domingo, 28 de mayo de 2017

La compasión no es un crimen

 

En junio de 2015, en Ontario (Canadá), Anita Krajnc se detuvo junto al camión que transportaba a 190 cerdos hacinados hacia el matadero para darles agua. Ha sido sometida a un juicio en el que se pedía para ella una pena de diez años de prisión, pero finalmente ha sido absuelta

26/05/2017

La compasión no es un crimen. Así lo ha entendido el juez David Harris (Ontario, Canadá) en la sentencia dictada el pasado día 3 de mayo en la que la activista en defensa de los derechos de los animales Anita Krajnc quedaba absuelta.

Anita fue acusada de un delito criminal cuya condena pudo haberla llevado a pasar hasta 10 años en la cárcel por facilitar agua a los 190 cerdos que viajaban hacinados en un camión a altas temperaturas hacia el matadero Fearmans Pork Inc. Fue durante un caluroso día de junio de 2015 cuando Krajnc se detuvo en una carretera de Burlington junto al camión de transporte de cerdos. Empuñando una cámara y una botella de plástico, ofreció agua a los sedientos animales que se agolpaban ansiosos contra los estrechos respiraderos del tráiler.

Sus armas eran dos de las más peligrosas, porque ofrecer un último trago de agua fresca a un animal que está a punto de ser acuchillado tiene una enorme carga simbólica. Supone detener la gigantesca maquinaria de producción por unos instantes para humanizarla, introduce la idea de los cuidados en un escenario violento, macabro y sangriento como es la entrada de cualquier matadero cuando se llena de animales aterrados tratando de evitar su turno. Pero, sobre todo, nos obliga a ver con sobrecogedora claridad que detrás de los productos que consumimos hay dolorosas historias protagonizadas por animales que sienten nuestro mismo miedo, nuestra misma sed.

Y porque una cámara en manos de una activista es la principal amenaza para industrias tan opacas y herméticas como las de explotación animal. Que la sociedad conozca cómo viven, cómo son transportados y cómo mueren los animales de consumo es su mayor miedo, hay muchos millones en juego si la ciudadanía decide replantearse con qué está llenando su cesta de la compra.

Prueba de ello son las leyes Ag-gag, leyes mordaza diseñadas en los últimos años específicamente para proteger a las grandes empresas del sector agropecuario. En 2011, el escritor del New York Times Mark Bittman acuñó el término 'leyes Ag-gag' para referirse a las propuestas en varios estados de EEUU que harían ilegal llevar a cabo investigaciones en instalaciones ganaderas.

Desde entonces, el lobby de la producción animal ha estado detrás de la introducción de estos proyectos de leyes en 16 de los estados de Estados Unidos. Su objetivo es silenciar a los denunciantes que revelan abusos hacia los animales en las granjas industriales. En ocho estados se han aprobado leyes Ag-gag que tipifican como delitos los actos relacionados con la investigación de las actividades cotidianas de las granjas industriales, incluida la grabación, posesión o distribución de fotos, vídeos y/o audios en una granja.

Estos proyectos de ley afectan por igual a periodistas, activistas e incluso a los trabajadores de las granjas, por lo que, prohibiendo cualquier tipo de grabación encubierta, también a los propios empleados se les está impidiendo obtener pruebas con las que denunciar riesgos para la seguridad alimentaria o violaciones de derechos laborales.

Numerosas organizaciones de defensa de los animales vienen realizando investigaciones y denunciando situaciones de extrema crueldad en granjas y mataderos, como la llevada a cabo en 2008 por la Humane Society of the United States en la que se obtuvieron imágenes que provocaron la mayor retirada de carne del mercado en la historia de los EEUU.

Estas propuestas legislativas son la respuesta de la industria ganadera a este tipo de investigaciones. En Idaho, por ejemplo, la organización Mercy for Animals filmó a los trabajadores de Bettencourt Dairies propinando puñetazos y patadas en la cara a las vacas. La revelación de estas imágenes tuvo como resultado varias condenas por maltrato animal, situación ante la cual la industria láctea reaccionó redactando la nueva ley Ag-gag de Idaho.

