sábado, 30 de mayo de 2020

¿Cuál es la relación entre el coronavirus y nuestra alimentación?


Por STAF HENDERICKX

La mundialización de las enfermedades

Cuando hablamos de mundialización, solemos referirnos a la economía, pero también hay mundialización de enfermedades, se llaman pandemias. La pandemia del coronavirus es un buen ejemplo de este tipo de mundialización. Hay que anotar que hasta ahora, las pandemias más famosas han sido provocadas por el virus de la influenza.

No se debe confundir un simple resfriado provocado por los rinovirus o adenovirus con el virus de la gripe. Es cierto que en mi profesión estamos acostumbrados a que esto siempre se confunda. Lo que pasa es que el virus de la influenza nada tiene que ver con un simple resfriado, al contrario, este virus es muy perverso porque cada año puede ser completamente diferente a la del año anterior. La gripe española de 1918 que mató a 20 millones de personas fue un buen ejemplo de esto.

Muchas de las pandemias tienen su origen en enfermedades transmitidas por los animales. A estas enfermedades se les llama zoonosis y consisten básicamente en que el virus o la bacteria vive en un animal huésped, y después se contagia al ser humano si se produce un contacto entre ambos.

El sida y el Ébola son dos buenos ejemplos de unos virus que existían previamente en los monos. Por otro lado, los insectos también ayudan a propagar los virus porque actúan como huésped intermediario entre el animal y el hombre. Por eso, muchos de nuestros antepasados de la edad media, se contagiaron de la bacteria de la peste a través de la mordedura de las pulgas que habían estado en contacto con ratas. No podemos negar que tener contacto con animales salvajes o insectos exóticos es un peligro evidente para la transmisión de enfermedades. Incluso el contacto directo con algunos pájaros como los pericos, puede provocar la psitacosis (ornitosis). Recordemos que, en Bélgica, unas 123 personas se contagiaron de esta neumonía peligrosa después de visitar una exposición avícola organizada en1983.

En el 2003, una neumonía muy grave provocada por un coronavirus desconocido se dio en Guandong, China. A esa enfermedad se la conoce como SARS (Severe Acute Respiratory Syndrome o SRAS Síndrome respiratorio agudo grave). Un coronavirus muy similar a éste ha estado sobreviviendo alojado en la civeta, un animal muy apreciado en la gastronomía China. En diciembre del año 2019 se comenzaron a dar muchos casos de neumonías en Wuhan. Los investigadores identificaron el agente patógeno con el nombre de coronavirus SARS-COV-2. Muchos de los infectados por este agente habían visitado un mercado de animales donde, además de pollos, también se vendían murciélagos y serpientes. De hecho, según las últimas investigaciones, parece que esta enfermedad proviene de los murciélagos puesto que se ha descubierto en estos animales un coronavirus muy similar al del ser humano en un 95%.


Las personas comemos lo que sea

Lo que debemos concluir de todo esto es que debemos tener mucho cuidado con el contacto directo con animales exóticos. Y por supuesto no se debe comer animales carnívoros como murciélagos o monos porque éstos viven juntos en grandes grupos y es muy peligroso. Para poner un freno a este tipo de consumo es necesario hacer una concienciación social y cultural en aquellos países consumidores. En realidad, no es que en China tengan un aprecio particular por estos animales, lo que pasa que hasta los años 60 este país tuvo oleadas de hambrunas tan graves, que hizo que los chinos buscasen fuentes de proteínas donde sea.

Pero la industria de la carne en Europa tampoco se libra. Por ejemplo, en Gran Bretaña hace unos años, la harina con la que se alimentaba a las vacas se componía de pezuñas, plumas, serrín, periódicos, cadáveres de ovejas y bóvidos enfermos. Esta harina contenía una gran cantidad de priones, o sea, proteínas animales. Por culpa de esta alimentación, cientos de miles de vacas se pusieron enfermas: sufrían vértigos y desequilibrios espantosos hasta que morían. Los priones fueron identificados como la causa principal de esta enfermedad cerebral. La gente consumió carne de esas vacas enfermas. O sea que, aunque después las sacrificasen por millones, ya era demasiado tarde. Otro caso relacionado con carne contaminada de hamburguesas fue el de una niña británica que murió por la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob.

