miércoles, 26 de octubre de 2016

Yeseras y aljezares: paisajes y vida casi extraterrestre en nuestro planeta

Nº 18 – Otoño 2016

Las yeseras, esos peculiares paisajes de un singular aspecto, tienen un gran parecido con algunas de las formaciones geológicas que podemos encontrar fuera de nuestro planeta. Al yeso que forma sus suelos los árabes lo llamaron aljez. De este nombre deriva la denominación de aljezares a las comunidades de plantas y otros organismos que habitan suelos yesíferos. Esta vegetación esteparia forma sistemas que aparentemente tienen poco valor ecológico, nada más lejos de la realidad. Las plantas yipsófilas que habitan estos parajes son en su mayoría exclusivas de estas zonas como consecuencia de su clima y suelo muy especiales. Esta es la causa de que los aljezares tengan numerosas plantas únicas en nuestro planeta. Estas plantas llamadas endémicas tienen un gran valor, su pérdida implicaría el que la importante información de sus genes desapareciesen para siempre, con todo el conocimiento que esta planta encierra. Analizaremos un ejemplo de lo que comentamos a la luz de los últimos descubrimientos de la ciencia.

Nuestros suelos de yeso cuyo origen se remontan al Mesozoico tienen una importante relación con el agua. Su formación y evolución dependen de ello. Nuestro clima de veranos con prolongadas sequías hace de los aljezares más especiales todavía. La investigadora Sara Palacios declara a raíz de sus investigaciones:

«Algunos minerales contienen agua en su estructura cristalina. Es el caso del yeso, un mineral que aflora en zonas áridas y semiáridas. En condiciones naturales, el yeso puede perder el agua de cristalización (alrededor de un 20% de su peso). Esta capacidad de hidratarse y deshidratarse podría ser la clave de la supervivencia de muchas especies de plantas en épocas de sequía. Un estudio liderado por científicos del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) aporta evidencias que apoyan esta posibilidad. Los resultados se publican en la revista Nature Comunication. Este trabajo constituye la primera evidencia experimental de que los organismos vivos pueden utilizar el agua de cristalización de minerales como el yeso.»

Una vez se conozcan los mecanismos que dan lugar a este proceso, sería posible desarrollar nuevas tecnologías que faciliten la reforestación y el cultivo en zonas áridas. El CSIC ha informado que el yeso es también un mineral frecuente en Marte, donde los expertos lo han identificado como un sustrato clave en la búsqueda de formas de vida extraplanetaria. Estos resultados modifican significativamente el paradigma actual sobre el uso del agua por las plantas, en los que el agua retenida en la estructura cristalina de las rocas minerales no se considera como una fuente potencial. El cambio climático y la fragmentación del hábitat afectan negativamente a las plantas en hábitats de yeso, y se encuentran entre las principales amenazas para estos ecosistemas. Estos estudios se realizaron sobre jarillas de flor amarilla, del mismo género que las que aparecen en las fotos de este artículo, pero sus resultados son ampliables a otras plantas como los linos azules y blancos que también aparecen en las fotos del artículo. Proteger estas plantas y sus ecosistemas es la mejor manera de conocer y proteger la vida en la Tierra y en consecuencia nuestra vida sobre ella.

Fernando Benito

jueves, 20 de octubre de 2016

La banalidad del mal


Por PHILIP ZIMBARDO

En 1963, la filósofa social Hannah Arendt publicó lo que acabaría siendo un clásico de nuestros tiempos, Eichmann en Jerusalén: un estudio sobre la banalidad del mal. En esta obra nos ofrece un análisis detallado del juicio por crímenes de guerra de Adolf Eichmann, la figura nazi que organizó personalmente el asesinato de millones de judíos. La defensa que hizo Eichmann de sus actos fue similar a la de otros líderes nazis: «Me limitaba a cumplir órdenes». En palabras de Arendt, «[Eichmann] recordaba perfectamente que hubiera llevado un peso [en su conciencia] en el caso de que no hubiese cumplido las órdenes recibidas, las órdenes de enviar a la muerte a millones de hombres, mujeres y niños con la mayor diligencia y meticulosidad» (pág. 25).*

Sin embargo, lo que más sorprende en la descripción que Arendt hace de Eichmann es que, en muchos sentidos, parecía una persona totalmente ordinaria.

