lunes, 28 de diciembre de 2009

Bronca descomunal en la plaza pompeyana

Cada dos por tres, tenemos noticias de enfrentamientos violentos entre hinchas deportivos de diferentes localidades. Por lo que se ve, esto no es nuevo. En una vivienda de Pompeya de hace casí dos mil años, de tiempos de Nerón, se conservaba una pintura parietal en la que se representa un hecho real, que fue recogido por Tácito en el libro XIV de sus Anales del Imperio romano:
«En este mismo tiempo, de una ocasión harto ligera nació una matanza bien grande entre los habitantes de Nuceria y Pompeya, en el juego de gladiadores que se hacía por orden de Livineyo Régulo, aquél que, como dije, fue privado de la dignidad de senador. Porque provocándose estos dos pueblos uno a otro con injurias, por medio de la licencia que se suele tomar la plebe en semejantes concursos, llegaron primero a tirarse piedras, y después a menear las armas; prevaleciendo la parte de los pompeyanos, donde se hacía la fiesta. Fueron, pues, llevados a Roma muchos de los nucerinos heridos y estropeados, donde llegaron otros llorando la muerte de sus hijos y de sus padres. Remitió Nerón el conocimiento de esta causa al Senado, y el Senado a los cónsules; de los cuales vuelta de nuevo al Senado, se prohibió a los pompeyanos el hacer semejantes juntas por tiempo de diez años, y se deshicieron los colegios que habían instituido contra las leyes. Livineyo y los otros agitadores de la revuelta fueron castigados con destierro perpetuo.»
Allá por el año 59 d. C. (unos veinte años anteriores a la erupción del Vesubio que acabó con la ciudad) para el anfiteatro de Pompeya, el ex senador Livineyo Régulo debió organizar unos juegos circenses, a los que asisitieron también muchos habitantes de la vecina Nuceria. Por rivalidad o instigados por el patrocinador, nucerinos y pompeyanos comenzaron en las gradas del anfiteatro a mofarse unos de otros, luego se pasó a los insultos, y de ahí a las manos, el apedreamiento y las armas. Como se ve en la pintada, la refriega se extendió por los alrededores y demás calles de Pompeya.

Los nucerinos fueron los que peor salieron parados, con sus heridos y sus muertos, tuvieron que recurrir al emperador para pedir justicia. Éste, Nerón, lo pasó al Senado. El Senado romano dictaminó la prohibición de organizar estos espectáculos en la ciudad durante diez años (que fue levantada por el mismo emperador en el 64 d. C., porque su esposa era de allí) y el destierro de los organizadores.

Luego dicen que «cualquier tiempo pasado fue siempre mejor» o que «antes no ocurrían estas cosas» y semejantes comentarios. Por lo que se ve, no es así. Energúmenos y estúpidos había antes como ahora.

viernes, 25 de diciembre de 2009

Canibalismo polar

Unas fotos efectuadas el pasado 20 de noviembre por I. D. Williams, y dadas a conocer mundialmente por la Agencia Reuters, muestran a un oso polar adulto devorando un osezno de su misma especie. Comportamiento considerado anormal y consecuencia de la tendencia vigente a un calentamiento climático global, que hace que se forme más tarde la banquisa polar estacional y adelanta el deshielo primaveral, lo que da poco espacio de tiempo —durante el invierno ártico— para que los osos se alimenten de focas y tengan que recurrir a otros medios como el canibalismo.

El argumento en parte es acertado, pero con matices...

Por un parte las fotografias se hicieron a unos 300 kilómetros al norte de Cabo Churchill (en la costa occidental de la Bahía de Hudson, Canada), coincidiendo con la concentración anual para aguardar la formación otoñal de los primeros hielos marinos, que empieza por aquella zona. Eso sí, en los últimos años se retrasa unas semanas más (hace varios años era a finales de octubre y ahora es a mediados de noviembre). En esos momentos están hambrientos y más flacos porque en verano se han alimentando de bayas, hierbas y líquenes de la tundra, como también, a falta de algo mejor, de carroña, y con la formación de la banquisa costera —su plataforma de caza— pueden entrar en el mar helado para capturar focas.

En los últimos años ha habido una progresiva reducción, de un treinta por ciento, de los hielos estivales del casquete polar del Ártico. A diferencia de los de la Antártida, que permanecen estables, en contra de lo que se diga. El deshielo más temprano de verano y la formación de la banquisa flotante más tardía, afecta a los osos polares obligándoles a quedarse en tierra firme más tiempo (aunque las hembras preñadas hibernan para la crianza) y comer peor. En especial, a las subpoblaciones más meridionales como los de la Bahía de Hudson. Los osos del norte de Alaska tiene más alejados los hielos permanentes de la costa, y también les afecta el cambio climático. Pero el cambio climático puede afectar a todos los organismos, sea subiendo las temperaturas y/o sea bajando. La presa principal y más abundante de los osos polares es la foca anillada u ocelada (Pusa hispida), si ésta abunda, bien para los osos, pero si escasea, es malo para los «señores del Ártico». Por el invierno de 1973-74, hizo mucho más frío, las focas no pudieron criar ni alimentarse en el Golfo de Amundsen, porque no nevó (sus guaridas se excavan en la nieve sobre el hielo) y el hielo era mucho más grueso (utilizan las grietas de la presión de las placas para salir a la superfice), y en ese año muchos osos polares murieron por inanición. Y en estos últimos años es al revés, para los osos sureños (que tienen cada vez peores condiciones físicas), hace un poco más de calor.

Por otro lado, las osas polares con crías, siempre están alerta para posicionarse lo más alejadas de los machos adultos que, como sus parientes los osos pardos, pueden llegar a matar a los cachorros y hasta comerselos, si tienen hambre. Comportamiento bastante conocido por los esquimales de la zona. Haga frío o haga calor, cuando una hembra con oseznos se topa con un macho solitario, huye en el acto.

La Bahía de Hudson, especialmente la Bahía de James, es el extremo más meridional de la distribución del oso polar (Ursus maritumus) y los osos de esta zona tienen hábitos diferentes de los de latitudes más norteñas: dieta estival singular (75 % de aves), refugios distintos (excavan cubiles cuando tienen exceso de calor hasta el permafrost o suelo congelado), suelen criar más cachorros que se independizan antes. En los últimos años sus condiciones físicas se han deteriorado, han mermado de peso y están peor alimentados. Posible consecuencia de esta alteración meteorológica, el deshielo más temprano y la carencia de sus presas más habituales: las focas oceladas, las cuales ante las lluvias tempranas de primavera crían menos. Como tampoco debemos olvidar la caza local, con la que hacen prendas de vestir, que sufre la especie y la contaminación de su medio por culpa de las explotaciones mineras y petrolíferas, como sus peligros más presentes. El calentamiento climático lo será para más adelante.

A principios de los años sesenta, del siglo pasado, los biólogos rusos estimaron que había una población mundial de unos cinco mil ejemplares; en esa misma década, fueron los norteamericanos quienes consideraron que habría entre unos 17.000 a 19.000 osos polares de población mundial. Pero nadie disponía de datos fidedignos. En los años setenta unos 1.300 individuos eran masacrados anualmente, lo que demostró que la estimación demográfica de los rusos era errónea (con una cuarta parte esquilmada cada año, no habría quedado ninguno), la población mundial era de unos veinte mil osos polares. Actualmente, según la Lista Roja de UICN, hay unos 20.000-25.000 ejemplares (se ha mantenido más o menos estable en estas cuatro décadas), la especie no está en Peligro de Extinción. Aunque con la alteración de los hielos del Norte y la posible tendencia a una subida de las temperaturas, algunas poblaciones de esta especie podrían peligrar, pero no la especie en su totalidad. Sobrevivieron hace unos mil años al Óptimo Climático Medieval, y podrán resistir este otro, si no se lo impedimos.

Ya que se preocupan muchos «ecologistas» del oso polar, que se ocupen de su situación actual y la contaminación del Ártico, y no de los posibles daños del mañana, de una manera sensacionalista y alarmista. Esto me recuerda al cuento popular de Pedro y el lobo, después de gritar en falso varias veces la llegada del lobo, cuando éste llegó nadie le prestó atención y se quedó sin rebaño. Es un arma de doble filo, que puede volverse en contra de muchos de estos pseudoecologistas. Y el oso polar, de momento, sigue teniendo hielo.

domingo, 20 de diciembre de 2009

La evolución como hecho y como teoría

Stephen Jay Gould

Kirtley Mather, quien murió el año pasado [1] a los noventa años, era un pilar tanto de la ciencia como de la religión cristiana en Norteamérica y uno de mis amigos más queridos. La diferencia, de casi medio siglo, entre nuestras edades se evaporaba frente a nuestros intereses comunes. La cosa más curiosa que compartíamos era una batalla que libramos cada uno de nosotros a la misma edad. Pues Kirtley había ido a Tennessee con Clarence Darrow para testificar a favor de la evolución en el caso Scopes de 1925. Cuando pienso que estamos de nuevo enzarzados en la misma lucha por uno de los conceptos mejor documentados, más convincentes y excitantes de toda la ciencia, no sé si reír o llorar.