Ahora que estamos viendo el impacto del coronavirus en el planeta, buena parte de la humanidad, y sobre todo su parte más holgada económicamente, debería preguntarse qué es lo que vamos a hacer con este panorama de consumo masivo de carne que hemos creado.

Las enfermedades no conocen fronteras

La mejor manera de desarrollar agentes patógenos, es arrejuntando cantidades enormes de seres humanos o animales en un espacio cerrado. Y esta es la razón de que la industria de la ganadería industrial sea un peligro para la salud pública. De hecho, está comprobado que estos lugares promueven la transmisión de agentes patógenos entre animales, pero también entre animales y humanos. Parece que no nos acordamos del pánico que provocó la gripe aviar en 1997, cuando se descubrió que una variante del virus de la gripe podía transmitirse de las aves de corral a los seres humanos. En Hong Kong 17 personas contrajeron el virus de la gripe aviar. Murieron cinco. En octubre del 2006, la Organización Mundial de la Salud avisó de que 256 personas habían contraído esa enfermedad en diez países diferentes y el 59% habían fallecido. Millones de aves de corral fueron sacrificadas en el mundo entero. Se limitó el transporte de las mismas y se pusieron en marcha campañas de vacunación por todos lados.

En el 2009, la llamada gripe mexicana, mató a 17.483 personas en todo el mundo. Se le llamó la «gripe porcina» puesto que se detectó un virus influenza similar en los cerdos. En realidad, la ganadería industrial no solo es un terreno fértil para la propagación de virus peligrosos, sino para el desarrollo de todo tipo de bacterias.

Cuanta más cantidad de animales vivan en un mismo recinto, más probabilidades hay de que una infección se propague entre estos animales ya de por sí debilitados por las condiciones en las que viven.

La solución que se aporta, es que utilicemos enormes cantidades de antibióticos para prevenir las infecciones de animales en las ganaderías industriales. Y es por eso que hoy en día, la mitad de todos los antibióticos consumidos en el mundo se dedican a la ganadería industrial. En los Estados Unidos llegan incluso al 75% porque los antibióticos aumentan la masa de carne entre un 5 y un 15%. Estas prácticas macabras están afortunadamente prohibidas en Europa. La legislación europea marca un límite máximo de residuos de estos medicamentos (LMR). Además, cuando el ganadero tiene que suministrar antibióticos a los animales, tienen que hacerlo con mucha antelación previa al sacrificio y consumo. Por otro lado, la publicad directa —dirigida a los ganaderos— para la promoción de antibióticos está prohibida, excepto en Gran Bretaña. Está prohibida en teoría, ya que en la práctica no es así puesto que en el año 1992 se descubrieron residuos excesivos en el 7,3% de los animales sacrificados en Bélgica y en 1993 este porcentaje aumentó al 15,3%. Un punto positivo es que desde 2007, la utilización de antibióticos en ganadería ha disminuido de un tercio, pero esto no quita que Bélgica siga estando a la cabeza de Europa en el uso de estos medicamentos. En el 2010, se suministraron 89 toneladas de sulfamidas, 80 toneladas de penicilina y 74 toneladas de tetraciclinas. Además, existe una práctica nefasta que consiste en suministrar antibióticos a todo el rebaño completo de animales para asegurarse de que ningún animal contraiga enfermedades. Estas prácticas disminuyen los efectos de los antibióticos.

