifijo, fue invitado a coger la puerta y largarse. Otros se habían ido antes que él. Como Olivier Cyran, que denunció «la conducta despótica y el carácter de trepa» de Philippe Val.

¿Charlie Hebdo se había convertido en una publicación reaccionaria? Charb se podía mofar del Islam, aún defendiendo la causa palestina. Mientras Val hacía promoción de la Constitución Europea, Cabu llamaba a votar «no» algunas páginas más adelante. O si el mismo Val alababa a la diplomacia estadounidense, Wolinski apoyaba a Cuba. Los dibujantes de Charlie no habían cambiado sus antiguas chaquetas de anarcos izquierdistas. Pero los valores que sostenían su alineamiento pudieron ser instrumentalizados en provecho de causas no tan gloriosas. Así, en una Francia donde las consignas islamófobas venían siendo legión, representar al Profeta Mahoma como terrorista no resulta una hazaña.

«Charlie Hebdo forma parte de las múltiples capas islamófobas que se han acumulado estos últimos años, y que continúan recientemente, con un Zemmour o un Houellebecq[9], indica Said Boumama. Aunque llevando en su bagage personalidades y puntos de vista políticos diferentes, tienen en común una relación con la religión antimaterialista, percibiéndola, por principio, como reaccionaria en todo lugar y en todo tiempo. Algunos han pensado sinceramente que el Islam era el nuevo peligro religioso de nuestros días. Otros, como Val, han surfeado la ola islamófoba en la sociedad, propiciada por el Estado, tratando de aumentar la cuota de mercado de la revista. Fue él quien hizo dar un giro radical a la publicación, tomando al Islam como diana privilegiada. No se trata, en absoluto, de una postura globalmente antireligiosa (Aún cuando algunos artículos continuaban atacando a otras religiones), sino de tomar como objetivo a una religión específica.»

Este es el contexto islamófobo. Estas fueron las posiciones que tomó Charlie Hebdo. Esto, evidentemente, no justifica el atentado del miércoles. Se trata, sobre todo, de comprender los factores que han hecho posible lo impensable. Esta comprensión es mucho más importante que las tentativas de recuperación política malsana que ya estamos viendo hoy, llamando a cavar aún más una fosa de la que pensábamos haber tocado fondo. En Grecia, para denunciar a su adversario de la izquierda radical, Antonis Samaras, primer ministro, representante del partido conservador Nueva Democracia, ha declarado: «Hoy, en Paris, se ha producido una masacre con, al menos, doce muertos. Y aquí, algunos todavía pretenden favorecer la inmigración ilegal y prometen la naturalización». El millonario americano Donald Trump, por su parte, ha invitado a Francia a autorizar la tenencia de armas: «¡Acordaos de que, cuando las armas están fuera de la ley, solo los “fuera de la ley” llevan armas!». Por su parte, Marine Le Pen ha reclamado un referéndum sobre la pena de muerte. Es duro ser llorado por los imbéciles...

«Desgraciadamente, la solución necesita una acción en múltiples direcciones simultáneamente, señala Said Boumama. Se trata, a la vez de oponerse a las guerras por el petróleo, para orientar la cólera legítima hacia la política, de forma que no se pervierta. Se trata, en segundo lugar, de combatir sin concesiones la islamofobia, con el fin de destruir el sentimiento de aislamiento frente a los ataques que recibe esta parte cuantitativamente importante de las clases populares. Se trata, igualmente, de organizar a estos jóvenes para entablar junto a ellos el combate contra las discriminaciones sistemáticas, contra los controles y los crímenes policiales. Finalmente, se trata de producir una nueva perspectiva común, que ponga en cuestión las elecciones económicas actuales y la política internacional francesa. Sin todo esto, las rebeldías legítimas seguirán siendo pervertidas».

¿Choque de civilizaciones o lucha de clases?

El domingo 11 de enero en Paris, la marcha republicana en homenaje a las víctimas de los atentados reunió a millón y medio de personas. La libertad de expresión era un tema predominante, a pesar de la presencia de Netanyahu a la cabeza del cortejo. En 2014, Gaza ha sido el segundo lugar del mundo donde más periodistas han caído. En el mes de agosto, durante el conflicto desatado contra la pequeña franja de tierra palestina, los reporteros que pretendían entrar en Gaza tenían que firmar un exculpatorio para impedir cualquier denuncia contra el ejército israelí en caso de resultar heridos o muertos. En materia de libertad de expresión, hemos visto cosas mejores.