De acuerdo con los principios idealizados del discurso científico, el despertar de cuestiones aletargadas debería representar la aparición de datos frescos, capaces de dar una vida renovada a ideas abandonadas. Aquellos que encuentran fuera del debate actual pueden, por lo tanto, ser perdonados por pensar que los creacionistas han aparecido con algo nuevo, o que los evolucionistas se enfrentan a algún grave problema interno. Pero nada ha cambiado; los creacionistas no han presentado ni un solo dato o argumento más. Darrow y Bryan, al menos, resultaban más entretenidos que nosotros, pobres antagonistas de hoy. El ascenso del creacionismo no es más que pura y simplemente, política; representa un tema (y ni mucho menos la principal preocupación) de la resurgente derecha evangélica. Las argumentaciones que hace tan sólo una década parecían tonterías, han vuelto a incorporarse a la corriente principal.

El ataque básico de los creacionistas modernos se cae a pedazos por dos motivos generales, antes siquiera de que lleguemos a supuestos detalles factuales de su ataque a la evolución. En primer lugar, atacan a través de una malinterpretación vernácula de la palabra «teoría» para transmitir la falsa impresión de que nosotros, los evolucionistas, estamos encubriendo el podrido núcleo de nuestro edificio. En segundo lugar, hacen mal uso de una filosofía popular de la ciencia para argumentar que se comportan científicamente al enfrentarse a la evolución. Y, no obstante, esa misma filosofía demuestra que su propia creencia no es ciencia, y que «creacionismo científico» es una frase carente de significado y contradictoria en sí misma, un ejemplo de lo que Orwell llamó «neolengua».

En vernáculo norteamericano, «teoría» suele significar «dato imperfecto» [2]: parte de una jerarquía de confianza que va, en sentido descendente, de los hechos a la teoría, de ahí a las hipótesis, y de éstas a la suposición. Así, los creacionistas pueden argumentar (y lo hacen): la evolución es «sólo» una teoría, y el debate intenso ahora se ensaña contra muchos aspectos de la teoría. Si la evolución es algo menos que un hecho y los científicos ni siquiera son capaces de ponerse acuerdo acerca de la teoría, entonces ¿cómo vamos a tener confianza en ella? De hecho, el presidente Reagan se hizo eco de esta argumentación ante un grupo de evangélicos de Dallas cuando dijo (en lo que espero que sólo fuera retórica de campaña): «Bueno, es una teoría. Es sólo una teoría científica, y en los últimos años ha sido puesta en tela de juicio en el mundo de la ciencia; esto es, la comunidad científica no piensa que sea tan infalible como lo fue en tiempos pasados».

Bueno, la evolución es una teoría. Es también un hecho. Y los hechos y las teorías son cosas diferentes, no escalones de una jerarquía de certidumbre creciente. Los hechos son los datos del mundo. Las teorías son estructuras de ideas que explican e interpretan los hechos. Los hechos no se marchan mientras los científicos debaten teorías rivales para explicarlos. La teoría de la gravitación de Einstein reemplazó la de Newton, pero las manzanas no quedaron colgadas en medio del aire pendientes de este resultado. Y los seres humanos evolucionaron, a partir de antepasados simiescos, ya fuera por medio del mecanismo propuesto por Darwin o por algún otro, aún por descubrir.

Más aún, «hecho» no significa «certidumbre absoluta». Las pruebas finales de la lógica de las matemáticas fluyen deductivamente a partir de premisas planteadas, y alcanzan certidumbre, tan sólo porque no tratan el mundo empírico. Los evolucionistas no afirman estar en posesión de la verdad perpetua, aunque los creacionistas lo hacen a menudo (y después nos atacan por un tipo de argumentaciones que ellos mismos practican). En ciencia, «hecho» sólo puede significar «confirmado hasta tal punto que sería perverso no ofrecer nuestro asentimiento provisional». Supongo que es posible que las manzanas empiecen a flotar hacia arriba mañana, pero semejante posibilidad no merece que se le dedique igualdad de tiempos en las clases de física.

Los evolucionistas han tenido clara esta distinción, entre hechos y teoría, desde el principio, aunque sólo sea porque siempre hemos reconocido cuán lejos estamos de comprender completamente los mecanismos (teoría) por medio de los cuales la evolución (hecho) se ha producido. Darwin destacaba continuamente la diferencia entre sus dos grandes y separados logros: el establecimiento de la evolución como un hecho, y la proposición de una teoría (la selección natural) para explicar el mecanismo de la evolución. Él escribió en El origen del hombre: «Tenía dos objetivos distintos en mente: en primer lugar, mostrar que las especies no habían sido creadas por separado, y en segundo lugar, que la selección natural había sido el principal agente del cambio… Por consiguiente, si he errado en… haber exagerado su poder [el de la selección natural]…, espero al menos que habré hecho un buen servicio al ayudar a desbancar el dogma de las creaciones separadas».

Así, Darwin reconocía la naturaleza provisional de la selección natural, mientras afirmaba el hecho de la evolución. El fructífero debate teórico que Darwin inició no ha cesado en ningún momento. Desde la década de 1940 a la de 1960, la teoría de Darwin de la selección natural logró de hecho una hegemonía de la que jamás disfrutó en vida suya. Pero nuestra década viene caracterizada por la renovación de los debates y, mientras que ningún biólogo pone en cuestión la importancia de la selección natural, muchos dudan hoy de su ubicuidad. En particular, hay muchos evolucionistas que argumentan que existen cantidades sustanciales de cambio genético que pueden no estar sometidas a la selección natural y que pueden extenderse al azar a través de las poblaciones. Otros están poniendo en tela de juicio la ligazón que Darwin estableció entre la selección natural y el cambio gradual e imperceptible de todos los grados intermedios: argumentan que la mayor parte de los sucesos evolutivos pueden ocurrir mucho más rápidamente de lo que suponía Darwin.

Los científicos consideran los debates acerca de cuestiones fundamentales de la teoría como un signo de salud intelectual y como una fuente de emociones. La ciencia es (¿y de qué otro modo podría decirlo?) más divertida cuando juega con ideas interesantes, examina sus implicaciones y reconoce que la información antigua podría ser explicada de formas sorprendentemente nuevas. La teoría evolutiva disfruta ahora de este infrecuente vigor. No obstante, entre todo este bullicio, ni un solo biólogo se ha visto llevado a dudar del hecho que la evolución se ha producido; estamos debatiendo cómo ocurrió. Todos estamos intentando explicar la misma cosa: el árbol evolutivo que enlaza a todos los organismos por medio de la genealogía. Los creacionistas pervierten y caricaturizan este debate, olvidando convenientemente la convicción común que le subyace, y sugiriendo falsamente que dudamos del fenómeno mismo que intentamos comprender.

En segundo lugar, los creacionistas afirman que «el dogma de las creaciones separadas», como lo caracterizó Darwin hace un siglo, es una teoría científica merecedora de igual tiempo que la evolución en los planes de estudio de biología de los institutos. Pero un punto de vista popular entre los filósofos de la ciencia pone en su lugar este argumento creacionista. El filósofo Karl Popper lleva manteniendo desde hace décadas que el principal criterio de la ciencia es la refutabilidad [3] de sus teorías. Nunca podemos demostrar absolutamente, pero podemos refutar. Una serie de ideas que no pueden, por principio, ser refutadas, no son ciencia.

Todo el programa creacionista incluye poco más que un intento retórico de refutar la evolución, presentando supuestas contradicciones entres sus defensores. Su modelo de creacionismo, según ellos, es «científico» pues sigue el modelo popperiano, al intentar demoler la evolución. Y no obstante, el argumento de Popper debe aplicarse en las dos direcciones. Uno no se convierte en un científico simplemente tratando de refutar un sistema rival y verdaderamente científico; uno tiene que presentar un sistema alternativo que también satisfaga el criterio de Popper: también él debe ser refutable en principio.

«Creacionismo científico» es una frase que se contradice a sí misma; sin sentido, precisamente porque no puede ser refutada. Puedo imaginarme observaciones y experimentos que refutarían cualquier teoría evolutiva que conozca, pero no puedo imaginar que datos potenciales podrían llevar a los creacionistas a abandonar sus convicciones. Los sistemas imbatibles son dogma, no ciencia. En caso de que pueda parecer brutal o retórico, cito al principal intelectual del creacionismo, el doctor Duane Gish, en su reciente libro (1978), Evolution? The Fossils Say No! (¿Evolución? Los fósiles dicen: ¡No!): «Por creación entendemos el dar existencia, por parte de un creador sobrenatural, a los tipos básicos de plantas y animales por el proceso de creación repentina, o que haya él creado. No sabemos como creó el Creador, qué procesos utilizó, ya que Él hizo usó de procesos que no operan hoy en ningún lugar del universo natural [las cursivas son de Gish]. Es por esto por lo que nos referimos a la Creación denominándola como una “creación especial”. No podemos descubrir a través de investigaciones científicas nada acerca de los procesos creativos usados por el Creador». Le pedimos fervientemente, doctor. Gish, a la luz de su última frase, ¿qué es entonces el creacionismo «científico»?

Nuestra confianza en que la evolución tuvo lugar se centra en tres argumentos generales. Primero, tenemos evidencias directas abundantes, procedentes de la observación, de la evolución en acción, tanto en el campo como en el laboratorio. Esta evidencia va desde incontables experimentos acerca del cambio, en casi cualquier cosa, en las moscas del vinagre sometidas a selección artificial en el laboratorio, hasta las poblaciones famosas de polillas británicas que se volvieron negras cuando el hollín industrial oscureció los árboles sobre los que descansaban. (Las polillas obtienen protección frente a las aves depredadoras de vista aguda, mimetizándose con el fondo). Los creacionistas no niegan estas observaciones: ¿cómo iban a hacerlo? Los creacionistas han reajustado su actuación. Argumentan que Dios sólo creó «tipos básicos», dejando un margen para un limitado vagabundeo evolutivo en su seno. Así, los caniches y los gran-daneses proceden del tipo perro y las polillas pueden cambian de color, pero la naturaleza no puede convertir un perro en un gato, ni un mono en un hombre.