La producción industrial masiva también ha alcanzado al sector del pescado. La costa occidental de Escocia está completamente invadida por unas granjas marinas principalmente ligadas a cuatro empresas: Marine Harvest, Sea Farms, Lighthouse Caledonia y Grieg Seafood Hjaltland. Las cuatro empresas cotizan en la bolsa de Oslo. Los pescados que están criados industrialmente se amontonan en jaulas y son muy sensibles a las enfermedades. Para que no se parasiten ni se infecten, se les suele echar insecticidas y también antibióticos.

En el 2012, el gobierno creó una taskforce (fuerza de tarea) para tratar de resolver el problema de estas bacterias. El presidente del AMCRA (Antimicrobial Consmumption and Resistance in Animals – Consumo y resistencia antimicrobiana en los animales) se esfuerza por tratar de reducir a la mitad el consumo de antibióticos en animales para el año 2020. Personalmente, no creo que sea probable que lo consiga.


La industria alimentaria alega que las dosis de antibióticos presentes en la carne son tan pequeñas que el peligro es mínimo. Pero esto no es cierto. La realidad es que el uso masivo de antibióticos en la ganadería industrial provoca que las bacterias resistan a los antibióticos. Hoy en día, mueren al año en la Unión Europea 25.000 personas por causas relacionadas con estos microbios hiperresistentes, o por consumo de comida contaminada. Pero el principal peligro que está a la vuelta de la esquina, es que, en algún momento, algunas de estas bacterias podrían transmitirse del animal al hombre… Y después de hombre a hombre. Esto sería una verdadera catástrofe mundial. Algunos expertos en salud pública publicaron un artículo en The Lancet, diciendo que esta situación nos llevaría a una pandemia con 62 millones de víctimas, principalmente entre las capas de población más indefensas de los países pobres.

La ganadería industrial trae otros peligros adicionales. En estas explotaciones ganaderas, a veces se encuentren substancias tóxicas dentro de la cadena alimenticia. Bélgica se vio envuelta en un escándalo de este tipo en 1999. Lo que pasa es que Bélgica cría 55 millones de pollos al año. Y lo que ocurrió es que una parte de estos pollos se contaminó de PCB y dioxinas provenientes de aceite de transformadores. Y hay que saber que incluso en una proporción mínima, estas substancias son muy cancerígenas. Por esta razón, cantidades gigantescas de carne de pollo y de cerdo, así como productos lácteos y huevos tuvieron que retirarse de los supermercados. Siete millones de pollos junto con 60.000 puercos fueron sacrificados y la producción de unas 2.000 empresas del sector quedaron paralizadas durante meses.

Los intereses detrás de la industrialización masiva de carne y pescado

El mundo financiero y los bancos siempre están al acecho de inversiones que les den beneficios. Pero muchos sectores industriales están en crisis y ya no son interesantes para estos avispados inversores. Por esta razón, al final del siglo XX, el sector bancario encabezado por Goldman Sachs se abalanzó hacia el sector de la agricultura masiva. Preveían que podían ganar mucho dinero invirtiendo en este sector así que invirtieron masivamente en todas las fases del agrobusiness: desde la producción, el almacenamiento, el transporte, la transformación, el comercio y el consumo. Así que este negocio ha crecido exponencialmente. Y como no, las empresas grandes absorben a las pequeñas. A esto se le ha puesto el nombre de foodopoly. Las cuatro principales agromultinacionales (Cargill, Tyson Foods, BRF y Alltech) controlan el 42% del mercado mundial de la alimentación, 82% de la carne de res, 63% de la carne de cerdo y 53% de la carne de pollo. En el 2011, la industria americana de la carne facturaba 186.000 millones de dólares. O sea, más que el PNB de un país como Hungría. La industria de la carne y del pescado está formada por multinacionales que cotizan en bolsa, y como sabemos la bolsa es un lugar donde, más que en ningún otro lugar, se pone el beneficio por encima de todo. Lo que prevalece es ganar el máximo dinero posible y no importa que una comida de pésima calidad sea el resultado. Y mientras tantos, la concentración de animales aglomerados en establos gigantescos se va convirtiendo en un problema cada vez más alarmante para la salud pública mundial.