Los hipócritas desfilan al frente de la manifestación...

El atentado contra Charlie Hebdo no puede, por lo tanto, ser reducido a esta única dimensión. Sus raíces, la imposición de un islamismo reaccionario en Oriente Medio y la marginación de los jóvenes descendientes de la inmigración, sobrepasan largamente el cuadro de la libertad de expresión. Gran parte de la clase política, de los medios y de los intelectuales, tanto de izquierda como de derecha, reducen los acontecimientos a este único aspecto de la lucha. De esta forma imponen, a pesar de las alertas contra la confusión, un punto de vista calcado del choque de civilizaciones. Sitúan la contradicción entre yihadistas fanáticos, de un lado, y ciudadanos republicanos, del otro. Los primeros no serían más que unos locos de Dios. Nosotros, acabamos de ver que, detrás de ese fanatismo, hay una enorme frustración que, a falta de una alternativa política constructiva, ha sido canalizada hacia el callejón yihadista. Por otro lado, los ciudadanos, reunidos en un gran frente republicano, son invitados a defender ferozmente los valores democráticos amenazados por el oscurantismo religioso.

El debate, planteado en estos términos, no permitirá sacar la cabeza del agua. Al contrario. Podemos esperar una división más acentuada de la sociedad, una escalada de la extrema derecha, medidas liberticidas en nombre de la seguridad, la instauración de un clima de psicosis y de persecución y la radicalización de una minoría de jóvenes. ¿Hay alguna solución constructiva? ¿A quién beneficia, entonces, este punto de vista? A aquellos que combatieron el nacionalismo árabe con el fin de saquear el petróleo de Oriente Medio. A los que hacen la guerra mediante yihadistas interpuestos, para que sus multinacionales consigan siempre mayores beneficios. A los que, incapaces de aportar soluciones a la marginalización de los jóvenes descendientes de la inmigración, han jugado al juego de la extrema derecha. A los que se empeñan en aplicar la austeridad mientras que las familias más ricas continúan enriqueciéndose a pesar de la crisis. A los que son incapaces de interrogarse y asumir su responsabilidad en el atentado del 7 de enero. Estos mismos que abonan el terreno para el fanatismo, no son capaces más que de proponer un frente republicano por la libertad de expresión. Contribuyen así, como explica Said Boumama, a unir a aquellos que deberían estar divididos y a dividir a los que deberían estar unidos.

Antes que hacer desfilar a los oprimidos detrás de los criminales de guerra en París, conviene sustituir el choque de civilizaciones por la lucha de clases. ¿Un concepto pasado de moda? No, si creemos al millonario Warren Buffet: «Hay una guerra de clases. Es mi clase, la de los ricos, quien ha declarado esta guerra, y quien la está ganando». Ya es el momento de lanzar una contra-ofensiva frente a las guerras económicas, las desigualdades y los falsos debates.

El ataque contra Charlie Hebdo ha atentado contra nuestros valores democráticos. Y es necesario, para que haya más democracia, dar respuesta al drama. Sin equivocarse. No es democrático bombardear países, ni siquiera contra una dictadura. No es democrático estigmatizar a ciudadanos, y menos en nombre de los valores republicanos. La verdadera democracia apela a una lucha colectiva contra el oscurantismo y contra el terreno en el que éste ha germinado. Por tanto, una lucha en múltiples frentes, que requiere una toma de conciencia y solidaridad.
14 enero 2015


NOTAS:
[1] Suburvios, en francés (N. Del T.)
[2] Algunos de los dibujantes, muy populares en Francia, muertos en el ataque. (N. Del T.)
[3] Se trata de la misma política que realiza, hoy en día, en España, el gobierno del PP. Negando las ayudas estatales a los más desfavorecidos por su política neoliberal, los lanza a los brazos de organizaciones religiosas como Cáritas, convirtiéndolos en rehenes de la Iglesia católica, financiada, por el propio Estado. (N. Del T.)
[4] Ejército Libre Sirio. (N. Del T.)
[5] Una versión española de la revista, con el mismo nombre: Hara-Kiri. Humor bestia y sangriento vió la luz en España allá por los años 70. (N. Del T.)
[6] Publicación inglesa. (N. Del T.)
[7] Publicación francesa de actualidad política y económica.(N. Del T.)
[8] Dibujante que formó parte de la plantilla de Charlie Hebdo. (N. Del T.)
[9] Populares escritores franceses.