Seis psiquiatras habían certificado que Eichmann era un hombre «normal». «Más normal que yo, tras pasar por el trance de examinarle», se dijo que había exclamado uno de ellos. Y otro consideró que los rasgos psicológicos de Eichmann, su actitud hacia su esposa, sus hijos, su padre y su madre, sus hermanos, hermanas y amigos, era «no sólo normal, sino ejemplar». (págs. 25-26)

Tras su análisis de Eichmann, Arendt llega a su famosa conclusión:

Lo más grave, en el caso de Eichmann, era precisamente que hubo muchos hombres como él y que estos hombres no fueron pervertidos ni sádicos, sino que fueron, y siguen siendo, terrorífica y terriblemente normales. Desde el punto de vista de nuestras instituciones jurídicas y de nuestros criterios morales, esta normalidad resultaba mucho más terrorífica que todas las atrocidades juntas, por cuanto implicaba que este nuevo tipo de delincuente […] comete sus delitos en circunstancias que casi le impiden saber o intuir que realiza actos de maldad (pág. 276).

Fue como si en aquellos últimos minutos [de su vida, Eichmann] resumiera la lección que su larga carrera de maldad nos ha enseñado, la lección de la terrible banalidad del mal, ante la que las palabras y el pensamiento se sienten impotentes (pág. 252).

La expresión de Arendt «la banalidad del mal» sigue resonando hoy en día porque el genocidio se ha desatado por todo el mundo y la tortura y el terrorismo siguen formando parte del panorama mundial. Preferimos distanciarnos de una verdad tan básica y ver la locura de los criminales y la violencia sin sentido de los tiranos como rasgos de su manera de ser personal. El análisis de Arendt fue el primero en negar esta orientación al observar la fluidez con que las fuerzas sociales pueden hacer que personas normales cometan actos horrendos.

El efecto Lucifer
(2008)


 * H. Arendt, Eichmann in Jerusalem: A Report on the Banality of Evil, edición revisada y ampliada (Nueva York: Penguin Books, 1994). Las citas proceden de esta fuente.

domingo, 16 de octubre de 2016

Indomicialidad


Por HELEÑO SAÑA

A medida que ese expande la dinámica neoliberal de la globalización, se multiplica el número de marginados, desclasados, vagabundos y mendigos carentes de hogar, no sólo en los suburbios del Tercer Mundo, sino también en las metrópolis de Occidente. Si los políticos y los medios de información a su servicio procuran eludir este tema, todavía menos hablan del gran número de personas que en los cinco continentes son víctimas de la indomicialidad humana y espiritual. Y se callan no es sólo porque su alma está compuesto de egoísmo y frialdad, sino porque reconocer públicamente este escándalo significaría admitir el carácter inhumano del sistema vigente de valores y su complicidad directa o indirecta con él. Y para que nadie les pida cuentas, escurren el bulto hablando como cotorras de toda clase de banalidades o imaginando nuevas canalladas, que es su ocupación predilecta.

Estar domiciliado es algo más que tener un piso con sus correspondientes muebles y comodidades, significa ante todo contar con un núcleo de personas con las que podamos compartir nuestras penas y alegrías. Si eso falta, no hay verdadera morada, sino sólo alojamiento. No sólo el cuerpo, sino también el alma puede morirse de frío. La indomicialidad física es el producto del orden económico reinante en el mundo, la indomicialidad psíquica del endurecimiento de las relaciones interhumanas y de la eliminación del prójimo como parte integrante de nuestra existencia. Los resultados son distintos, pero la raíz de ambos fenómenos es la misma: la degradación de la persona a puro objeto de cambio. Relacionarse con los otros es hoy ante todo traficar. Una persona que no nos reporte algún beneficio, deja automáticamente de existir, pasa a convertirse en una cosa entre las cosas. Y cuánto más crece la miseria material y moral en torno nuestro, más prolifera la indiferencia hacia quienes padecen de ambos males. A lo que estamos asistiendo es nada menos que a la muerte de la compañía y la solidaridad como categorías convivenciales, fenómeno cuya raíz es la insularización del individuo. Lejos de vivir en la era de la comunicación, como afirman los apologetas del sistema, nos encontramos en plena era del mutismo, por muchos 'handys', teléfonos y ordenadores que utilicemos. Lo que por inercia mental seguimos llamando convivencia se compone la mayoría de las veces de pura exterioridad. Hay proximidad física, gritos, empujones o silencios hoscos, pero no intercomunicación. Pues bien: esta ausencia del prójimo en nuestro ámbito existencial es, en realidad, una forma de la nada, aunque para definir esta experiencia recurramos generalmente al término más corriente de soledad. Somos ciertamente libres, pero en realidad cada uno vive encerrado en su cautiverio particular, como las mónadas de Leibniz. En su Introducción a la filosofía, Karl Jaspers escribía: «Yo soy solamente con los otros, solo no soy nada». Y de manera parecida en su obra Filosofía: «Cuando soy sólo yo, me quedo desierto». Aunque escritos hace muchos años, estos párrafos anticipan literalmente la situación de indomicialidad afectiva en que se encuentra el hombre de la sociedad de consumo.