Casos similares se vienen sucediendo desde que, tras los atentados del 11-S, se empezase a utilizar el término «terrorismo» para perseguir tanto al movimiento ecologista como al animalista, situación que analiza en profundidad el periodista, conferenciante y escritor Will Potter en su libro Los verdes somos los nuevos rojos.


El impacto del creciente fenómeno de las leyes Ag-gag traspasa las fronteras de EEUU y las industrias de explotación animal comienzan a presionar para impulsar proyectos similares en todo el mundo, dejando a los animales más desprotegidos si cabe y criminalizando la labor informativa de periodistas y activistas.

El caso de Anita Krajnc en Canadá ha vuelto a dejar en evidencia cómo desde el sector agropecuario se practica activamente aquello de «matar al mensajero» tratando de convertir un gesto de solidaridad en un delito criminal. Pero han ganado el sentido común, la empatía y los animales. Hemos ganado todas y todos, y nuestro derecho a la información.

La compasión no es un crimen, y proteger a los animales frente a la crueldad es una idea a la que le ha llegado su tiempo. En palabras de la propia Anita a su salida del juzgado tras el veredicto: «Así es como los movimientos sociales difundimos lo que defendemos: saliendo de nuestra zona de confort y haciendo lo que es correcto».

martes, 23 de mayo de 2017

Lecciones de ciencia política en el reino animal


Por MIGUEL CANDELAS

La ideología dominante durante el último siglo y medio, y especialmente en la actualidad debido a la hegemonía cultural del neoliberalismo, ha venido manipulando la teoría de la evolución darwinista para utilizarla con fines persuasivos, destinados a justificar la codicia, la injusticia y la desigualdad bajo motivos supuestamente de orden biológico. Así, a pesar de que el propio Charles Darwin no plantease su idea de la «lucha despiadada por la supervivencia» con fines de aplicación a la moral humana en ningún momento, sus sucesores interpretaron su teoría de un modo sesgado, partidista e ideológico que dio lugar al surgimiento del llamado «darwinismo social» bajo el pensamiento de autores como Herbert Spencer o Ernst Haeckel, cuyos escritos supusieron todo el armazón ideológico para justificar el colonialismo despiadado, las políticas racistas y las prácticas eugenésicas. Teóricamente dicho pensamiento determinista biológico había quedado superado tras la derrota militar y política del nazismo, pero en los años setenta reaparece con fuerza como un neodarwinismo social impregnado de teorías genetistas y que ha supuesto la base de la actual corriente denominada «psicología evolucionista» una peligrosa perspectiva reduccionista que entiende el individualismo y el egoísmo como factores inherentes a la genética de todos los seres vivos, y que por lo tanto debemos aceptar nos guste o no.

Esta psicología evolucionista es la responsable de que expresiones como «la ley de la selva», «los genes egoístas» o «nuestra naturaleza salvaje» se hayan convertido en poderosos mantras que justifican la deriva neoliberal de nuestras sociedades, impregnando la mayoría de la filosofía de autoayuda o «coaching», la cual plantea el individualismo absoluto como la solución a todos los problemas que podamos padecer los seres humanos. Por suerte, algunas voces de prestigiosos científicos se han venido alzando en el terreno de las ciencias naturales para refutar dichas argumentaciones genetistas, tales como las del primatólogo Frans de Waal o las del paleontólogo Stephen Jay Gould. Sin embargo, en el campo de las ciencias sociales esta respuesta no ha sido tan evidente, y los pensadores contrarios al neodarwinismo social han caído en el error de replegarse en la inocua estrategia de la negación, condenando al ostracismo a la biología en su conjunto y considerando que la sociedad humana nada tiene que ver con ella (lo que por desgracia termina siendo una peligrosa arma de doble filo, al conllevar inconscientemente la aceptación de que la naturaleza sí que es egoísta, y que únicamente cabe intentar huir de dicha realidad y situar al ser humano al margen del resto de mamíferos).