lunes, 19 de enero de 2015

Charlie Hebdo: la infamia

 
Michael Löwy*

Infamia. Es la única palabra que puede resumir lo que sentimos ante el asesinato de los compañeros de Charlie Hebdo. Un crimen tanto más odioso, cuanto que estos camaradas artistas eran gentes de izquierda, antirracistas, antifascistas, anticolonialistas, simpatizantes del comunismo o del anarquismo. Hace poco, habían participado en un álbum de homenaje a la memoria de los centenares de argelinos asesinados por la policía francesa en París el 17 de octubre de 1961. Su única arma era la pluma, el humor, la irreverencia, la insolencia. También contra las religiones, según la inveterada tradición anticlerical de la izquierda francesa. Pero en el último número de la revista, la portada ofrecía una caricatura contra la islamofobia de Houllebeck, y dentro, una página de caricaturas contra la religión… católica. Vale la pena recordar que Chab, el redactor jefe, era un dibujante de sensibilidad revolucionaria que llegó a ilustrar el libro de Daniel Bensaïd Marx, mode d’emploi. Y que estaba presente en el acto de homenaje a Bensaïd, en donde esbozó unos dibujos tiernos e irónicos que se iban proyectando en pantalla.

La acción de estos fanáticos e intolerantes yihadistas es un crimen contra la libertad de prensa, contra la libertad de pensamiento, contra la libertad artística. Pero es también un crimen contra el Islam, y contra los musulmanes de Francia, que ahora corren el riesgo de pagar la factura de una infamia de la que no son en absoluto responsables.

La ola de islamofobia que ha venido creciendo en la Francia de estos últimos años con el apoyo de periodistas racistas como Eric Zemour o de escritores «consagrados» como Houellebeck, confunde musulmanes con integristas e integristas con yihadistas, en una amalgama tan pérfida como manipuladora. Ese clima deletéreo favorece a las corrientes racistas, «identitarias» y fascistas, sobre todo a la empresa de la familia Le Pen, que ha hecho del racismo y de la islamofobia su fondo de comercio. Huelga decir que procurarán servirse del crimen de los yihadistas para esparcir su veneno.

Unos y otros buscan instaurar un clima de «guerra de civilizaciones», según la siniestra fórmula acuñada por Samuel Huntington (uno de los arquitectos de la Guerra del Vietnam). Urge recordar que el verdadero conflicto de nuestro tiempo no se da entre «el Islam» y «Occidente», sino entre explotadores y explotados, entre opresores y oprimidos. Y a fin de cuentas, entre los intereses del capitalismo y los de la Humanidad.

11/01/15


   * Michael Löwy es un reconocido filósofo e historiador marxista del pensamiento contemporáneo.

miércoles, 14 de enero de 2015

Europa y EEUU proponen cerrar sitios web sin orden judicial para «protergerse del terrorismo»



Sin embargo se trataría de un nuevo poder de censura al ejecutivo de los países de la Unión Europea que unilateralmente podrían incluir en esa lista webs contrarias a sus intereses.

Bajo el marco de la reunión de Ministros del Interior de países europeos y Estados Unidos en París por la marcha en contra de los atentados en el país, Francia ha elaborado una propuesta enviada a la Comisión Europea el 8 de enero para bloquear sitios web en menos de 24 horas en todos los países de la Unión Europea, sin intervención de un juez, con el objetivo de «proteger a ciudadanos europeos del terrorismo e imágenes de pornografía infantil”».

De aprobarse, el decreto definiría un procedimiento en el cual se quitaría el acceso a sitios web que aprueban actos de terrorismo por medio de una lista elaborada por los ministerios de Interior de cada país enviada a los proveedores de acceso a internet, los cuales tienen un plazo de 24 horas para consentir.

El documento inclusive explica que el bloqueo debe hacerse a nivel de nombres de dominio, es decir, eliminando los IPs de los servicios DNS. El estado pagaría cualquier costo asociado con la operación técnica del lado de las operadoras.