El segundo y tercer argumentos a favor de la evolución (la tesis a favor de los grandes cambios) no implican una observación directa de la evolución en acción. Descansan sobre la inferencia, pero no por ello son menos seguros. Los cambios evolutivos mayores requieren demasiado tiempo para su observación directa, ya sea a la escala de la historia registrada o no. Todas las ciencias históricas reposan sobre la inferencia, y la evolución no difiere de la geología, la cosmología o la historia humana en este aspecto. Por principio, no podemos observar procesos que operaron en el pasado. Debemos inferirlos a partir de los resultados que aún nos rodean: organismos vivientes y fósiles, en el caso de la evolución; documentos y artefactos, en el de la historia humana; estratos y topografía, para la geología.

La segunda argumentación (que la imperfección de la naturaleza revela evolución) le parece irónica a la mayor parte de la gente, ya que piensan que la evolución debería ser más elegantemente exhibida en la casi perfecta adaptación expresada por algunos organismos: la curvatura del ala de gaviota, o las mariposas que no pueden verse sobre un fondo de hojas caídas por lo bien que las imitan. Pero la perfección podría impuesta indistintamente por un sabio creador o ser desarrollada por selección natural. La perfección borra las huellas de la historia pasada. Y la historia pasada (la evidencia del origen) es la marca de la evolución.

La evolución queda expuesta en las imperfecciones que registran una historia de descendencias. ¿Por qué debería correr una rata, un murciélago volar, un delfín nadar, y yo escribir este ensayo con estructuras conseguidas con los mismos huesos, sino porque todos las heredamos de un ancestro común? Un ingeniero que partiera de cero podría diseñar unas extremidades mejores para todos y cada uno de los casos. ¿Por qué habrían de ser marsupiales todos los grandes mamíferos nativos de Australia, si no descendieran de un antecesor común aislado en esta isla continente? Los marsupiales no son «mejores» ni están idealmente acondicionados a Australia; muchos han sido barridos por mamíferos placentarios, importados por el hombre desde otros continentes. Este principio de imperfección se extiende a todas las ciencias históricas. Cuando nosotros reconocemos la etimología de septiembre, octubre, noviembre y diciembre (séptimo, octavo, noveno y décimo), sabemos que el año, en otro tiempo, empezaba en marzo, o que debieron añadirse dos meses al calendario original de diez.

El tercer argumento es más directo: las transiciones son frecuentemente encontradas en el registro fósil. Las transiciones preservadas no son comunes (y no deberían serlo, con arreglo a como entendemos la evolución, pero no faltan totalmente, como los creacionistas frecuentemente afirman. El maxilar inferior de los reptiles contiene varios huesos. La de los mamíferos, uno solo. Los huesos mandibulares no-mamiferianos van siendo reducidos gradualmente en los antepasados de los mamíferos, hasta convertirse en diminutos huesecillos situados en la parte trasera de la mandíbula. El «martillo» y el «yunque» del oído de los mamíferos son descendientes de estos huesecillos. ¿Cómo pudo llevarse a cabo tal transición?, preguntan los creacionistas. Sin duda, un hueso o pertenece por completo a la mandíbula, o pertenece al oído. Sin embargo, los paleontólogos han descubierto dos linajes transitorios de terápsidos (los llamados reptiles mamiferianos) con una doble articulación mandibular: una compuesta de los antiguos huesos cuadrado y articular (que pronto se habrían de convertir en el martillo y el yunque), y la otra formada por los huesos escamoso y dentario (como en los mamíferos modernos). Por otra parte, ¿qué mejor forma de transición podríamos esperar hallar que la del ser humano más antiguo, Australopithecus afarensis, con su paladar simiesco, su postura erguida humana y una capacidad craneal superior a la de cualquier simio del mismo tamaño corporal, pero nada menos que 1.000 centímetros cúbicos inferior a la nuestra? Si Dios hizo cada una de la media docena de especies humanas descubiertas en las rocas antiguas, ¿por qué las creo en una secuencia temporal continua de rasgos progresivamente más modernos: capacidad craneal creciente, cara y dientes más reducidos, mayor tamaño corporal? ¿Acaso creó imitando la evolución y probar así nuestra fe?

Enfrentados con estos datos de la evolución, y con la ruina filosófica de su propio credo, los creacionistas se apoyan en la distorsión y las insinuaciones para respaldar sus retóricas afirmaciones. Si les parezco agrio y cortante, ciertamente lo soy; ya que me he vuelto uno de los blancos predilectos de estas prácticas.

Me cuento entre los evolucionistas que defiende un ritmo de cambio a saltos, o episódico, más que uno suavemente gradual. En 1972, mi colega Niles Eldredge y yo desarrollamos la teoría del equilibrio puntuado. Planteábamos que dos datos destacados del registro fósil, el origen geológicamente «repentino» de nuevas especies y su ausencia de cambio posterior (estasis), reflejan las predicciones de la teoría evolutiva, no las imperfecciones del registro fósil. En la mayor parte de las teorías, la fuente de nuevas especies son pequeñas poblaciones aisladas, y el proceso de especiación precisa de miles o decenas de miles de años. Todo este tiempo, tan largo si lo comparamos contra nuestras vidas, es un microsegundo geológico. Representa mucho menos que el 1 por 100 de la vida media de una especie fósil de invertebrado: más de diez millones de años. Por otra parte, no es de esperar que las especies grandes, muy extendidas y bien establecidas especies, cambien mucho. En nuestra opinión, la inercia de las poblaciones grandes explica la estasis de la mayor parte de las especies fósiles a lo largo de millones de años.

Propusimos la teoría del equilibrio puntuado en gran medida por ofrecer una explicación diferente a las tendencias que impregnan todo el registro fósil. Las tendencias, argumentábamos, no pueden atribuirse a la transformación gradual en el seno de los linajes, sino que deben surgir del éxito diferencial de ciertos tipos de especies. Una tendencia, argumentábamos, se parece más a subir un tramo de escaleras (puntuaciones y estasis) que a subir rodando por un plano inclinado.

Desde que propusimos el equilibrio puntuado para explicar las tendencias, resulta enfurecedor ser citado una y otra vez por los creacionistas (no sabría si a propio intento o por estupidez) como si admitiéramos que el registro fósil no incluye formas de transición. Las formas de transición no existen normalmente a nivel de las especies, pero son abundantes entre los grupos mayores. Y, no obstante, un panfleto titulado «Científicos de Harvard reconocen que la evolución es un engaño» afirma: «Los hechos del equilibrio puntuado que Gould y Eldredge… están obligando a los darwinistas a comulgar con el cuadro pintado por Bryan, y que Dios nos ha revelado en la Biblia».

Continuando con la distorsión, varios creacionistas han equiparado la teoría del equilibrio puntuado con una caricatura de las creencias de Richard Goldschmidt, uno de los primeros grandes genetistas. Goldschmidt argumentó, en un libro famoso publicado en 1940, que pueden surgir nuevos grupos de golpe por medio de grandes mutaciones. Hacía referencia a estos organismos, súbitamente transformados, llamándolos «monstruos prometedores». (Me siento atraído a algunos aspectos de la versión no caricaturizada, pero la teoría de Goldschmidt todavía no tiene nada que ver con el equilibrio puntuado). El creacionista Luther Sunderland habla de la «teoría del equilibrio puntuado y los monstruos prometedores», y dice a sus esperanzados lectores que «equivale a una admisión tácita de que los antievolucionistas están en lo cierto, al afirmar que no existe evidencia fósil alguna que apoye la teoría de que toda la vida está relacionada a un antepasado común». Duane Gish escribe: «Según Goldschmidt, y ahora, al parecer, también según Gould, un reptil puso un huevo del cual salió la primera ave, con plumas y todo». Cualquier evolucionista capaz de creer semejante imbecilidad, sería expulsado a carcajadas, con toda razón, del mundo intelectual: no obstante, la única teoría que jamás podría visualizar semejante escenario para el origen de las aves es el creacionismo, con Dios actuando sobre el huevo.

Los creacionistas me irritan y me divierten a la vez; pero fundamentalmente, me producen una profunda tristeza. Por muchas razones. Tristeza porque una gran cantidad de las personas que responden a la llamada creacionista están preocupadas por los motivos correctos, pero están desahogando su ira en el blanco equivocado. Es cierto que los científicos a menudo han sido dogmáticos y elitistas. Es cierto que con frecuencia hemos permitido que nos representara la imagen del hombre con la bata blanca que dice en los anuncios «los científicos dicen que la Marca X cura los sabañones diez veces más deprisa que…». No la hemos combatido adecuadamente, porque al parecer como un nuevo sacerdocio nos otorgaba beneficios. También es verdad que el poder, sin rostro y burocrático del Estado cada vez más se entromete en nuestras vidas y elimina opciones que deberían ser patrimonio de los individuos y las comunidades. Puedo comprender que los programas de estudio de las escuela, impuestos desde arriba y carentes de aportaciones locales, puedan ser consideradas como un insulto más, por este motivo. Pero el culpable no es, ni puede ser, la evolución ni cualquier otro hecho del mundo natural. Hay que identificar y combatir a los verdaderos enemigos, por supuesto, pero nosotros no estamos entre ellos.