¿Qué podemos hacer con todo esto?

Afortunadamente, la humanidad ha progresado mucho en el conocimiento médico. Ahora disponemos de antibióticos contra las bacterias y vacunas contra los virus. Gracias a ello hemos logrado controlar las pandemias e incluso erradicarlas de la faz de la tierra. De hecho, antes de las campañas de vacunas de 1957, unas cien personas al año morían de tétanos, principalmente jóvenes. En una visita que hice a Indonesia pude ver con mis propios ojos en una sala de hospital, como muchísimos jóvenes enfermos de tétanos se debatían entre la vida y la muerte. Pero frente a estos avances médicos siempre está la otra cara de la moneda. Y la otra cara es que las bacterias tienen cada vez más resistencia a los antibióticos y el desarrollo de vacunas requiere de cada vez más tiempo. Así que ha llegado el momento de que cojamos el toro por los cuernos y enfrentemos la realidad.

Durante toda su vida, un belga consume de media 1.800 animales: 891 pollos, 789 pescados, 42 cerdos, 7 ovejas, 5 vacas, 24 conejos, 43 pavos y un tercio de caballo. Es decir, demasiado, lo miremos como lo miremos. Los médicos recomiendan comer como mucho 300 gramos de carne a la semana. Es cierto que el consumo de carne de los belgas ha bajado de 100 a 86 kilos, pero sería muy aconsejable que todos sin excepción, reduzcamos nuestro consumo de carne y que comamos solo carne de origen ecológico. La mayoría de los estudios aseguran que los vegetarianos están más sanos que los que comen carne. Se trata de una elección personal, pero simplemente con buenas intenciones no cambiaremos el mundo.

De la misma manera que los gobernantes han tomado medidas radicales y masivas para evitar la catástrofe de la epidemia del coronavirus, también deberían hacer uso de su radicalidad para ponerle solución a los problemas de la ganadería industrial de animales. En el año 2008, en el marco de la ONU, cuatrocientos científicos de cincuenta países diferentes pusieron sobre la mesa el reporte IAASTD (International Assessment of Agricultural Knowledge, Science and Technology for Development – Evaluación internacional de los conocimientos, de las ciencias y de las tecnologías agrícolas para el desarrollo) donde se afirma que la agricultura de los pequeños productores es la mejor solución a largo plazo para nuestra seguridad alimentaria. Este reporte se llevó a cabo a través de la colaboración de personal vinculado a la política, a la industria, al consumo, a la ciencia, al campesinado, a las ONG y a otras organizaciones de ciudadanos. Sus conclusiones estaban claras. Tenemos que orientar nuestros esfuerzos hacia una agricultura diversificada y a pequeña escala que ofrezca una solución a la crisis climática y a la biodiversidad, pero también a la salud pública. El mensaje está claro, pero los gobiernos continúan apoyando el peligroso modelo de la producción alimentaria a gran escala.

Las dos fuentes principales de riqueza, o sea, la naturaleza y el trabajo humano, están hoy en día al servicio de la acumulación capitalista. Esta es una situación absurda si tenemos en cuenta las consecuencias catastróficas que esto provoca en el plano social y ecológico. Tenemos que volver a la idea de que nadie es dueño de la tierra, y menos los grandes capitalistas del agrobusiness. Solo la estamos tomando prestada y trabajando por un tiempo limitado. Y tenemos la misión sagrada de ceder a las generaciones venideras una tierra en buen estado. Además, debemos volver a armonizar el trabajo humano con la naturaleza. Solo así lograremos sobreponernos a las pandemias más desastrosas.

Lommel, 15 marzo del 2020.

25 mayo 2020

miércoles, 6 de mayo de 2020

Bellotada del Duero y compañía

La encina, tótem de Iberia.