Esta propuesta sería prácticamente igual a la que Francia ya aplica dentro de su territorio como intento de combatir el reclutamiento a jóvenes yihadistas por medio de webs extremistas con apología al terrorismo.

Temores de censura

Nuevamente surgen temores de que se use esta medida pan-europea para censurar webs al no intervenir un juez en la decisión, al no saber exactamente quiénes son las personas que elaboran esa lista, que por decreto sería confidencial, dándole un nuevo poder de censura al poder ejecutivo de los países de la Unión Europea que unilateralmente podrían incluir en esa lista webs contrarias a sus intereses.

viernes, 9 de enero de 2015

Los que son Charlie



Por Mario Wainfeld

La inolvidable tapa de ayer de Página/12 cumplió la célebre consigna: esa imagen expresó más (o mejor) que mil palabras. Muchas personas de a pie, en muchos confines del mundo, dijeron con franqueza: «Todos somos Charlie». La solidaridad con las víctimas es un valor elevado e irrenunciable. Cuando se observa con más detalle, cuando se lee la realidad política mundial, aparecen los grises o las oscuridades. Las complejidades, reticentes a ser pintadas en blanco o negro.

No todos los que hoy se indignan son víctimas, ni los terroristas asesinos de París son los únicos victimarios. Un crimen atroz produce, en buena hora, reacciones en cadena. Como escribió también ayer en este diario el colega Martín Granovsky, es impropio hacer conteos con las víctimas. Las de París no «valen» más ni menos que los estudiantes masacrados en México, los ciudadanos palestinos o los libios atacados por coaliciones «occidentales». Integran una misma y larga estirpe: los civiles arrasados en nombre de variadas «razones de Estado», integrismos religiosos o culturales, guerras santas basadas en los credos o en otros valores.

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Tomemos como disparador a un clásico argentino. La disyuntiva «Civilización o barbarie» planteada por Sarmiento es una fórmula genial, perdurable en el tiempo y en el espacio. También falaz y sectaria si se la usa como paradigma. Las visiones binarias no equivalen al crimen selectivo o a los genocidios, pero éstos son inimaginables sin aquéllas.

Los apodados países centrales no son Roma y la civilización en estado puro, aunque así se está comentando ya. O lo haya escrito un escritor de calidad como Arturo Pérez Reverte. Ni los terroristas son, exclusivamente, los bárbaros.

Vayamos a la etimología, por una vez. Bárbaros eran los que hablaban mal la lengua de la metrópoli, su parla gutural hizo que los nombraran así. Los que asolaron la redacción de Charlie Hebdo, contó una testigo presencial, hablaban francés a la perfección, si es que los franceses lo hacen.

Una parte de los terroristas son ciudadanos europeos, de primera o segunda generación, que llevaron su disconformidad a un paroxismo inadmisible. Pero esa disconformidad los trasciende largamente y viene de lejos. Hay millones de franceses de origen musulmán, una cifra record en Europa: no todos son considerados (o tratados como) ciudadanos plenos.

Vale recordar y recomendar un texto formidable, una investigación colectiva dirigida por el sociólogo francés Pierre Bourdieu, titulada La miseria del mundo, publicada hace más de veinte años. Un equipo de sociólogos e investigadores organizó y sistematizó una lectura del universo de los sectores populares, a partir de historias de vida. Todos de condición humilde, dentro de lo que eso significaba en el esquema benefactor extendido del Estado francés. Galos de varias generaciones rezongaban respecto de los hijos de inmigrantes «árabes». No de los que recién llegaron: evocaban que eran respetuosos, más bien callados, poco provocadores. La bronca mayor fincaba en los hijos o nietos: barulleros, «maleducados», respondones, rebeldes diría uno. Podría añadirse que hacían carne de una tradición francesa: la crítica, la libertaria, la que exige más derechos.

Los jóvenes de las barriadas suburbanas que protagonizaron revueltas desde hace unos años, son usualmente franceses, educados en la escuela pública, pero no se percibían ni perciben como iguales.

La política migratoria del ex presidente Nicolas Sarkozy fue severa hasta la maldad con los inmigrantes, en particular con los «ilegales», condición que no es una esencia sino que depende de la tolerancia y apertura legal o estatal. Inventó subsidios irrisorios (que envolvió en jerga capciosa y burocrática) para que volvieran a sus países de origen. Las condiciones eran catonianas, la idea central era expulsiva.