Me siento triste porque el resultado práctico de toda esta escandalera no será una expansión para incluir el creacionismo (también eso me entristecería), sino la reducción o la eliminación de la evolución de los planes de estudio de las escuelas superiores. La evolución es una de la media docena de «grandes ideas» desarrolladas por la ciencia. Habla de las profundas cuestiones de la genealogía que nos fascinan a todos: el fenómeno de las «Raíces» escrito con mayúsculas. ¿De dónde venimos? ¿Dónde surgió la vida? ¿Cómo se desarrolló? ¿De qué modo se hallan emparentados los organismos? Nos obliga a pensar, meditar y maravillarnos. ¿Debemos privar a millones de este conocimiento y volver a enseñar biología como una serie de datos aburridos e inconexos, sin el hilo que teje los diversos materiales en una unidad flexible?

Pero, más que ninguna otra cosa, me entristece una tendencia que empiezo a discernir entre mis colegas. Siento que muchos quieren ahora hacer enmudecer el sano debate, en torno a la teoría, que ha traído nueva vida a la biología evolutiva. Según ellos es llevar el agua al molino creacionista, aunque sólo sea a través de la distorsión. Tal vez debiéramos agazaparnos y reunirnos en torno a la bandera del darwinismo estricto, al menos de momento; una especie de religión a la antigua que está de nuestra parte.

Deberíamos tomar prestada otra metáfora y reconocer que también nosotros tenemos que recorrer un sendero recto y estrecho, rodeado de caminos de perdición. Porque si alguna vez comenzamos a suprimir nuestros intentos de comprender la naturaleza, a ahogar nuestra propia excitación intelectual en un malhadado esfuerzo por presentar un frente unido donde no sólo no existe, sino que no debe existir, entonces estaremos definitivamente perdidos.



Notas:

[1] Publicado en Discover Magazine, mayo de 1981.

[2] El uso que comúnmente se le da a esta palabra no es muy diferente en castellano. La mayoría de la gente le atribuye el significado de algo «aun no comprobado».

[3] O falsabilidad, concepto acuñado por el filósofo Karl R. Popper, que designa la posibilidad que tiene una teoría de ser desmentida, «falseada» o refutada por un hecho determinado o por algún enunciado que pueda deducirse de esa teoría y no pueda ser verificable empleando dicha teoría. Según Popper, uno de los rasgos de toda verdadera teoría científica estriba en su falsabilidad; si una teoría logra no ser falseada, puede mantener sus pretensiones de validez.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Una estrategia equivocada

La vida surgió en una Tierra caliente, envuelta en una atmósfera opaca, electrizada, radiactiva y compuesta de gases tóxicos. Ha superado extinciones masivas como la del Pérmico o la del Cretácico y es, por tanto, capaz de sobreponerse a la mayor catástrofe que podamos causar o aun imaginar. Al diezmar la actual biodiversidad, las actividades humanas están provocando una crisis biológica de la que nuestra propia especie puede llegar a ser también víctima, pero los naipes de la vida volverán a ser barajados y los huecos dejados por las especies que el hombre extinguió se ocuparán. Se precisan unos diez millones de años tras una extinción masiva para que la biodiversidad preexistente se recupere, un periodo con poco sentido para nuestra escala temporal humana pero más bien breve en la geológica.

No podemos imaginar qué criaturas hollarán y sobrevolarán las ruinas de nuestras hoy soberbias ciudades tras esos diez millones de años que la biodiversidad tarda en regenerarse. Lo que sí es seguro es que habrá una rica fauna en el «Neozoico».

Tampoco podemos definir la vida, pero sí sabemos que es tan imparable como diversa y que nuestra especie no es sino uno de sus muchos experimentos. Nadie nos ha asegurado que la inteligencia sea un mecanismo evolutivo biológicamente viable a largo plazo, aunque hasta ahora nos haya dado un éxito biológico sin precedentes en la historia de la vida en la Tierra. Ese éxito se ha conseguido porque hemos adaptado el medio a nuestras necesidades, en vez de, como hacen los demás seres vivos, adaptarnos nosotros a él. Sin embargo, debe tenerse en cuenta que la inteligencia no puede hacer milagros y que una especie o población que crece tanto que agota el medio que la sustenta, desaparece. El crecimiento perpetuo es la teoría de las células tumorales, las que, al acabar causando la muerte del organismo hospedador, provocan también la suya propia. Según dijo hace medio siglo el paleontólogo George G. Simpson, la evolución no tiene propósito alguno; es, en efecto, un mecanismo oportunista y azaroso, puesto que las mutaciones que conforman las especies se producen al azar y es su oportunismo en un momento dado lo que decide si pueden seguir en el carrusel de la vida o deben apearse de él.

Arturo Valledor de Lozoya
Quercus 228 (febrero 2005).

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Manifiesto en defensa de los derechos fundamentales en Internet

Ante la inclusión en el Anteproyecto de Ley de Economía sostenible de modificaciones legislativas que afectan al libre ejercicio de las libertades de expresión, información y el derecho de acceso a la cultura a través de Internet, los periodistas, blogueros, usuarios, profesionales y creadores de Internet manifestamos nuestra firme oposición al proyecto, y declaramos que:
1. Los derechos de autor no pueden situarse por encima de los derechos fundamentales de los ciudadanos, como el derecho a la privacidad, a la seguridad, a la presunción de inocencia, a la tutela judicial efectiva y a la libertad de expresión.

2. La suspensión de derechos fundamentales es y debe seguir siendo competencia exclusiva del poder judicial. Ni un cierre sin sentencia. Este anteproyecto, en contra de lo establecido en el artículo 20.5 de la Constitución, pone en manos de un órgano no judicial —un organismo dependiente del ministerio de Cultura—, la potestad de impedir a los ciudadanos españoles el acceso a cualquier página web.

3. La nueva legislación creará inseguridad jurídica en todo el sector tecnológico español, perjudicando uno de los pocos campos de desarrollo y futuro de nuestra economía, entorpeciendo la creación de empresas, introduciendo trabas a la libre competencia y ralentizando su proyección internacional.

4. La nueva legislación propuesta amenaza a los nuevos creadores y entorpece la creación cultural. Con Internet y los sucesivos avances tecnológicos se ha democratizado extraordinariamente la creación y emisión de contenidos de todo tipo, que ya no provienen prevalentemente de las industrias culturales tradicionales, sino de multitud de fuentes diferentes.

5. Los autores, como todos los trabajadores, tienen derecho a vivir de su trabajo con nuevas ideas creativas, modelos de negocio y actividades asociadas a sus creaciones. Intentar sostener con cambios legislativos a una industria obsoleta que no sabe adaptarse a este nuevo entorno no es ni justo ni realista. Si su modelo de negocio se basaba en el control de las copias de las obras y en Internet no es posible sin vulnerar derechos fundamentales, deberían buscar otro modelo.

6. Consideramos que las industrias culturales necesitan para sobrevivir alternativas modernas, eficaces, creíbles y asequibles y que se adecuen a los nuevos usos sociales, en lugar de limitaciones tan desproporcionadas como ineficaces para el fin que dicen perseguir.

7. Internet debe funcionar de forma libre y sin interferencias políticas auspiciadas por sectores que pretenden perpetuar obsoletos modelos de negocio e imposibilitar que el saber humano siga siendo libre.

8. Exigimos que el Gobierno garantice por ley la neutralidad de la Red en España, ante cualquier presión que pueda producirse, como marco para el desarrollo de una economía sostenible y realista de cara al futuro.

9. Proponemos una verdadera reforma del derecho de propiedad intelectual orientada a su fin: devolver a la sociedad el conocimiento, promover el dominio público y limitar los abusos de las entidades gestoras.

10. En democracia las leyes y sus modificaciones deben aprobarse tras el oportuno debate público y habiendo consultado previamente a todas las partes implicadas. No es de recibo que se realicen cambios legislativos que afectan a derechos fundamentales en una ley no orgánica y que versa sobre otra materia.

martes, 24 de noviembre de 2009

El silencio que exigen las campanas


La Iglesia nunca ha tolerado la libertad en general, pero sobre todo para concretar más, nunca ha tolerado la libertad de expresión. La destrucción de libros, la quema de herejes, la condena de la libertad de prensa, han sido hitos en su historia que ni siquiera ellos mismos se atreven hoy a negar. Pero otra cosa es hablar de ello.

El hecho de anunciar una conferencia sobre los crímenes cometidos por esta institución a lo largo de la Historia ha sido suficiente para que el Arzobispado de Toledo haya denunciado ante el juzgado al compañero que figuraba como conferenciante y posiblemente a la CNT y a la FAI de la localidad. La mordaza esta vez viene en forma de querella por la que piden 30.000 euros de fianza por un «delito para la discriminación en conjunción ideal con un delito de escarnio de los sentimientos religiosos». Lo de la discriminación no acabamos de entenderlo, pero el resto se entiende perfectamente. Sí, has leído bien, pretenden hacer uso del Código Penal para castigar la parodia, el sarcasmo, la burla o simplemente la divulgación de las tropelias de este poder fáctico, responsable del mundo injusto en que vivimos.

Hace algo más de un año la CNT y la FAI de Toledo prepararon una conferencia que llevaba por título: «Fundamentos, actitudes y comportamientos de una organización criminal: la Iglesia católica». Habiendo hablado de este tema otras veces sin problema, incluso en la misma ciudad, se esperaba una exposición histórica y un análisis de la realidad actual con un coloquio posterior. Desde luego no se convocaba dentro de ninguna Iglesia ni se obligaba a asistir amordazado a ningún cristiano para ver si abría los ojos a modo de exorcismo. Pero en esta ocasión intervinieron los perros bien adiestrados.