Por EL AULLIDO

Debido a la actividad humana que, a lo largo del tiempo, ha conllevado una mayor degradación y erosión de los suelos, la deforestación y malas prácticas agrícolas, acompañadas de la roturación y pérdida de masa vegetal silvestre, explotación irresponsable de los acuíferos y el uso de pesticidas y fertilizantes químicos, incrementado por los constantes incendios forestales, sumado a un crecimiento urbano e infraestructuras y agravado por un cambio climático que reduce las lluvias. Como consecuencia la desertificación avanza por todas partes —y, en especial, nuestra península ibérica—. Ante este panorama surgió una iniciativa el año pasado llamada la GRAN BELLOTADA IBÉRICA. Iniciativa popular con la que se pretende ayudar a recuperar nuestro bosque mediterráneo perdido, empezando simplemente con sembrar bellotas de nuestros robles, alcornoques y encinas (teniendo en cuenta las especies autóctonas de cada lugar). De momento ha superado los dos millones de bellotas sembradas.

Siendo Valladolid una de las provincias españolas con menos masa forestal, varios vecinos del medio rural se sumaron a la iniciativa y formaron sus respectivas 'células belloteras' y se echaron al monte a recolectar bellotas para sembrar. En el mes de noviembre empezaron a recoger y plantar en los municipios de Quintanilla de Arriba y Olivares de Duero. Ya, a finales del mes, se invita a la primera convocatoria bajo el nombre de BELLOTADA DEL DUERO en Traspinedo, seguida en diciembre en Sardón de Duero y Quintanilla de Abajo (Onésimo); y otra más se sumó en Santibáñez de Valcorba en el mes de febrero del presente año. En estos eventos se unieron gentes del resto de los pueblos de la comarca, como los de Piñel de Abajo, el pueblo puntero en repoblación forestal de este país. Paralelo a esto, en los Montes Torozos también se movían en el mismo sentido, como la plataforma sin ánimo de lucro Ecoopera, quienes en enero convocaban a otra siembra en San Pelayo (previamente recolectadas en Villalba de los Alcores el mes anterior), y, ya unidos con la gente del valle duriense, hacen otra «bellotada» en Mucientes. Y pretenden seguir adelante cuando pase el confinamiento que estamos sufriendo. También habría que incluir los casos aislados de «belloteros» que se han movido por los cerros y laderas que rodean la capital.

Ante el avance de la desertificación, con esta iniciativa popular se pretende intentar la recuperación de nuestro bosque mixto mediterráneo de frondosas y coníferas por estos montes vallisoletanos, que está muy fragmentado. Y, por lo menos, para amortiguar las consecuencias de la crisis medioambiental que estamos padeciendo, que no sean tan duras como nos auguran.

No es necesario que ningún «experto» les dicte lo que tienen que sembrar o no, ya que los nombres vernáculos de muchos lugares de la zona hacen referencia a los robledales, encinares o dehesas, bien se sabe de su abundancia territorial en el pasado. En la provincia tenemos dos especies arbóreas del género Quercus, como la encina (Quercus ilex), «carrascas» o «matas» a los ejemplares en fase arbustiva, y el quejigo o roble carrasqueño (Quercus faginea), «rebollos» se denomina a los pequeños; así la presencia de la coscoja o acebillo (Quercus coccifera) que es un arbusto. Como, por ejemplo, el «Carrascal» un espigón en el páramo calcáreo del sudeste provincial, entre los valles del río Duero y el arroyo Valimón; el nombre hace referencia al arbusto o mata de nuestro tótem ibérico, la encina, consecuencia de la degradación del encinar. Monte que durante siglos fue comunal y compartido entre los concejos de Cuellar y Peñafiel, en el que abundaba este bosque. Nuestros robles carrasqueños o quejigos tenían una mayor presencia que hoy, compartían el terreno junto a las encinas, por otra parte también tenemos coníferas como las sabinas y pinos con las que no estaban reñidos. Aunque aún tengamos una importante masa forestal en la zona, todavía queda mucho por regenerar y madurar. Sin olvidarnos de otros ecosistemas como los humedales y, también, del bosque de galería de nuestras campiñas, vegas y fondos de valle, o de los matorrales nativos de nuestras laderas. La Tierra de Pinares no solo fue un «mar de pinos», hubo variedad botánica también.