«Sarko» está volviendo y compite (no desde ayer) con la proverbial ultraderecha de Marine Le Pen. Buscan polarizar a la sociedad, ubicar a todos los musulmanes en el bando de la barbarie, homologarlos a la ínfima minoría que revista en Al-Qaida o en ISIS. Seguramente escalarán en su interna a partir de este enero.

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Los flujos de capital dan la vuelta al planeta en minutos. Las Bolsas de las grandes capitales hacen y deshacen durante todo el día, variando las horas según las latitudes. El desplazamiento de los seres humanos conoce vallas, muros, costas hostiles, alambrados. No es un mundo ideal ni fragante aquel en el que los mercados financieros son más libres que las personas. Y, para colmo, más poderosos.

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La mestización de las sociedades, la hibridación de sus culturas (según la redonda expresión de Néstor García Canclini), es una tendencia creciente. Permítasenos un recuerdo impresionista. Este cronista paseaba por Londres, desde la Torre hasta donde dieran sus piernas. Un día templado, daba para caminar y observar. Se cruzó con una multitud de individuos, laburantes por la pinta, variados los colores de su piel y sus procedencias. Muchos hablaban por celular, como es cotidiano hoy día. Su esperanto es el inglés, pero cuando se apela al móvil se suele volver al idioma de origen, para comunicarse con la familia o los amigos. Era una torre de Babel itinerante, decenas de lenguajes, muchos de ellos ignotos para el limitado cronista. Argentino, nacional y popular, uno no integra el club de admiradores de Gran Bretaña, usted me entiende. Pero disfrutó y empatizó con el tono cosmopolita de la gran ciudad, que ahora puede encontrarse en grandes capitales europeas, como Londres o París. O en Nueva York. O en Rosario, Córdoba o Buenos Aires, desde hace un tiempito.

En la aldea global forzada a la convivencia, en su propio centro, anidan y prosperan fuerzas políticas que exaltan la discriminación, el etnocentrismo, el racismo, la exclusión en suma. Su presencia no autoriza las matanzas, pero da cuenta de la complejidad y las contradicciones.

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Imposible hacer la lista de los países en que se matan a diario pobladores civiles. Intentar un inventario llevaría a omisiones que cualquiera puede considerar injustas. Quienes leen este diario podrán armar su nómina. Tras el atentado contra las Torres Gemelas, los países dominantes escalaron en la retaliación contra cualquiera que habitara «territorio enemigo». Estados Unidos, claro, es el pivote.

Las recientes declaraciones del presidente Barack Obama sobre la tortura son un signo de la época. Reconoció que fue utilizada como recurso cotidiano. Añadió que es intolerable y además fue ineficaz. La segunda parte rezuma esa mezcla de cinismo y sinceridad brutal que caracteriza el discurso de los imperios. ¿Y si fuera eficaz, qué? Seguramente el presidente, sujeto pasivo él mismo del racismo de sus adversarios domésticos que son todavía peores, quiso ampliar el nivel de consenso de su «denuncia». Si la tortura rindiera frutos, condenarla sería piantavotos para algunos de sus representados.

La tortura es política de Estado en la mayor potencia del planeta: todos somos los Charlie sometidos a la picana o al submarino seco. La idea se extiende a otras latitudes o a la Argentina cuando se practican esa u otras formas de violencia institucional. Las fuerzas políticas domésticas y el propio oficialismo están divididos en la lucha contra eso, que sí es barbarie. Las agencias del Estado también pugnan entre sí. Los grises y las tensiones explican a todo el mundo, no sólo al exterior.

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Los jihadistas de origen francés son, según ponderaciones de especialistas, «unos miles». Los musulmanes que pueblan Francia, cerca de 5 millones. Uno por mil da la proporción rústica, con suerte. La minoría no es la mayoría ni la representa en sentido alguno. Sin embargo, es de temer que la mayoría padezca reacciones y castigos. Otro tanto puede suponerse, basándose en la experiencia reciente, de los países que sean sindicados como «guarida de terroristas».

El atentado a las Torres Gemelas no alumbró un sistema internacional mejor o superador, al contrario. Vaya otro elemento para contrariar los simplismos: el entonces presidente de Francia, Jacques Chirac, un líder de centroderecha, rehusó ir a la guerra contra Irak. La furia americana fue integral. El actual presidente de prosapia socialista, François Hollande, participó con más entusiasmo en aventuras bélicas transnacionales. Su discurso de anteayer, visto desde acá lejos, sonó templado y sensible.