El día anterior a la conferencia, el principal diario de la localidad, EL DÍA, publica a página entera y con una llamada en la portada, la atrocidad que se cierne (literal) sobre Toledo: se va a hablar. ¿Pero cuestiona el artículo el contenido de la conferencia? No, no, ¿para qué? La preocupación de este vocero de los notables toledanos es quién podía usar legítimamente el patrimonio sindical acumulado (edificio donde se realizó), quién había dado permiso, cómo se podía evitar, y qué pensaban los sindicatos y partidos que ya conocemos. Pues bien, el presidente provincial de la UGT, Rubén Martín, decía: «nosotros no hemos dado autorización, de hecho me sorprende esta noticia porque no sé cómo habrán conseguido las llaves». El de CC OO, Jesús García Villaraco decía no conocer la noticia: «pero no entiendo cómo pueden anunciar una conferencia o una actividad sin que nosotros lo conozcamos». Luego dejan caer que CC OO ha planteado la posibilidad de cambiar la cerradura, y que la Subdelegación del Gobierno y la Delegación desconocían el tema y no lo habían autorizado. ¡Qué error! Se debió pedir permiso al Gobierno para poder hablar. No hubo anteriormente ningún problema con las decenas de actos de todo tipo y materia. Ni llaves ni autorizaciones, pero ¡ay, amigo! ¡Se trataba de la Iglesia!

El día señalado volvieron a la carga. En portada ya aparecía que «PSOE y PP dicen que la charla de CNT podría ser un delito», y que IU «critica las formas en que se ha organizado». Y a página entera en el interior, además de decir que «el propio título de la conferencia puede ser constitutivo de delito», el portavoz del PSOE afirmaba que «el contenido y el título de la conferencia no corresponde al sentir de casi nadie en la ciudad de Toledo». A su grupa, el presidente de los Populares toledanos mostraba su «negativa a este tipo de actos bochornosos, lamentables, inadmisibles y hasta casi delictivos» y que «en una ciudad como Toledo que tiene la categoría de primada de España no se pueden producir este tipo de actos». Esta bella persona, después de hacer «un llamamiento a las autoridades para que no consientan que se haga», hizo un pronóstico (siempre según el diario): «supongo que si al final la hacen seguirán diciendo sandeces similares a las del título».

Pero si parecía que ahí acababa la cosa, justo antes de comenzar el acto se presentan dos personas que dicen ser periodistas de EL DÍA diciendo que vienen a grabar el acto. Por supuesto, se les invitó amablemente a no estropear el material de grabación con semejantes «sandeces», pero ellos insistían porque «vamos a los sitios a grabar lo que nos da la gana». Después de que a Leo Bassi le pusieran una bomba en el camerino del Teatro Alfil en Madrid, de que desalojaran una librería vallisoletana por amenaza de bomba durante la presentación de un libro crítico con los dogmas cristianos, de Fernando de Orbaneja, y de que a Íñigo Ramírez de Haro le dieran una paliza en el Círculo de Bellas Artes durante la representación de la obra «Me cago en Dios», y sobre todo recordando que los de la otra mejilla son ellos, se les dijo que nada de grabar pero que se podían quedar a escuchar la conferencia. De hecho se quedaron, pero a los cinco minutos se marcharon porque en la escuela de periodismo no les debían haber enseñado a hacer un crónica de algo que se ha escuchado y sobre lo que se ha tomado nota. Al día siguiente, eso sí, se encargaron de escribir que «la CNT veta a EL DÍA y nos prohíbe grabar y tomar imágenes».

Si creen que las amenazas judiciales van a servir para taparnos la boca se han equivocado. En el año del asesinato de Francisco Ferrer instigado por la Iglesia seguiremos enumerando sus crímenes y el lastre que supone para cualquier aspiración de libertad. Continuaremos informando.

sábado, 21 de noviembre de 2009

Rocío

La memoria mutilada

CNT, 312. Mayo 2005.
Quizás no sean muchos los lectores que recuerden el escándalo que levantó a comienzos de los años ochenta del siglo pasado la película Rocío. Un documental realizado por Fernando Ruiz Vergara que tiene el triste honor de figurar entre las obras censuradas por orden judicial. Su proyección en los cines se vio interrumpida por la denuncia que una familia de Almonte (Huelva), municipio donde se celebra la romería que da nombre al filme, interpuso contra el director, la guionista y la persona que describía cómo y quienes ejercieron la represión golpista en 1936. El resultado fue la condena del realizador, su salida del país y la mutilación de la película en más de un minuto. Corte que si bien en un principio era sustituido por un cartelón en el que, con fondo negro se indicaba la supresión de las imágenes, a medida que pasó el tiempo fue también eliminado. De esta forma, la censura alcanzaba, como las tropas del general Franco, sus últimos objetivos: no dejar constancia siquiera de su existencia.

Ahora, con el resurgir de lo que se denomina la «recuperación de la memoria histórica», no sólo se exhuman fosas, a pesar del evidente desagrado de la administración, sea socialista o popular, o se tratan cuestiones, como la existencia del trabajo esclavo en la España franquista, tal como en la Alemania nazi. También reaparecen vestigios de esa memoria olvidada de la Transición. Es el caso de Rocío. Una película que vio rota su exitosa trayectoria de público y que es símbolo tanto de lo que en esos años se llamaba el «nuevo cine andaluz» como de los límites de la monarquía parlamentaria que ha sucedido de la dictadura. Tras el escándalo, el secuestro, el juicio y la condena el filme desapareció de la cartelera y sólo en contadas ocasiones ha sido visto en alguna emisión televisiva o en circuitos especializados. Como hace unas semanas ha ocurrido en unas Jornadas celebradas, precisamente en Huelva, por la Asociación Andaluza Memoria Histórica y Justicia. Proyección que no tuvo lugar sin que los organizadores tuvieran que soportar todo tipo de presiones de sectores integristas que veían en ella un ataque al culto y veneración de la imagen de la virgen del Rocío.

Rocío es una obra en la que se aprecian las formas y el contexto del momento en el que se rodó. Como tampoco se puede olvidar que su condena se produjo bajo la influencia del golpe militar de febrero de 1981. Junto a las explicaciones antropológicas de un joven Isidoro Moreno, hoy cátedro universitario de la disciplina, aparece la impagable intervención de quien fue alcalde de Sevilla y también cátedro universitario Antonio Hernández Díaz dando toda una lección de cómo se mutilaban las imágenes a conveniencia de las necesidades devocionales. Además es una película histórica. En el sentido de que explica de forma clara y concisa no sólo el origen del culto sino también la evolución de la romería que tanto auge ha tenido durante estas últimas décadas. Pero sobre todo es una obra que plantea una serie de interrogantes. Un par de ellos. Uno, el destino de los enormes flujos monetarios que mueve y su incidencia en la vida de los habitantes de Almonte. Otro, su utilización para afianzar el sistema clasista capitalista.

En cualquier caso es una película que todavía hoy emociona y sorprende. No deja indiferente. Ni siquiera en el lamentable estado en que se proyectó. De un lado es un ejemplo heroico de las dificultades en las que se movieron los movimientos de recuperación de la memoria de esos años. De otro, sobre todo, es una muestra de la necesidad de empezar a «recuperar» la memoria de la Transición española. Hoy todavía es posible, dentro de unas décadas pasarán a engrosar la lista de las banderas a levantar para poner en su sitio las explicaciones oficiales que otorgan un papel cardinal a las actitudes visionarias de unos dirigentes políticos en pizarras escolares francesas o a la heroicidad de un rey. No hay que olvidar que cinco lustros más tarde la proyección de Rocío se realizó con la copia censurada y la presencia vigilante de abogados.

Germinal


El próximo viernes 27 de noviembre los compañeros del Ateneo Libertario Gregorio Baticón de Valladolid proyectarán el documental Rocío de Fernando Ruiz Vergara, todavía censurado por orden judicial, tras la denuncia de destacados miembros de la Hermandad Matriz de Almonte (porque en el film sale a resaltar su pasado criminal durante la Guerra Civil). Pues aquí lo tenéis:

jueves, 19 de noviembre de 2009

La gran migración

Por Félix Rodríguez de la Fuente

Sólo una vez he podido contemplar el formidable espectáculo de la migración, porque si bien suele tener lugar a finales de mayo, su comienzo se ve precipitado o retardado por las lluvias en una época en que no son raras las tormentas. Una semana antes de la marcha, los pequeños grupos y rebaños autónomos se fueron reuniendo en una zona de la altiplanicie, integrándose en una manada inmensa, en la que se mezclaban los machos, las hembras y los terneros de seis meses. Todos y cada uno de los animales, presa de una apacible agitación, de una bien perceptible energía potencial, mugían a más y mejor, emitiendo el característico ¡ñuuu… ñuuu… ñuuu…! que ha dado nombre a la especie. Pero multiplicadas por decenas de miles de gargantas, estas llamadas guturales componían un grandioso e insólito coro, al que se sumaban los agudos y entrecortados «ladridos» de las cebras que, en compactos rebaños, evolucionaban nerviosamente entre la masa parda de los antílopes.