Bosque adaptado al calor estival y la falta de agua, como a las puntuales heladas invernales. Bosque mixto con gran variedad de seres vivos. Recordemos que uno de los «puntos calientes» de biodiversidad de este planeta lo representa este bioma terrestre. Su regeneración es vital. Porque en el caso de un supuesto colapso de esta civilización urbana—como predicen los malos augurios— podremos volver a la naturaleza. Volver a la naturaleza no es nuevo, a lo largo de historia de la humanidad ya ha ocurrido varias veces, y para ello tenemos que no solo conservarla, sino también ayudar a expandirla y recuperarse, de lo contrario no nos quedaría nada. Debido a la degradación y fragmentación de este tipo de bosque hay que ayudarle a que se desplace más al norte del continente, como ya ocurrió en la Edad Media, entonces estaba mejor su situación. Recordemos que durante siglos la bellota fue también alimento humano.

Recuperar el bosque que sería nuestro recurso futuro, si lo conocemos y respetamos. Bosque que esta gente del entorno rural está intentando recuperar. Medio rural abandonado por los gobernantes, desacreditado por los «urbanitas» y manipulado por intereses partidistas de políticos. No solo en los pueblos hay vino, toros y caza (manoseado como señal de identidad rural por algunos impresentables), sino respeto por la Madre Tierra. En vez de salir a protestar a las calles a la espera de que cambien las autoridades, es mejor entrar en acción.

Lo repito, no es la primera vez que ha ocurrido a lo largo de la historia de la humanidad. Tampoco es cuestión de ser pesimistas, pero mejor estar prevenidos. ¿Por si acaso?

(AMOR Y RABIA)

sábado, 2 de mayo de 2020

Nuestra crisis ecológica


EL AULLIDO

Aprovechando este confinamiento que se nos ha impuesto desde arriba, experimento de control social cuyas consecuencias nada descartables podrían ser traducidas en pérdidas de algunos derechos que creíamos consolidados, y que no fueron más que concesiones otorgadas por quienes detentan el poder —y que de la misma forma que se dan se quitan—, reflexiono sobre otro asunto.

Antes de esta crisis sanitaria se nos ha hablado de la crisis climática, que no cuestiono, pero matizo. Como problema ecológico principal se nos habla del cambio climático. Creo que no hay que reducir la crisis ambiental mundial solo al cambio climático, es más complejo y diverso el número de problemas por culpa de la mano humana, pero, también hay que reconocer de la manipulación que se está haciendo de ello. Son los organismos internacionales quienes nos lo simplifican al cambio climático por culpa de las emisiones del CO2, un único problema una única solución, reducir tales emisiones. Y no es así, hay más. Y con el llamado Nuevo Pacto Verde lo que se pretende es que los gobiernos inyecten grandes cantidades de dinero para una nueva reconversión industrial a los verdaderos responsables de tales emisiones. Dinero que saldrá de recortes sociales. Para justificarlo se sirve del discurso por el bien del planeta, para que los más débiles paguemos los platos rotos. No es nuevo que se sirvan de bellas causas por otros intereses más egoístas. Se ha bombardeado e invadido países en nombre de los valores democráticos, la defensa de los derechos humanos y la lucha antiterrorista, por otros intereses menos comunitarios. La lucha de clases es consecuencia de la desigualdad de riqueza y poder en nuestras sociedades, y no la causa. El fin del capitalismo supondría su verdadera sustitución por un mundo más justo, y eso es la lucha de clases. El «capitalismo verde» capitalismo es. Aceptar o no el cambio climático es insuficiente.