Miles de personas marcharon en París y en otras ciudades para expresar repulsa y dolor. Ponen el cuerpo, ocupan el espacio público, son la sal de la tierra. A la distancia, numerosos argentinos se habrán sentido solidarios con ellos. Uno rememora, asumiendo que la historia jamás es un calco, las manifestaciones tras el atentado a la AMIA o el asesinato de José Luis Cabezas. Tales movilizaciones siempre expresan un anhelo: «Que no se repita». Nunca más a la violencia sectaria, a todo tipo de terrorismo. Un deseo noble, una bandera que jamás debe arriarse, un objetivo muy complicado en un contexto mundial cruel.

martes, 6 de enero de 2015

Misa en honor a un criminal de guerra fascista

 

Como viene ocurriendo desde los años noventa del siglo pasado (y tras su inependencia) en Zagreb, la capital de Croacia, el pasado 28 de diciembre se celebró el 55 aniversario de la muerte con otra misa más en honor al antiguo dictador croata y filonazi Ante Pavelic. Pavelic fue responsable del asesinato de miles de serbios, judíos, gitanos y antifascistas balcánicos durante los años de la Segunda Guerra Mundial. Fundó el grupo terrorista de los ustachas y el estado criminal clerofascista de Croacia (más Bosnia) con el apoyo de la Alemania nazi, la Italia fascista y, también, del Vaticano. Para muchos historiadores fue mucho más cruel que Hitler (a su pequeña escala), y es una vergüenza que en un país que forma parte de la «democrática» Unión Europea se homenajee a tal criminal. Como bien nos recuerda el caza-nazis Efraim Zuroff del Centro Simon Wiesenthal.


La ceremonia la condujo un viejo conocido, el sacerdote Vjekoslac Lasic. Reconocido católico filofascista que ya protagonizó varios rituales en honor a este dictador y otros representantes de su régimen. A la iglesia situada en la calle Palmoticena de la capital croata, la Basílica del Sagrado Corazón de Jesús, asistieron varios clerofascistas para recordar a tan deplorable personaje histórico.


Afuera, a las puertas, se concentró una manifestación de varios antifascistas para mostrar su rechazo a la glorificación de este criminal de guerra que se efectuaba en el interior del templo. La policía llegó y se interpuso entre ambos grupos, para evitar una confrontación más seria y para identificar a los asistentes (de ambos bandos), pero detuvieron a uno de los manifestantes antifascistas que respondió a la provocación de los ustachas.

 Ver vídeo:

viernes, 2 de enero de 2015

La Transición fue una traición


Por LIDIA FALCÓN

Cayo Lara dice que su generación que vivió la dictadura sabe lo que es la Transición. «Yo soy de los que defiende que se hizo lo que se podía, los sindicatos y la izquierda conquistaron lo que pudieron. Y fue un pacto no de élites. Algunos lo califican de pacto de élites… Fue un pacto de élites que estaban en la cárcel y en el exilio y otros que estaban en el poder y en la dictadura. Se habría podido avanzar mucho, pero la ruptura de ese pacto por parte de la derecha política y económica es lo que nos ha llevado a esta situación de deterioro. El no haber desarrollado España como Estado federal y plurinacional nos ha llevado a la situación actual respecto a Cataluña.»

No sólo Cayo Lara y su generación vivieron la dictadura y la Transición. Otros como yo, que pertenecemos a la generación anterior, y todavía la de mis padres, que muchos estaban vivos, las vivimos también. Y estuvimos en pie de guerra durante largos años para que no se ratificaran los pactos que nos traicionaban. La Transición fue la gran Traición. De los que estaban en el exilio, como Carrillo. y de los que habían estado en la cárcel. como Camacho. Solé Tura y otros redactores de la Constitución ni habían estado en la cárcel ni en el exilio, y pronto se vio el beneficio que obtuvieron. Por supuesto los grandes beneficiados fueron los que estaban el poder y que no lo abandonaron.