De pie sobre el techo del todo-terreno podía contemplar un pardo, interminable y viviente tapiz que se perdía de vista en el horizonte, envuelto en la gran música que precede la marcha y en el característico olor acre de las grandes manadas. Durante varias horas seguimos en coche a las columnas viajeras, al gran ejército que se desplazaba hacia el noroeste. Con las pesadas cabezas bajas, enfrentados al sofocante ventarrón de la meseta, aquellos animales eran el símbolo mismo de la decisión y la seguridad. Como si una fuerza irresistible las atrajera, las enjutas bestias se movían maquinalmente, a un ritmo invariable. Entonces, al murmullo infinito de sus voces se sumaba el retumbar lejano de la tierra, sacudida por miles y miles de pezuñas que arrancaban nubes de polvo sofocante en la reseca costra de la pradera. Pero la marcha del gran rebaño no era anárquica como las desordenadas estampías de los bisontes americanos que hemos visto en las películas. Interminables y disciplinadas filas de animales marchaban paralelamente, tallando profundas sendas en la llanura y respetando amplias zonas marginales por las que trotaban algunos individuos descarriados que buscaban su sitio en las columnas. Sólo un gran ejército en movimiento, un insólito e inmenso escuadrón de caballería sin jinetes, podría compararse a la disciplinada marcha de los antílopes sobre la llanura.

Como todas las agrupaciones de animales en movimiento, los ñus migradores transmiten una sensación inquietante al ánimo de quien los contempla. Quizá ningún fenómeno zoológico ha interesado tanto al hombre como éste de los desplazamientos masivos y periódicos de los seres vivos. La migración de las aves paleárticas, el paso de las geométricas formaciones de grullas y gansos salvajes, la puntual partida otoñal de las golondrinas y su alborozado regreso anunciador de la primavera han llamado la atención del hombre de todos los tiempos.

Pero volvamos a las columnas de ñus que avanzan inexorablemente hacia sus cuarteles estivales. El movimiento de esta comunidad no forma parte de los que los científicos denominan migraciones genéticas, relacionadas fundamentalmente con procesos reproductores —como las de los salmones, que vuelven a desovar al río donde nacieron— sino de lo que se llaman migraciones alimenticias. Resulta característico de todos los ungulados que viven en las regiones más o menos áridas de África que, en ciertas estaciones del año, dependientes generalmente del régimen de lluvias, abandonen los territorios donde viven, ya que los pastos se secan y es difícil encontrar en ellos el alimento suficiente para las grandes manadas de animales que los utilizan. Las migraciones de la población trashumante hasta los parajes reverdecidos por las precipitaciones asegura la supervivencia de las densas comunidades de ungulados, perfectamente capacitadas, por otra parte, para mantener la cronología de sus desplazamientos, adaptados a los ciclos climáticos.

En una constante pero a veces interrumpida progresión, los ñus del Serengeti —que, con ocasión de una tormenta, pueden detenerse unos días en la sabana de Seronera— van acercándose a sus cuarteles de estiaje en dos grandes grupos: el del norte, que marcha por las sendas abiertas por muchas generaciones de ñus hasta las lomas arbustivas y las hondonadas del norte de Benagui y de Kilimafeza, hasta ganar las mismas riberas del río Mara, atravesando parajes infestados por la mosca tsetse; el segundo grupo tuerce pronto hacia el oeste, y siguiendo las cuencas de los ríos desciende hacia la orilla del lago Victoria, en la zona llamada el corredor, donde encuentra pastos suculentos en las vaguadas que permanecen inundadas durante toda la estación húmeda. En los cinco meses y medio del periodo estival, los rebaños y pequeños grupos autónomos se reorganizan, los terneros crecen todavía junto a sus madres y en la mayor parte de las hembras adultas va madurando el fruto que verá la luz a su retorno a la meseta del Serengeti, verdadero centro vital de los gregarios antílopes barbados.

Resulta innegable el hecho de que, si bien sus migraciones son de tipo trófico, los ñus han adaptado su ciclo reproductor a la secuencia del reverdecimiento de los pastos, determinado por la lluvia. Los motivos que impulsan que impulsan a estos antílopes a realizar sus desplazamientos podrían ser, en consecuencia, los siguientes:
1. La falta de agua en la zona afectada por la sequía.
2. La escasez de pastos en la zona afectada por la sequía.
3. Los pastos se anegan y resultan inaprovechables en las regiones húmedas.
4. Evitar las zonas de hierbas altas y de arbustos durante las lluvias.
5. Los pastos que crecen en la altiplanicie después de las lluvias.
6. Porque el suelo queda encharcado y dificulta los movimientos.
7. Para que las crías nazcan en las zonas tradicionales (llanuras del Serengeti, cráter del Ngorongoro, llanuras de Loita, en Kenia, etc…)
Enciclopedia Salvat de la Fauna, 1970.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

No se andan con remilgos...

Estas fotografías del checo Václav Šilha en el río Grumeti (Tanzania) nos demuestran que los hipopótamos no se andan con remilgos para defender a los suyos.

Un cocodrilo atisba una futura presa entre un grupo de hipopótamos, éstos se agrupan como defensa, y el reptil opta por desplazarse por encima de ellos. Los hipopótamos se defienden y lo muerden... Del cocodrilo no se supo más.

martes, 17 de noviembre de 2009

El ornitófago nocturno

Hace unos diez años, las investigadoras italianas G. Dondini y S. Vegari analizando las heces de unos murciélagos que estudiaban en la Reserva Natural Biogenética Pian degli Ontani-Pian di Novello en la Toscana, observaron plumas en su interior. Estos murciélagos pertenecen a la mayor especie de quiropteros de Europa (de casi medio metro de envergadura), el gran nóctulo o nóctulo mayor (Nyctalus lasiopterus). Años después, sobre el 2001, Carlos Ibáñez del CSIC y otros estudiosos más, analizaron los excrementos de varios nóctulos mayores de la sierra de Cameros (La Rioja) como del parque sevillano de María Luisa y el Zoo de Jerez (Andalucía), y en ellos se constataron la presencia de plumas como también de los restos de insectos. O sea, que este murciélago es un cazador de aves.

¿Como los caza? Se sabe de otros murciélagos carnívoros, como el falso vampiro (Vampyrum spectrum) que caza pequeños vertebrados del suelo o la vegetación; el murciélago verrugoso (Trachops cirrhosus) especializado depredador de ranas; o el murciélago pescador (Noctilio leporinus) que captura peces e invertebrados acuáticos sobre la superficie del agua... Pero la morfología de sus alas nos dice que son cazadores rastreadores de bajura y espesura, sus alas son cortas y anchas. En cambio, las alas del nóctulo mayor son alargadas y estilizadas, con poca capacidad de maniobra, apto para cazar en espacios abiertos y en el aire, no sobre el sustrato como los anteriores. Otro rasgo son los ultrasonidos, que son largos y de baja frecuencia propios de cazadores aéreos, a diferencia de las señales de ecolocación cortas de alta frecuencia típicas de murciélagos de vuelo bajo que cazan sobre el sustrato en lugares de vegetación cerrada y con obstáculos.

El nóctulo mayor captura sus presas a gran altura en pleno vuelo. Con radar se detectó que puede alcanzar hasta los 1.000 metros de altura. A lo largo de los meses que no hiberna se alimenta de insectos, pero coincidiendo con el paso migratorio de las aves canoras de África a Europa, en primavera, y al revés en otoño, se ha detectado mayor frecuencia de plumas. En invierno permanecen aletargados.

En el 2007, Ana García Popa-Lisseanu, publicó para PlosONE un estudío que confirmaba la dieta ornitófaga de este murciélago, basándose en la concentración de isótopos de carbono y nitrógeno en la sangre. Cada año millones de pajarillos viajan del continente africano al europeo y viceversa, el nóctulo los captura a gran altura valiéndose de sus patagios (las membranas alares entre los dedos y el tronco) y el uropatagio (la membrana entre sus patas y cola), y los devora en pleno vuelo durante un breve periodo de caída libre. Y son consumidos parcialmente, en especial devora la zona pectoral y ventral (ya que en sus heces hay pocos huesos, y se suelen encontrar alas de pájaros en zonas despejadas que cayeron del cielo).

Este murciélago habita en zonas boscosas, con árboles viejos cuyas oquedades se utilizan como refugio. Es raro y su distribución por Europa y Norte de África es discontínua y muy fragmentada, aunque en el pasado fuese más amplia. Si el cazador diurno especializado por excelencia en el área mediterránea es una rapaz, el halcón de Eleonor (Falco eleonorae), pues el nocturno es este murciélago, el más grande de Europa.

lunes, 16 de noviembre de 2009

Enorme serpiente en China

La semana pasada, desde China y por la Red de Redes, se publicó una sensacional fotografía, dada inicialmente a conocer desde el People's Daily (periódico digital oficial del Partido Comunista Chino), de una gigantesca serpiente («giant boa» como la llamaban) de unos 17 metros de largo y 300 kilogramos de peso, que fue capturada por unos operarios cerca de la ciudad de Guiping, en la provincia sureña de Jiangxi.

Aunque la foto tenga un enfoque con perspectiva forzada, lo que da un mayor tamaño a lo que vemos más próximos a nosotros, para que sea un reptil de esas dimensiones fabulosas, los operarios deberían medir más de tres metros de altura (y no es así). El cazo o cucharón de la retroexcavadora oruga o de cadena, no debe tener más de un metro de ancho: es un cucharón de cinco puntas, que suele medir entre las 30 y los 42 pulgadas (de 0,76 a 1,07 metros). De lo que podemos calcular y deducir que la gran serpiente debe medir entre los cinco y seis metros de largo.