Sin embargo, este planteamiento también es erróneo, ya que si atendemos a los distintos hallazgos de los estudiosos del comportamiento animal, nos encontramos con una naturaleza absolutamente diversa en términos sociales e incluso políticos, algo de lo que ya comenzó a percatarse hace un siglo el 'príncipe' y geógrafo anarquista Piotr Kropotkin tras realizar investigaciones sobre el comportamiento de la fauna siberiana. Kropotkin en seguida se dio cuenta de que en realidad entre los animales la ayuda mutua y la cooperación eran tan comunes o más como la lucha y la violencia, y sin negar gran parte de las tesis de Darwin (a su manera él también se consideraba un darwinista) utilizó el sentido metafórico que el británico había dado a la idea de lucha, extendiéndolo a una lucha general por la supervivencia contra las fuerzas hostiles de la naturaleza, y no únicamente como sinónimo de competición despiadada entre unos y otros seres vivos. Desde esta misma perspectiva pero ya en la actualidad, el primatólogo Frans de Waal ha realizado innumerables experimentos con diferentes especies de primates (chimpancés, bonobos, macacos, capuchinos, monos dorados) en los que ha demostrado como los comportamientos altruistas y empáticos se encuentran también en la base de los comportamientos de muchos simios, desde los monos dorados chinos cuyos machos sonríen y acicalan a las hembras que se encuentran inmersas en una pelea, para de este modo separarlas, tranquilizarlas y solucionar el conflicto pacíficamente, hasta las hembras de macaco que crían, besan y cuidan a las crías de otras hembras, sin existir entre ellas ningún lazo familiar. Igualmente, otros zoólogos y etólogos han analizado los comportamientos de otros mamíferos con inteligencia altamente desarrollada, tales como elefantes y delfines, que también destacan por su elevado carácter empático, desde elefantes que asisten y guían a sus compañeros invidentes (¿Acaso ya en la selva existe una ley de dependencia?), hasta delfines que forman anillos defensivos para proteger a náufragos de los ataques de los tiburones o que aguantan la respiración para sostener y mantener a otros delfines enfermos a flote, haciendo emerger su espiráculo fuera del agua para que puedan respirar. Así, frente al neodarwinismo dominante que plantea una naturaleza regida únicamente por la ley del más fuerte que permite la supervivencia de nuestros supuestos genes egoístas, es posible contraponer una visión también parcialmente darwinista (en el buen sentido del término) que muestre justamente la diversidad emocional y moral de los animales, y como entre las distintas especies observamos ayuda, cooperación y empatía en dosis iguales o incluso mayores a las de la competición, la lucha y la violencia (factores que obviamente tampoco pueden negarse).


Pero al margen de los elementos puramente morales, la naturaleza también contradice a Aristóteles (que consideraba al ser humano como el único animal político o «zoon politikón») mostrándonos grandes ejemplos de organización política compleja en el reino animal, y es conveniente observar el comportamiento social de diversas especies para darnos cuenta del enorme grado de desarrollo y de diversidad política que tienen muchas de ellas. En los insectos por ejemplo, nos encontramos con la increíble estratificación social que muestran hormigas, abejas y termitas, subdivididas en tres grupos principales (reinas, guerreras y obreras) y con un sentido de sacrificio individual al servicio de la comunidad que parece anticipar ya un socialismo primitivo. En los mamíferos por su parte, dotados ya de un cerebro límbico que permite desarrollar emociones y sentimientos, observamos sistemas políticos aún más sorprendentes. Leones y lobos por ejemplo se rigen por manadas muy jerarquizadas donde el macho dominante acumula todo el poder, lo que podríamos considerar como un modelo autocrático, pero al mismo tiempo, dichos «machos alfa» deben sustentar su poder no solo en la fuerza, sino también utilizando ciertas dosis de populismo, ya que si los machos subalternos de la manada consideran que su comportamiento está siendo tiránico o que no cumple con la defensa efectiva del territorio, pueden amotinarse y destronarlo perfectamente, lo que nos llevaría a un primer ejemplo de teoría del tiranicidio.