Es falso que se hubiera podido avanzar mucho con los pactos de la Transición, la prueba es el camino que hemos andado. Y no únicamente por culpa de la derecha, a menos que creamos que las derechas son demócratas y benéficas y sólo ahora, con Rajoy de gran culpable, han cambiado. Desde el momento en que el Partido Comunista acepta la Monarquía, el himno franquista y la bandera borbónica; el mismo Ejército que había masacrado a su pueblo, la misma Iglesia que había sido cómplice del genocidio español, y consiente en mantener intacto el reparto de la riqueza, el poder de la banca, de los grandes consorcios industriales y de los latifundistas del sur y del oeste de España, y aprueba la Ley de Amnistía del 77 que dejaba impunes a los asesinos fascistas, la rendición de las clases trabajadoras era sin condiciones. Tan sin condiciones que un año antes de aprobar la Constitución se firmaban los Pactos de la Moncloa para entregar todo el poder al capital y dejar al proletariado sometido a la patronal.

Y tan humillante rendición se acepta por el PCE para implantar esta parodia de democracia que reinstaura a una Casa Real corrupta, que nos está esquilmando desde hace 39 años, y que alterna en el gobierno a uno u otro partido, ambos siervos de la Banca Mundial, de las multinacionales y de la empresa armamentística, mediante la parodia de elecciones en que los resultados están previstos de antemano. Es demasiado el precio que se ha pagado por el acta de legalización del Partido Comunista.

Que nadie arguya que sin esa legalización el PCE no podía participar en política. Un partido que fue el hegemónico durante 40 años de dictadura, cuyos heroicos militantes habían sufrido persecuciones, torturas y asesinatos sin cuento, ¿qué podía temer en la era de las “democracias” europeas? Todos sabíamos que la clandestinidad se había acabado, quizá no pudiera obtener los escaños en el Congreso y las concejalías en algunos ayuntamientos, pero el precio de tanta rendición era demasiado barato.

A raíz del golpe de Estado del 23 de febrero de 1981 escribí un análisis que publiqué en Poder y Libertad (¿dónde iba a ser?) sobre la imposibilidad de que aquel golpe triunfase. Y eso que todavía no tenía todas las claves de la implicación del rey y de los socialistas en el diseño del otro golpe, el de Armada. No me equivoqué. Ni la situación de Europa en aquel año ni el lugar que tenían en la producción, y en la ideología dominante, el Ejército, la banca, los consorcios industriales, los Grandes de España que poseen Andalucía y Extremadura, y la Iglesia, podían propiciar un golpe a lo del año 36. Como decía Marx, si la primera vez fue una tragedia, la segunda fue una farsa. Y así fue y así ha sido. Al fin y al cabo, los vencedores de la Guerra Civil seguían, y siguen, siendo los que detentaban el poder; no necesitaban provocar una nueva guerra.

Los Pactos de la Moncloa hundieron la capacidad adquisitiva del proletariado, el Estatuto de los Trabajadores anuló ventajas y derechos que había concedido la dictadura y la Ley de Amnistía garantizó la impunidad de los asesinos y ladrones que nos habían aniquilado y esquilmado. Todavía están en todas las cunetas, caminos, cementerios y carreteras de España los restos insepultos de nuestros padres y de nuestros abuelos, que en número de más de 150.000 convierten a España en el más grande cementerio. Y cuando en esforzado trabajo, costeado por ellos mismos, los nietos de los asesinados han conseguido hallar una fosa con restos humanos, los jueces se niegan a acudir a levantar los cadáveres, contraviniendo toda norma legal.

Somos el país con más desaparecidos del mundo, en proporción a su población, después de Camboya. Y el más desgraciado. Porque hasta en Camboya y en Sudáfrica se ha constituido una Comisión de la Verdad y se ha enjuiciado a algunos de los criminales que perpetraron las matanzas. En Argentina, en Chile, en Uruguay, en Guatemala, en El Salvador, en Italia, en Grecia, en Portugal, en Alemania, se ha procesado a algunos de los verdugos, que hasta han llegado a ingresar en prisión, mientras que en España los genocidas son los que gobiernan el país, ellos o sus hijos o sus cómplices. Nunca se ha investigado la fortuna de los Franco, de la que siguen disfrutando sus herederos. Nunca se ha enjuiciado a Manuel Fraga, a Serrano Suñer, a Arias Navarro, a Martín Villa, que mantiene las mismas prebendas y negocios.