Las autoridades de la zona han desmentido que existan tales animales en la zona, por lo que no sé si será un bulo más. Aunque también debe haber sido un problema de traducción y con la consiguiente equivocación del paso del sistema métrico decimal al inglés, o viceversa. Lo más seguro que confundiese 17 píes (que son 5,18 metros) y pusiese 17 metros, de ahí se volviese a pasar al sistema inglés y se quedase en los 55 píes (los 17 metros de largo). ¿O todo fuese intencionado? Algo similar con el peso, donde han puesto 300 kilogramos son 300 libras (136 kilos). Y el ejemplar de la foto podría lo más seguro medir los cinco metros y pico y pesar poco más de los cien kilos.

Otra cosa que sorprende es que a este ofidio lo denominen como «boa gigante», cuando las grandes boas son americanas, en su caso es una pitón. Una pitón tigrina (variedad birmana), Python morulus bivittatus, que sí alcanza esas dimensiones y su area de distribución también está por el Sur de China.

domingo, 8 de noviembre de 2009

Como pirañas...

En las escenas de este documental titulado El pájaro invisible, filmadas en las charcas de Los Camorchos, en el Parque Regional de la Cuenca Alta del Río Manzanares de Madrid. En él se puede observar a un grupo de gambusias (Gambusia holbrooki) —cuyos machos no superan los 3,5 centímetros y sus mayores hembras los seis o siete— morder a ranas verdes (Rana perezi) que saltaban al agua para defenderse de los depredadores terrestres. Estos peces atacan en grupo a las ranitas recién metamorfoseadas que quedan reducidas a los huesos en pocos segundos, como si fuesen auténticas pirañas.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

A la caza del gran calamar

A mediados del mes pasado, Tony Wu, fotógrafo del Daily Mail, obtuvo unas impresionantes fotografías de un grupo de cachalotes (cinco adultos y una cría) con los restos de un gran cefalópodo entre sus fauces. Ocurrió cerca de la fosa que hay en las islas Ogasawara o Bonin (pertenecientes a Japón, en el Océano Pacífico), un ejemplar de calamar gigante (Architeuthis dux) que fue capturado por el grupo y su cuerpo era utilizado para enseñar al más pequeño a cazar. Mientras todos nadaban al unísono.

La zona es conocida porque ya llevan varios años los científicos investigando en la zona al calamar gigante para poder obtener imágenes de él en libertad. En el 2004 se pudo fotografiar un ejemplar enganchado en una potera; y en el 2006 se pudo filmar un ejemplar moribundo. Pero por ahora sigue siendo un desconocido, solamente conocemos sus cuerpos varados en las costas o atrapados en las redes.

Se sabía de antemano de restos encontrados en los estómagos y de las marcas de las ventosas en la piel de estos mamíferos marinos, los cachalotes (Physeter macrocephalus), que cazaban estos cefalópodos; pero esta vez es la primera muestra de ello (aunque todavía no se ha llegado a observar como ocurre a grandes profundidades, pero todo llegará). De momento, tenemos estas fotos dadas a conocer, también, por el National Geographic.

lunes, 2 de noviembre de 2009

El timo del 70%

Me entero a través del Meneame.net de como hacen los del Carrefour sus ofertas. Con la segunda unidad te cobran solamente el 70 por cien. Pero se les ha pillado.

Inflan los precios y luego hacen descuentos. En la foto se ve una pizza a 2,45 euros, y si compras otra segunda más, te descuentan el 70 por ciento; que se queda en 1,72 euros. La suma es 4,17 euros. Pero si os fijáis, abajo tiene el precio anterior, que es de 1,99 euros. Y 1,99 por dos es 3,98 euros las dos pizzas anteriormente. ¿Dónde está el descuento?

Juan Soldado



Cuento popular recogido por Fernán Caballero

Érase un mozo solariego, sin casa ni canastilla, al que tocó la suerte de soldado. Cumplió su tiempo, que fue ocho años, y se volvió a reenganchar por otros ocho, y después por otros tantos.

Cuando hubo cumplido estos últimos ya era viejo y no servía ni para ranchero, por lo que le licenciaron, dándole una libra de pan y seis maravedís que alcanzaba de su haber.

—¡Pues dígale a usted —pensó Juan Soldado cogiendo la vereda—, que me ha lucido el pelo! ¡Después de veinticuatro años que he servido al rey, lo que vengo a sacar es una libra de pan y seis maravedís! Pero anda con Dios: nada adelanto con desesperarme, sino el criar mala sangre.

Y siguió su camino cantando:

La boca me huele a rancho,
y el pescuezo a corbatín:
las espaldas a mochila,
y las manos a fusil.

En esos tiempos andaba Nuestro Padre Jesús por el mundo, y traía de lazarillo a San Pedro. Encontrose con ellos Juan Soldado, y San Pedro, que era el encargado, le pidió una limosna.

—¿Qué he de dar yo —le dijo Juan Soldado—, yo, que después de veinticuatro años de servir al rey, lo que he agenciado no es más que una libra de pan y seis maravedís?

Pero San Pedro, que es porfiado, insistió.

—Vaya —dijo Juan Soldado—, aunque después de servir al rey veinticuatro años, solo tengo por junto una libra de pan y seis maravedís, partiré el pan con ustedes.

Cogió la navaja, hizo tres partes del pan, los dio dos, y se quedó con una.

A las dos leguas se halló otra vez con el Señor y San Pedro, el que le volvió a pedir limosna. Quiéreme parecer —dijo Juan Soldado— que les he dado nantes a ustedes, y que ya conozco esa calva; pero ¡anda con Dios! Aunque después de veinticuatro años de servir al rey, sólo tengo una libra de pan y seis maravedís, y que de la libra de pan no me queda sino este pedazo, lo partiré con ustedes.

Lo que hizo, y enseguida se comió su parte para que no se la volviesen a pedir.

Al ponerse el sol se halló por tercera vez con el Señor y San Pedro, que le pidieron limosna.

—Sobre que juraría que ya les he dado a ustedes —dijo Juan Soldado—; pero ¡anda con Dios! Aunque después de servir al rey veinticuatro años, sólo me he hallado con una libra de pan y seis maravedís, repartiré éstos como repartí el pan.

Cogió cuatro maravedís, que le dio a San Pedro, y se quedó con dos.

—¿Dónde voy yo con un ochavo? —dijo para sí Juan Soldado—; no me queda más que ayuncar al trabajo y echar el alma si he de comer.

-Maestro –le dijo San Pedro al Señor,- haga su Majestad algo por ese desdichado que ha servido veinticuatro años al rey y no ha sacado más que una libra de pan y seis maravedís, que ha repartido con nosotros.

—Bien está; llámalo y pregúntale lo que quiere— contesto el Señor.

Hízolo así San Pedro, y Juan Soldado, después de pensarlo, lo respondió que lo que quería era que en el morral que llevaba vació se le metiese aquello que él quisiese meter en él. Lo que le fue concedido.

Al llegar a un pueblo, vio Juan Soldado en una tienda unas hogazas de pan más blancas que jazmines, y unas longanizas que decían comedme.

—¡Al morral! —gritó Juan Soldado en tono de mando.

Y cáteme usted las hogazas dando vueltas como ruedas de carretas, y las longanizas arrastrándose más súpitas que culebras, encaminarse hacia el morral sin perder la derechura.

El montañés dueño de la tienda, y el montañuco su hijo, corrían detrás dando cada trancazo que un pie perdía de vista al otro; pero ¿quién las atajaba, si las hogazas rodaban desatinadas como chinas cuesta abajo, y las longanizas se les escurrían entre los dedos como anguilas?

Juan Soldado, que comía más que un cáncer, y aquel día tenía más hambre que Dios paciencia, se dio un hartagón de los cumplidos, de los de no puedo más.

Al anochecer llegó a un pueblo, como era licenciado del ejército, tenía alojamiento, por lo cual se encaminó al Ayuntamiento para que le diesen boleta.

—Soy un pobre soldado, señor —le dijo al alcalde—, que después de veinticuatro años de servir al rey, sólo me hallé con una libra de pan y seis maravedís, que se gastaron por el camino.

El alcalde le dijo que si quería lo alojaría en una hacienda cercana a la que nadie quería ir porque había muerto en ella un condenado, y que desde entonces había asombro; pero que si él era valiente y no le temía al asombro, podía ir, que allí hallaría de cuanto Dios crió; pues el condenado había sido muy riquísimo.

—Señor, Juan Soldado ni debe ni teme —contestó éste—, y allá voy a encampanarme en un decir tilín.

En aquella posesión halló Juan Soldado el centro de la abundancia: la bodega era de las famosas, la despensa de las provistas, y los soberados estaban atestados de frutas.

Lo primero que hizo a prevención, por lo que pudiese tronar, fue llenar un jarro de vino, porque consideró que a los borrachos se les tapaba la vena del miedo; en seguida encendió candela y se sentó a ella para hacer unas migas de tocino.

Apenas estaba sentado, cuando oyó una voz que bajaba por la chimenea y decía:

—¿Caigo?

—Cae si te da la gana —respondió Juan Soldado, que ya estaba pintón con los lapos de aquel rico vino que se echaba entre pecho y espalda—; que el que ha servido veinticuatro años al rey sin sacar más que una libra de pan y seis maravedís, ni teme ni debe.

No bien lo hubo dicho, cuando cayó a la mismita vera suya la pierna de un hombre: a Juan Soldado le dio un espeluzo que se le erizaron los vellos como el pelo a un gato acosado; cogió el jarro y lo dio un testarazo.

—¿Quieres que te entierre? —le preguntó Juan Soldado.

La pierna dijo con el dedo del pie que no.

—Pues púdrete ahí —dijo Juan Soldado.

De allí a nada volvió a decir la misma voz de denantes:

—¿Caigo?