Nunca han estado los hombres tan alejados unos de los otros, tan privados de amistad y de calor humano, tan abandonados a su suerte. No hay vida en común, vida compartida con los otros, sino mutuo distanciamiento. Estamos rodeados de toda clase de aparatos técnicos y otros bienes materiales, pero a costa de ir perdiendo los bienes del alma, sin los cuales la vida deja de ser vida verdadera para pasar a ser agonía y muerte interior. He ahí el producto final de una civilización que obsesionada por acumular riqueza no ha hecho más que engendrar penuria espiritual. En este sentido nos hemos convertido en pordioseros, un estado subjetivo que salta cada vez más a la superficie en forma de grosería, malos modales, agresividad, violencia y desconsideración hacia los demás. Tampoco es una casualidad que estos modos de conducta coincidan con la creciente fealdad y vulgaridad de los gustos, hábitos de vida, diversiones y modos de vestir propagados por los fabricantes de modas, las agencias publicitarias y los expertos de marketing. Porque la indomicialidad empieza no en el recinto recoleto de nuestra intimidad, sino en el mismo ámbito público de las ciudades que habitamos, cada vez más deshumanizadas, ruidosas e inhabitables, no sólo para los parias de la tierra que tienen que vivir en ellas sin siquiera disponer de un techo donde protegerse del frío, y sobre todo, de sus semejantes.

LA CLAVE
Nº 264, 5-11 mayo 2006

lunes, 10 de octubre de 2016

Derechos humanos, mercado e información


Por JULIO ANGUITA

Tanto el artículo 19 de la solemne Declaración de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, como el 20 de la Constitución española de 1978, recogen el derecho a la libertad de expresión, así como «a comunicar o recibir libremente información veraz por cualquier medio de difusión». Sin embargo, en la realidad, esos enunciados tienen que contrastarse con una situación evocada por dos inquietantes preguntas: ¿Quiénes disponen de medios para comunicar y difundir su opinión? ¿Cuántos y quiénes son los propietarios de los medios de comunicación? Y tanto da que la titularidad de los medios sea pública como privada.

Alguien tan defensor del capitalismo y tan convencido de sus 'bondades' como George Soros ha alertado del peligro que el fundamentalismo del mercado conlleva como subvertidor de la ética y los Derechos Humanos; y de la información libre y plural, añado yo. Efectivamente la globalización capitalista y su dogma trinitario: Competitividad, Mercado y Crecimiento sostenido están incidiendo, muy negativamente, sobre la calidad de la información y sobre la fiabilidad misma de los informadores.

En la actualidad estamos asistiendo a un proceso de concentración de la propiedad de medios de comunicación tanto en nuestro país como en el mundo entero. Esas tendencias oligopolistas y monopolistas son incompatibles con la Democracia y con una información medianamente libre. Da lo mismo, al fin y a la postre, que el único propietario de los medios de comunicación sea un Estado totalitario o un único empresario.

La Competitividad como motor de la actividad económica y empresarial, ha ido acentuando, cada vez más, la información en un mercancía cuyo destino principal y prioritario es ser vendida. A partir de ahí el titular es como el envoltorio de cualquier producto de la estantería de un supermercado: impactante y llamativo. Muchas veces, por no decir casi todas, el titular-envase no se corresponde en absoluto con lo que se redacta a continuación.

Esta técnica que tiende a priorizar la capacidad de venta conduce a una uniformidad y a un empobrecimiento del lenguaje. Seguramente que nuestros lectores habrán podido comprobar cómo en las distintas empresas televisivas hay programas parecidos, o casi iguales, en la misma franja horaria, que luchan entre sí para conseguir la audiencia, y por ende la publicidad, estableciéndose entre ellas una competencia para ver quien ofrece el producto más degradado y más degradante.

Si lo que importa es el impacto del eslogan, la rotundidad en la formulación de un juicio y la brevedad en su exposición, el lenguaje se hace cada vez más pobre, más esquemático y más rígido. Un lenguaje en creciente disminución de vocablos y de matices incide en un pensamiento equivalente cada vez más pobre, más simplista y más primario. Los matices desaparecen, las categorías se simplifican en torno a un eje binario de tesis y antítesis sin posibilidad alguna de síntesis. El empobrecimiento del lenguaje y por ende del pensamiento nos instala a todos, especialmente en el campo de la política y de la información, en los aledaños de un fascismo mental.

La lucha por captar audiencias, lectores o espectadores, no puede hacerse degradando la calidad de la información o manipulándola de tal manera que deje de ser información y se transforme en arenga, azuzamiento al linchamiento o propaganda en el más puro sentido del Dr. Goebbels.