Contra todo lo que defienden los hagiógrafos de La Ley de Amnistía, desde Nicolás Sartorius a Manuel Fraga, ese cuerpo legal no vino a sacar de la prisión a los antifranquistas encarcelados sino a garantizar la impunidad de los franquistas. El indulto del 27 de noviembre de 1975, por la coronación del nuevo rey, dio la libertad a miles de presos por delitos de asociación, opinión, sindicalismo, prensa, como al propio Sartorius y a Camacho y a los del proceso 1001. Y sobreseyó los sumarios y dejó sin juicio a miles de nosotros que nos encontrábamos en libertad provisional. El segundo indulto en el 76 concluyó de liberar a los que tenían acusaciones de más calado y posteriormente, en el 77, cuando se aprueba la Ley de Amnistía, solo quedaban encarcelados 70 u 80 presos de ETA condenados por terrorismo. Esta fue la única contrapartida por haber dejado sin Memoria Histórica, sin pasado, sin justicia y sin compensaciones a cientos de miles de represaliados por el fascismo y a todo un pueblo.

Cayo Lara podía saber, y debía decir, que es falso que los redactores de esa perversa Constitución se propusieran construir un Estado Federal. Ni en 1978 ni en 2015. Desde el mismo momento en que aceptaron la Monarquía sabían que estaban aherrojando a los pueblos de España. Para eso la escribieron, para seguir explotando a los trabajadores y las trabajadoras, para impedir que se proclamara la III República, para que no se pudiera articular la forma de Estado como una Federación. Sometido el país al Ejército como garante de la unidad de España. Ni aunque ahora el PSOE invente esa farsa de federalismo tiene voluntad de implantarlo, porque lo primero que es preciso para ello es proclamar la III República. Nunca se ha visto mayor disparate político y jurídico que el de una Monarquía Federal. Y ni siquiera Cayo Lara se lo dice.

Todo esto, y mucho más, como los más de trescientos trabajadores, mujeres, y militantes de la izquierda, asesinados por los fascistas entre 1925 y 1982, contuvo la tan elogiada Transición. Y Cayo Lara no sólo debería saberlo, sino que debería explicárselo a nuestros hijos y a nuestros nietos antes de que se embrutezcan totalmente con las enseñanzas oficiales, con la propaganda dominante de las televisiones en poder de las oligarquías. Cayo Lara tiene la responsabilidad de estar informado y de informar, porque para eso es dirigente de Izquierda Unida, y aunque ya no se llame Partido Comunista muchos camaradas están ahí, muchas mujeres y hombres de izquierda siguen entregando su esfuerzo para que este país no sea tan amnésico, tan cruel, tan indiferente, tan cainita con sus antepasados y con sus contemporáneos. Y las mujeres y los hombres de las clases explotadas no se merecen una explicación falsa y traicionera como la que precisamente está defendiendo la derecha, desde Rajoy a González. ¿No es una extraña casualidad?

Fueron los comunistas los que inventaron la autocrítica. Más exigentes que los que les habían precedido hasta entonces en las luchas políticas, decidieron no entregarse a la autocomplacencia de sentirse satisfechos con todo lo actuado. Tanto han sido críticos con ellos mismos que en ciertos momentos se han despedazado, y ahora, cuando ya ha llegado el momento de ajustar cuentas con el enemigo, ahora aceptan la tesis de éste y muestran que están padeciendo el síndrome de Estocolmo, como decía tan certeramente Carlos París.

Pero lo que nosotros, los resistentes, no podemos aceptar con resignación es que la Historia la escriban los enemigos y los conformistas. Porque nuestros antepasados, aquellos que dieron la libertad y la vida por evitar el triunfo fascista, se merecen que se reivindique su heroicidad, y también nuestros descendientes se merecen que les cuenten la auténtica historia, a los que de otra manera dejaremos en la ignorancia y el engaño para que sufran nuevas derrotas. Como también nosotros mismos, los que aún estamos vivos y sabemos lo que fue la interminable lucha contra la dictadura y más tarde contra la democracia, por tener un país digno que legarle a nuestros hijos, no nos merecemos tanta mentira.

Hasta la última gota de saliva, hasta el último resuello del aliento, hasta el último minuto de vida, debemos seguir gritando la verdad; esa que, como decía Antonio Gramsci, es siempre revolucionaria.