Pero sin lugar a dudas, son de nuevo los elefantes, cetáceos y primates los que sorprenden también con modelos de organización política aún muchísimo más elaborados y ya muy próximos a los que hemos construido los seres humanos (y no por casualidad, ya que son justamente los tres únicos tipos de mamíferos aparte de nosotros que han desarrollado también el tercer estadio cerebral o «neocórtex»). Los elefantes por ejemplo, dotados de una gran inteligencia, se articulan en base a sociedades matriarcales muy complejas de más de cien individuos que logran comunicarse por ultrasonido a través de la selva, y que están tomando constantemente decisiones acerca del agua, la comida y la seguridad. Los cetáceos por su parte, desarrollan sorprendentes modelos de democracia animal como en el caso de los cachalotes, los cuales están segregados por sexos y gobernados por clanes de una decena de hembras que utilizan un sistema de comunicación y de votación en el océano a través de la emisión de combinaciones de sonidos denominados «clicks», un sofisticado lenguaje al estilo del código Morse que constituye toda una auténtica cultura propia transmitida de madres a crías, y que utilizan para emitir sus preferencias sobre distintos asuntos (el momento en el que el grupo ha de tomar la decisión de dirigirse hacia uno u otro caladero, de nadar más hacia la profundidad o más hacia la superficie, de aceptar o rechazar a los machos para la reproducción), lo que supone todo un auténtico primer ejemplo de democracia marina, fruto de la sorprendente inteligencia de estos cetáceos. Finalmente, los primates (nuestros parientes más cercanos) también nos dejan interesantes experiencias de organización política donde incluso hay cálculos maquiavélicos para ganar y ejercer el poder de influencia o de persuasión (más allá del estrictamente territorial o de recursos), y entre dichos simios debemos destacar a chimpancés y bonobos, los cuales nos sorprenden con unas redes de poder completamente antagónicas, con unos chimpancés fuertemente individualistas, competidores y dominantes (podríamos considerarles perfectamente como proto-capitalistas), y unos bonobos en cambio comunales, pacifistas y libertarios, lo que sería un claro ejemplo de comuna anarquista o incluso de «hippismo» primitivo.

En lo que respecta a los juegos de poder, algunos primates llegan incluso a elaborar complejos planes de comunicación política para utilizar el «soft power» en lugar del «hard power», tal como han demostrado de nuevo los estudios de Frans de Waal. Dichos primates, logran establecer alianzas, gestionar crisis y controlar conflictos, así como desarrollar ardides basados en el embuste, el engaño y el cálculo de fuerzas, tejiendo estrategias de persuasión que no resultan tan distintas a las humanas. A su vez, muchas especies de monos muestran una gran capacidad para limitar la violencia en virtud de la cooperación, reservando el recurso bélico para hacer frente a las agresiones externas, y utilizando en su lugar la mediación y la reconciliación como instrumentos de política doméstica, mostrándose así menos agresivos tanto los vencedores como los vencidos tras una lucha de poder en el seno de la comunidad. Las claves de este tipo de comportamientos según De Waal, son la detección de las realidades sociales y la capacidad de empatía, lo que lleva como mínimo a la necesidad de poseer una sensibilidad emocional hacia los demás y a comprender los puntos de vista del otro. En una de esas estrategias políticas de persuasión por ejemplo, un macho chimpancé aspirante trataba de contrarrestar la fuerza del macho dominante erizando su cabello ante otros machos para parecer más grande y más fuerte de lo que en realidad era, y así, animarlos a sumarse a su bando, al tiempo que iba ganándose el favor también de otras hembras acicalándolas y jugando con sus crías para incitarlas a desertar, en un proceso en el que existen incluso rituales de lealtad y de sumisión basados en el saludo y en el acicalamiento.