Entre los vertebrados se conocen unas 4 mil especies de mamíferos y 9 mil de aves, como 8 mil reptiles, 5 mil anfibios y unos 25 mil peces (siendo la mayor partes peces óseos), conforman el grupo más conocido y llamativo de animales, pero se estima que puede haber otras diez mil más. Los vertebrados forman solo uno de los treinta tipos de animales existentes, a los restantes se les conoce vulgarmente como 'invertebrados' y son mucho más diversos (más de un millón que se conozcan), entre los que están los artrópodos y moluscos. Dentro de los artrópodos el grupo con mayor variedad de especies que se tienen clasificados es el de los insectos, unas 900 mil especies (casi la mitad escarabajos), pero se cree que el número real existente puede ser cinco o seis veces mayor. Otros artrópodos son los crustáceos, 40 mil especies; y los arácnidos, datados unos 10 mil, entre los que se estima que pueden existir hasta un millón de ácaros diferentes. De los 200 mil moluscos estimados (cefalópodos, bivalvos y gasterópodos, los más conocidos) solo se conocen menos de la mitad. Faltan por contabilizar las medusas, corales, gusanos y otros, en total se conoce en torno al millón y medio de animales, solo una séptima parte. Pero no son los únicos seres vivos que conforman la vida planetaria.


Unas 300 mil plantas comparten el planeta (de las cuales la mayor parte son las plantas con flor) siendo esenciales para todos los animales, aunque no estén todas clasificadas ya que pueden haber otras cien mil más. Y qué decir del tercer reino de seres pluricelulares que son los hongos, bastante más desconocidos, de unos 90 mil identificados (incluidos los líquenes) se estima que pueda haber hasta 1,5 millones de especies. Recordemos que sin plantas no habría animales, y sin hongos no hay plantas terrestres. Más desconocidos son los microbios, importantes y vitales para el desarrollo de la vida en la Tierra, solo se conocen apenas el 20 por ciento de protozoos y cromistas (microalgas). Como son seres de reproducción asexual, el concepto de especie no es atribuible, tenemos a los organismos más antiguos y versátiles de la Tierra, las bacterias y arqueas. Se desconoce exactamente su número, casi las 10 mil variedades, pero se sabe que es una mínima parte de lo que son. Se estima que nuestra biodiversidad debe tener entre 5 a 9 millones de especies (o más, según otros autores), de los que solo conocemos menos de una cuarta parte (según mi estimación a la baja).

Pero biodiversidad es más que el simple conteo de seres vivos, también están las relaciones que estos forman entre sí y su medio, conformando el conjunto de ecosistemas que hacen la biosfera. Y lo más importante, la vida en este planeta se sustenta a sí misma —incluidos nosotros— a través de servicios ecosistémicos, por ejemplo, como el origen y mantenimiento de la atmósfera (el oxígeno que respiramos es producido por las plantas, algas y cianobacterias), el control y mejoramiento del clima (los gases que producen el efecto invernadero, aunque minoritarios en volumen, son esenciales para la temperatura del planeta dependiendo de su cantidad dentro de unos márgenes), regulación del suministro del agua y su depuración (además de su ciclo natural, la existencia de materia vegetal previene la pérdida de humedad y varios seres vivos actúan para su filtrado), creación del suelo o mantillo terrestre (partiendo de un origen mineral, los microorganismos y pequeños invertebrados intervienen en su formación), reciclado de nutrientes (bacterias que fijan el nitrógeno atmosférico que fertiliza los suelos, y otras bacterias descomponedoras que lo devuelven a la atmósfera, sin olvidar los animales carroñeros y los hongos saprófitos), sumideros de residuos (el mismo dióxido de carbono es absorbido por los bosques y el fitoplancton marino hasta unos límites), control de plagas y enfermedades (papel de los depredadores que controlan superpoblaciones), polinización (sin polinizadores no se reproducen muchas plantas con flor), alimentos y medicamentos, así como variedad genética para los cultivos. Estos servicios no existirían si la mayor parte de los seres vivos desapareciesen. Y este problema no es imaginario, es real, por lo menos lo que marca la tendencia.