—Cae si te da gana —respondió Juan Soldado dándole un testarazo al jarro—, que quien ha servido veinticuatro años al rey, no teme ni debe.

Cayó entonces al lado de la pierna su compañera. Para acabar presto, de esta manera fueron cayendo los cuatro cuartos de un hombre, y por último la cabeza, que se apagó los cuartos, y entonces se puso en pie en una pieza, no un cristiano, sino un espectáculo fiero: como que era el mismísimo condenado en cuerpo y alma.

—Juan Soldado —dijo con un vocejón que helaba la sangre en las venas—, ya veo que eres un valiente.

—Si, señor —respondió éste—, lo soy, no hay que decir ni hartura ni miedo ha conocido Juan Soldado en la vida de Dios; pues a pesar de eso, ha de saber su merced que en veinticuatro años que he servido al rey, lo que he venido a sacar ha sido una libra de pan y seis maravedís.

—No te apesadumbres por eso —dijo el espectro—, pues si haces lo que te voy a decir, salvarás mi alma y serás feliz. ¿Quieres hacerlo?

—Sí, señor; sí señor; mas que sea lañarle a su merced los cuartos para que no se le vuelvan a desperdigar.

—Lo malo que tiene —dijo el espectro—, es que me parece que estás borracho.

—No, señor; no, señor; no estoy sino calomelano, pues ha de saber su merced que hay tres clases de borracheras: la primera; es de escucha y perdona; la segunda, es de capa arrastrando; y la tercera, de medir el suelo: yo no he pasado de escucha y perdona, señor.

—Pues sígueme —dijo el espectro.

Juan Soldado, que estaba peneque, se levantó haciendo su cuerpo para aquí para allá, como santo en andas, y cogió el candil; pero el espectáculo alargo un brazo como una garrocha y apagó la luz.

No se necesitaba, porque sus ojos alumbraban como dos hornos de fragua.

Cuando llegaron a la bodega, dijo el espectro:

—Juan Soldado, toma una azada y abre aquí un hoyo.

—Ábralo usted con toda su alma si le da la gana —respondió Juan Soldado—, que yo no he servido veinticuatro años al rey sin sacar más provecho que una libra de pan y seis maravedís, para ponerme ahora a servir a otro amo que puede que ni eso me dé.

El espectro cogió la azada, cavó y saco tres tinajas, y le dijo a Juan Soldado:

—Esta tinaja está llena de cuartos, que repartirás a los pobres; esta otra está llena de plata; que emplearás en sufragios por mi alma; y esta última está llena de oro, que será para ti si me prometes emplear el contenido de las otras según lo he dispuesto.

—Pierda su merced cuidado —respondió Juan Soldado—; veinticuatro años he estado cumpliendo con puntualidad lo mandado, sin sacar más premio que una libra de pan y seis maravedís; con que ya ve su merced si lo haré ahora en que tan buena recompensa me apromete.

Juan Soldado cumplió con todo lo que le encomendó el espectro, y se quedó hecho un usía muy considerable, con tanto oro como había en su tinaja.

Pero a quien le supo todo lo acaecido a cuerno quemado fue a Lucifer, que se quedó sin el alma del condonado por lo mucho que por ella rezaron la Iglesia y los pobres, y no sabía cómo vengarse de Juan Soldado.

Había en el Infierno un Satanasillo más lindo y más astuto que ninguno, que lo dijo a Lucifer que él se determinaba a traerlo a Juan Soldado.

Tuvo de este tanta alegría el diablo mayor, que lo aprometió al chico, si lo cumplía lo ofrecido, regalarle una jarapada de moños y de dijes para tentar y pervertir a las hijas de Eva, y una multitud de barajas y de pellejos de vino para seducir y perder a los hijos de Adán.

Estaba Juan Soldado sentado en su corral, cuando vio llegar muy diligente al Satanasillo, que le dijo:

—Buenos días, señor don Juan.

—Me alegro de verte, monicaquillo; ¡que feo eres! ¿Quieres tabaquear?

—No fumo, don Juan, sino pajuelas.

—¿Quieres echar un trago?

—No bebo sino agua fuerte.

—Pues entonces, ¿a qué vienes, alma de Caín?

—A llevarme a su merced.

—Sea en buena hora. No tengo dificultad en ir contigo. No he servido yo veinticuatro años al rey para tocar retirada ante un enemiguillo de mala muerte como tú. Juan Soldado ni teme ni debe; ¿estás? Mira, súbete en esa higuera que tiene brevas tamañas como hogazas de pan, mientras yo voy por las alforjas, porque se me antoja que la vereda que vamos a andar es larga.

Satanasillo, que era goloso, se subió en la higuera y se puso a engullir brevas, entre tanto que Juan Soldado fue por su morral, que se colgó, y volvió al corral, gritando al Satanasillo:

—¡Al morral!

El diablo chico, pegando cada hipío que asombraba, y haciendo cada contorsión que metía miedo, no tuvo más remedio que colar en el morral.

Juan Soldado cogió un dique de herrero y empezó a sacudir trancazos sobre el Satanasillo, hasta que le dejó los huesos hechos harina.

Dejo a la consideración del noble auditorio el coraje que tendría Lucifer, cuando vio llegar a su presencia a su Benjamín, a su ojito derecho, todo derrengado y sin un hueso que bien lo quisiese en su cuerpo.

—¡Por los cuernos de la Luna! —gritó—. Aseguro que ese descarado hampón de Juan Soldado me las ha de pagar todas juntas; allá voy yo por él en propia persona.

Juan Soldado, que se aguardaba esta visita, estaba prevenido y tenía colgado su morral. Así fue que apenas se presento Lucifer; echando fuego por los ojos y cohetes por la boca, plantósele Juan Soldado delante con muchísima serenidad, y le dijo:

—Compadre Lucifer, Juan Soldado no teme ni debe, para que lo sepas.

—Lo que has de saber tú, fanfarrón tragaldabas, es que te voy a meter en el Infierno en un decir Satán —dijo bufando Lucifer.

—¿Tú a mí? ¿Tú a Juan Soldado? ¡Fácil era! Lo que tú no sabes, compadre soberbia, es que quien te va a meter el resuello para dentro soy yo.

—¡Tú, vil gusano terrestre!

—Yo a ti, gran fantasmón, en un morral te voy a meter a ti, a tu rabo y a tus cuernos.

—Basta de jactancias –dijo Lucifer alargando su gran brazo y sacando sus tremendas uñas.

—¡Al morral! —exclamo con voz de mando Juan Soldado.

Y por más que Lucifer se repercutó; por más que se repeló, se defendió y se hizo un ovillo; por más que bramó, bufó y aulló, al morral fue de cabeza sin que hubiese tu tía.

Juan Soldado trajo un mazo, y empezó a descargar sobre el morral cada taramazo, que hacía hoyo, hasta que dejó a Lucifer más aplastado que un pliego de papel.

Cuando se le cansaron los brazos dejó ir al preso, y le dijo:

—Mira que ahora me contento con esto; pero si te atreves a volver a ponérteme delante, gran sinvergonzón tan cierto como he servido al rey veinticuatro años sin haber sacado más que una libra de pan y seis maravedís; que te arranco la cola, los cuernos y las uñas, y veremos entonces a quien metes miedo. Estas prevenido.

Cuando su corte infernal vio llegar al diablo mayor, lisiado, tullido, más transparente que tela de tamiz y con el rabo entre piernas, como perro despedido a palos, se pusieron todos aquellos ferósticos a echar sapos y culebras.

—Después de esto ¿qué hacemos, señor? —preguntaron a una voz.

—Mandar venir cerrajeros para que hagan cerrojos para las puertas, albañiles para que tapen bien todas las rajas y boquetes del Infierno, a fin de que no entre, no cuele ni aporte por aquí el gran insolentón de Juan Soldado —les respondió Lucifer.

Lo que al punto se hizo.

Cuando Juan Soldado conoció que se le acercaba la hora de la muerte, cogió su morral y se encaminó para el cielo.

A la puerta se halló con San Pedro, que le dijo:

—¡Hola!, bien venido; ¡dónde se va, amigo?

—Toma —respondió muy fantasioso Juan Soldado—, a entrar.

—¡Eh, párese usted, compadre, que no entra cada quisque en el cielo como Pedro por su casa! Veamos qué méritos trae usted.

—Pues no es nada —respondió Juan Soldado muy sobre sí—; he servido veinticuatro años al rey, sin sacar más recompensa que una libra de pan y seis maravedís. ¿Le parece a su merced poco?

—No basta, amigo —dijo San Pedro.

—¿Qué no basta? —repuso Juan Soldado dando un paso adelante—. Veremos.

San Pedro lo atajó el paso.

—¡Al morral! —mandó Juan Soldado.

—Juan, hombre, cristiano, ten respeto, ten consideración.

—¡Al morral! Que Juan Soldado ni teme ni debe.

Y San Pedro, que quiso que no, se tuvo que colocar en el morral.

—Suéltame, Juan Soldado —le dijo—; considera que las puertas del cielo están abiertas y sin custodia, y que puede colarse allí cualquiera alma de cántaro.

—Eso era cabalmente lo que yo quería —dijo Juan Soldado entrándose adentro muy pechisacado y cuellierguido—; pues diga usted, señor don Pedro, ¿le parece a su merced rigular que después de veinticuatro años de servir al rey allá abajo, sin haber sacado más que una libra de pan y seis maravedís, no halle yo por acá arriba mi cuartel de inválidos?

Cuentos y poesías populares andaluzas, 1859.