Como acabamos de observar, la naturaleza en nada se asemeja a esa «ley de la jungla”» que proclaman con tanto entusiasmo los adalides del neoliberalismo y del neodarwinismo. Como vemos, existe diversidad, pluralidad y un sin fin de posibilidades de organización política entre nuestros compañeros del reino animal (socialismo de las abejas, autoritarismo de los leones, populismo de los lobos, matriarcado de los elefantes, democracia de los cetáceos, liberalismo de los chimpancés, comunalismo de los bonobos, etc.), del mismo modo que los seres humanos también hemos desarrollado infinidad de modelos de organización en función de nuestras preferencias. Por ello, la lección que podemos extraer de este arcoiris ideológico del reino animal, es que no existe en ningún caso un determinismo biológico que nos haga prisioneros, ya que la naturaleza nos muestra que es tan diversa y plural como hermosa y fascinante, y que si los seres humanos queremos encontrar pautas de comportamiento social debemos buscarlas y hallarlas nosotros mismos sin imposiciones doctrinales, ya que como acabamos de ver, la naturaleza en ese sentido nos da absoluta vía libre, al albergar en su seno ecosistemas que han dado lugar a prácticamente todo en lo que respecta a modelos de organización social. Y es que, al margen de los instintos de supervivencia y reproducción, todo está condicionado por aspectos ambientales y culturales, por lo que la naturaleza no se reduce en absoluto a ese supuesto mundo individualista y egoísta que retratan los psicólogos evolucionistas, sino que como hemos visto, tiene espacio suficiente para albergar una infinidad de mundos de las más variadas tendencias ideológicas.


Por ello, recuperar la tradición intelectual de ese particular darwinismo cooperativo (iniciado por Kropotkin y retomado más recientemente por autores como De Waal o Jay Gould), que pone el énfasis en la cooperación, el altruismo y el apoyo mutuo como factores esenciales de la naturaleza animal y humana en su lucha por la supervivencia contra las fuerzas hostiles medioambientales, pero al mismo tiempo que no niega tampoco la realidad de la competición, la lucha y la violencia, nos puede dar un punto intermedio de equilibro entre las visiones antagónicas de Hobbes y de Rousseau en cuanto a la naturaleza humana, y ayudarnos así a proponer una visión diferente a la que propugna el pensamiento dominante neodarwinista utilizando sus propias armas, tales como la misma biología. Y de igual modo, conocer un poco más acerca de la naturaleza y darnos cuenta de que incluso un fenómeno tan complejo como la política también existe en el reino animal, nos puede ayudar a respetar a los otros seres vivos con los que compartimos este planeta, y a desarrollar así una conciencia ecológica mucho más fuerte, sincera y militante. Y es que, como sabiamente reconocía hace unos años Jay Gould en uno de sus artículos, «Kropotkin no era ningún chiflado».

14 enero 2017

miércoles, 17 de mayo de 2017

17 de mayo 1990: La Asamblea General de la OMS elimina la homosexualidad de su lista de enfermedades psiquiátricas


Considerada durante mucho tiempo como una conducta reprobable y una enfermedad mental 'curable', la homosexualidad logró salir definitivamente de la lista de trastornos cuando en 1990 la Organización Mundial de la Salud (OMS) la excluyó de la Clasificación Estadística Internacional de Enfermedades y otros Problemas de Salud.

Este avance fue el fruto de una larga lucha de los colectivos por los derechos de las personas homosexuales, que ya en 1973 habían logrado que la Asociación Norteamericana de Psiquiatría retirase la homosexualidad como trastorno de la sección «Desviaciones sexuales» de la segunda edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-II).

lunes, 8 de mayo de 2017

¿Son los ricos menos honrados que los pobres?