La extinción de especies es el problema que conlleva la pérdida de biodiversidad, son sinónimas. Partiendo del exterminio de la megafauna pleistocena tras la última glaciación, que en los continentes australiano y americano la presión humana fue el factor clave para su extinción. Y seguido del comienzo de la alteración de nuestro patrimonio natural que fue la domesticación de plantas y animales, agricultura y ganadería acompañadas de tala de bosques y urbanización con sus infraestructuras, necesaria para el sustento de nuestra especie, dentro de unos límites, límites que se han sobrepasado desde hace tiempo. La degradación de los ecosistemas es un hecho.

Desde el siglo XVI se han exterminado 350 especies de vertebrados, en el último siglo al ritmo de una especie al año, añadiendo que otras han perdido un 30% de su área de distribución mundial. En las últimas décadas un 40% de las poblaciones de vertebrados experimentaron declives importantes, en especial en las regiones tropicales. 500 especies de anfibios han disminuido y 90 se han extinguido en cincuenta años (una cuarta parte en situación crítica por la quitridiomicosis). Un 25% de las poblaciones de insectos terrestres han descendido (aunque haya aumentado las especies acuáticas por la menor contaminación de las aguas), sin olvidarnos de la importancia que tienen algunos como polinizadores. Y una quinta parte de los crustáceos peligran su situación. No se conocen más datos sobre otros componentes del reino animal, pero también se sabe de la disminución de los corales.

Más de 500 especies de plantas han desaparecido desde el siglo XVIII, un 10% de las catalogadas entonces por Linneo. Una de cada cinco especies están en peligro de extinción (1/3 de las coníferas), siendo dos tercios en zonas tropicales. En un solo árbol en la selva tropical existen y dependen muchos seres vivos que con él desaparecen también. Datos exactos de especies de hongos no se saben, en muchas partes del mundo descienden y están amenazados, pero se tienen citados más de 200 especies en Lista Roja. Sin olvidarnos de los microbios, de vital relevancia para la biosfera, que pocos datos tenemos.

Como consecuencia del impacto de la presión humana ha conllevado a la degradación y fragmentación de hábitats y ecosistemas; contaminación; caza, sobrepesca y deforestación; enfermedades e introducción de especies foráneas, y el cambio climático. Se habla de casi un millón de especies de seres vivos amenazados., suficientes para darnos cuenta de lo preocupante de esta situación que supondría la pérdida de biodiversidad y sus servicios ecosistémicos. Tristemente podemos estar presenciando la Sexta Gran Extinción masiva en la Tierra.

Se dice que la vida de este planeta iría mejor sin la presencia humana, cierto es, pero también hay que matizar que aunque para el resto de los seres vivos no somos importantes, ellos sí que lo son para nosotros. Los humanos no estamos al margen ni por encima de la naturaleza, somos parte de ella. Tenemos que ser conscientes que sin biodiversidad nuestra situación empeoraría, ¡no es una letanía catastrofista!

No es cuestión de pregonar el fin del mundo inminente, se puede hacer algo entre todos. Pero, para ello es necesario, junto a un cambio de mentalidad y hábitos, de un cambio social revolucionario, ya que si estamos todos en el mismo barco no podemos responsabilizarnos y sacrificarnos conjuntamente y, a su vez, mantener las diferencias entre pasajeros de primera clase con sus privilegios y los del resto. «Que desaparezcan de una vez las escandalosas distinciones entre ricos y pobres, amos y lacayos, gobernantes y gobernados», como se decía en el «Manifiesto de los Iguales» durante la Revolución Francesa.

(AMOR Y RABIA)