Pero queda aún otra cuestión no menos grave: la de la situación laboral de la inmensa mayoría de quienes reciben la información en primera instancia: los reporteros y los periodistas de a pie. Sobre un reducido empíreo de comunicadores-estrella se monta toda una parafernalia que tiene como base el salario casi de mínimo vital de miles y miles de hombres y mujeres que habiendo terminado su carrera tienen que transigir con esta explotación, cuando no expolio, ya que primero es comer. Invito a los lectores a que consideren algo que muchas veces nos pasa desapercibido: la información y su tratamiento es el resultado laboral de un esfuerzo hecho por muchas personas, es una mercancía. Y en ella existen todos los elementos que hay en cualquier otra: materia prima, trabajo, valor de uso y valor de cambio, extracción de plusvalía, etc., y que también, como en las otras mercancías hay un componente de reproducción ideológica para seguir incitando al consumo de esa mercancía. La información, rectamente entendida cumple el nobilísimo papel de suministrar los elementos fundamentales para el ejercicio del pensamiento y la opción consecuente; es decir, el ejercicio de la racionalidad. De todo ello se infiere que la información no puede entrar a ser tratada como cualquier otra mercancía en el mercado capitalista.

LA CLAVE
Nº 82, 8-14 noviembre 2002

martes, 4 de octubre de 2016

Una situación descabellada


... Y a mí, que todo esto del PSOE me parece teatro...

¿Soy el único que piensa que el PSOE tiene una base de votantes muy amplia que se rige por los mismos o muy parecidos criterios que siguen l@s votantes del PP?

¿Creéis que es equívoca esta sensación que tengo de que tod@s aquell@s que votaron PSOE en los anteriores comicios, muy probablemente volverán a hacerlo en unas hipotéticas terceras elecciones?

La gente que votó PSOE en las anteriores elecciones, votó a un partido corrupto a sabiendas. Votó a un partido poco democrático en su funcionamiento interno a sabiendas. Exactamente lo mismo que hacen l@s votantes del PP.

Toda esa gente, votará de nuevo al PSOE, porque ya antes sabían que votaban la continuidad de Felipe González y l@s suy@s. Exactamente igual que van a hacer ahora.

... Y los cuadros de mando del PSOE también saben esto.

En el fondo, lo sabemos tod@s. ¿O no?

Así las cosas, calculemos, que no va a ser muy largo, porque sólo hay dos opciones:
— Si el PSOE se abstiene. En ese caso gobierna el PP. El PSOE queda en el medio de la situación, con el partido del Gobierno dándonos caña, y PODEMOS acusándoles, con razón, de ser l@s culpables. Y con esa base de votantes que aún les sostiene, sintiendo que han dejado ganar al enemigo. Ser la oposición del partido que gobierna gracias a ti, no parece una situación muy cómoda, ¿verdad? Pasemos, pues, a la siguiente.

— Si el PSOE decide ir a terceras elecciones. En ese caso gobierna el PP (que ganará las elecciones, pues ya sabemos que sus votantes les van a volver a votar). Exactamente igual que antes. Sin embargo, ya no es tan fácil decir que es por culpa del PSOE... L@s votantes del PSOE se movilizan y, lo mismo que l@s del PP, también le vuelven a votar. En esta ocasión, el PP consigue lo que quiere, y el PSOE mantiene su base electoral, y su lugar como líder de la oposición. En tal caso, ¿quién vuelve a salir perjudicado por tercera vez?
¡Bingo! ¡Aquellos a quienes el PSOE teme más que al PP! Aquell@s que han perdido ya un montón muy grande de votantes que, desengañémonos, ya no les van a volver a votar, por ir variando su posición, de un discurso de «izquierda radical» a otro de socialdemocracia con aspiraciones, perdiendo así, justo aquello que l@s había elevado.

¿Es normal que, dos días después de unos episodios tan bochornosos como los de la semana pasada, los dirigentes del PSOE ya salgan a la palestra diciendo que ojo con engañarse; que el PSOE sigue siendo un partido fuerte? ¿Tiene alguna lógica que tres días después de un golpe de fuerza, dirigentes y medios de comunicación ya estén empezando a difundir la idea de que todo ha sido para bien? ¿De que el PSOE llegará a una solución? ¿Es posible que ya no tengan nada que criticarse entre ell@s? ¿En serio? ¿Sólo Pedro Sánchez salió malparado? ¿Tod@s l@s demás están encantad@s?

¿Os parece demasiado retorcido y maquiavélico? ¿PSOE Y PP encantados de la situación?

¡Bah! En realidad, es que me aburría y pensé, «vamos a imaginarnos una situación descabellada.» Al fin y al cabo, el PSOE es un partido socialista, preocupado por el bienestar de l@s ciudadan@s, sobre todo de l@s más desfavorecid@s.

Porque esto es así, ¿no?

Amnauj T.