J. Peláez
23 agosto 2013

¿Son los ricos menos honrados que los pobres? Los estudios indican que sí. En la última década se han contabilizado más de 800 casos de corrupción política en España. La crisis económica se ha visto agudizada por una crisis de confianza en los responsables y dirigentes que administran los recursos del Estado y que actualmente ofrece datos demoledores: El 96% de la población no confía nada en los políticos actuales y un 93% de los ciudadanos encuestados creen que la corrupción alcanza a las instituciones públicas. Las cifras son el resultado de un exhaustivo estudio publicado por investigadores españoles en el European Journal of Political Economy.

Junto a esta publicación existe también un estudio realizado por la Universidad de la Laguna en Tenerife que además resalta un hecho fundamental: La inmensa mayoría de estos casos de corrupción (un 88%) están relacionados con las grandes fortunas, las tramas urbanísticas y las propiedades del suelo. Tanto es así que los propios investigadores afirman en las conclusiones de artículo que «cuando éstos se convierten en grandes propietarios, empiezan a tener el mismo comportamiento que los antiguos caciques».

Es el reflejo de una eterna cuestión que se remontan hasta hace miles de años: ¿Son los ricos menos honrados que los pobres? ¿Existe relación entre riqueza, poder adquisitivo y corrupción?

Si queremos encontrar una respuesta científica a estas preguntas debemos echar mano de uno de los estudios más citados de los últimos años sobre este tema. Se publicó en 2012 en PNAS (Proceedings of the National Academy of Sciences) y consistió en una serie de siete experimentos de diversa índole para intentar aclarar si existe relación entre nivel de riqueza y comportamientos poco éticos.

Las conclusiones fueron positivas: Efectivamente, los estudios indicaban que las personas de clase alta y con mayor poder adquisitivo tienden a exhibir comportamientos menos éticos que las personas menos pudientes.

El detonante de esta menor ética es la codicia. Los investigadores demostraron, y la realidad actual parece darles la razón, que los individuos con mayor grado de riqueza suelen estar más preocupados que el resto por su propio bienestar. Esta tendencia tiene consecuencias obvias en forma de mayor ambición y codicia, un poderoso condicionante del comportamiento que lleva más fácilmente a exhibir actitudes menos éticas.

Los experimentos («Higher social class predicts increased unethical behavior») también incluyeron una interesante correlación entre coches de alta gama y comportamiento al volante. Al parecer los propietarios de coches más caros son más proclives a no respetar las señales de circulación.

A estas investigaciones se unen estudios más recientes como el publicado hace tan solo unos días en Personality and Social Psychology Bulletin, en el que científicos de la Universidad de California, Berkeley demuestran mediante el análisis de cinco artículos científicos que los individuos más ricos muestran actitudes más arrogantes, altivas y narcisistas que las personas más pobres.

Evidentemente todos conocemos a algún personaje millonario que no se adapta a estos parámetros y que muestra gran generosidad y ética. No obstante, siempre hay que tener en cuenta que estos experimentos y estudios indican tendencias generales y que, si bien pueden existir notables excepciones, la regla general confirma lo que ya conocíamos desde hace siglos: «Es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja que un rico entre en el reino de los cielos»…


Referencias científicas:
- P. K. Piff, D. M. Stancato, S. Côté, R. Mendoza-Denton, D. Keltner (2012): «Higher social class predicts increased unethical behavior», Proceedings of the National Academy of Sciences, 109 (11): 4086-4091
- La Naturaleza Humana, «Pobres y honrados (... o viceversa)», Juan Ignacio Pérez Iglesias, Catedrático de Cultura Científica en la UPV/EHU.
- Patrick Meyer, «Just how bad are rich people, Anyway?», UA Magazine (5 agosto 2013).
- Elena Costas-Pérez, Albert Solé-Ollé, Pilar Sorribas-Navarro, «Corruption scandals, voter information, and accountability», European Journal of Political Economy, 2012, vol. 28, nº 4, ps. 469-484.
- Luis M. Jerez Darias, Víctor O. Martín Martín, Ramón Pérez, «Aproximación a una geografía de la corrupción urbanística en España», Ería. Revista de Geografía vol. nº 84, Universidad de Oviedo.
- Paul K. Piff, «Wealth and the inflated self: Class, Entitlement, and Narcissism», Personality and Social Psychology Bulletin (20 agosto 2013).

martes, 2 de mayo de 2017

1º Mayo Valladolid 2017


Manifiesto conjunto

El manifiesto conjunto de las organizaciones* que han realizado juntas el recorrido de este Primero de Mayo de 2017, dice:

El 1º de Mayo, día Internacional del Trabajo, se conmemora el asesinato de un grupo de trabajadores a los que condenaron a muerte en EEUU, por reivindicar la jornada laboral de 8 horas. A lo largo de la historia han sido cientos de miles las personas de la clase trabajadora que han pagado con sangre, represión y cárcel su lucha por el reconocimiento y conquista de nuestros derechos: regulación de jornadas, salarios y condiciones dignas de trabajo.

Sin embargo, desde la consecución de cada uno de estos derechos se ha puesto a funcionar la maquinaria del Sistema para destruirlo, llevándonos en la actualidad a situaciones propias del siglo XIX: jornadas de 12/16 horas, trabajo en sábados y festivos, despidos instantáneos, salarios de miseria y abusos de toda índole.

El capitalismo no lograría sus fines si existiera un frente obrero y fuerte, unido en la defensa de los intereses de la clase trabajadora. Si no lo conseguimos, este sistema seguirá fortaleciéndose a base de la explotación y el control de cada uno de nosotros y de nosotras. Creando 'crisis' que arrasan nuestros derechos y libertades, leyes mordaza para que las personas que manifiestan su opinión acaben en la cárcel. Mientras, los corruptos nos roban con total impunidad. Los bancos, rescatados con dinero público, siguen desahuciando a familias enteras.

Vuelven a sacar del siglo XIX el concepto de 'caridad' para cargarnos con la «culpa» de que nuestra situación es producto de nuestros errores, y han de ser las instituciones 'caritativas' las que nos 'salven'. Cuando lo que tiene que haber es un sistema público y solidario, donde el dinero de nuestros impuestos revierta en derechos sociales para todas y todos: sanidad, educación, prestaciones, pensiones.. Todo lo que ocurre está relacionado entre sí y dirigido por los que ostentan el poder. Su mayor éxito… destruir la conciencia de clase, pues cuando la pierdes comienzas a confundirte de enemigo. Lo vemos en la persona inmigrante, en la compañera de trabajo, en el parado, en la pensionista, en el enfermo. Dejas de pensar en el colectivo y crees que sólo tú mereces sobrevivir, pierdes la dignidad y te conviertes en una herramienta del Sistema como los sindicatos pactistas, que son su herramienta más peligrosa, pues trafican con nuestros derechos a cambio de sus privilegios, otorgándose un poder que no les corresponde. La única manera de acabar con esto es recuperar nuestra conciencia de clase, nuestra dignidad como personas dotadas de derechos, y principios tan básicos como la solidaridad.

Desde la unidad y la lucha se puede dar la vuelta a este caos organizado.

• Para acabar con el paro habrá que reducir la jornada, eliminando las horas extras, el trabajo gratuito y en precario.

• Para que los jóvenes adquieran competencias y formación hay que mantener al trabajador y trabajadora mayor en su puesto de trabajo, garantizando una jubilación digna al finalizar su vida laboral.

• Para que la igualdad sea real hay que perseguir la discriminación por género, sexo, edad, procedencia o creencias.

• Para mantener los servicios sociales hay que aumentar los salarios e imponer el pago de impuestos a las clases ricas y sus grupos especulativos. Este 1º de mayo reivindica tu dignidad, únete y lucha. ¡Empieza a construir lo que quieres vivir!

• Por el reparto del trabajo y de la riqueza.

• Salarios dignos para todas y todos.

• ¡Renta Básica ya!

• Libertad de expresión y manifestación, derogación de la ley mordaza.