lunes, 9 de mayo de 2022

El vicio del poder

Por HELENO SAÑA

Es inveterado hábito de los gobernantes afirmar que sus medidas, leyes y ordenanzas no tienen ni persiguen otro fin que el del bien común. No cabe duda que ello ocurre de vez en cuando, pero lo habitual ha sido que las decisiones tomadas por los detentadores del poder no hayan tenido otro trasfondo motivacional que el de satisfacer sus pasiones, intereses, resentimientos, fobias o ambiciones personales. Entre las numerosas anomalías, flaquezas y deformaciones de la naturaleza humana, el afán de mandar sobre o contra los demás, ocupa un lugar especial, y ello ya porque sus repercusiones cuantitativas suelen ser mayores y más graves que las de otros vicios. ¿Cuántas tiranías y regímenes de oprobio tienen su origen y raíz en la obsesión de acumular poder? Se trata además de un vicio muy difícil de curar, lo que explica que quienes padecen de él hacen todo lo imaginable para seguir gozando de sus cargos y puestos de mando. Y si algún día se marchan no es voluntariamente, sino porque les echan. Es también vicio muy frecuente y extendido, lo que explica la feroz competencia que reina entre los aspirantes a jefes y mandamases.

Desde Platón y Aristóteles a los teóricos de la democracia moderna, los grandes tratadistas de la 'res publica' han compartido unánimemente el criterio de que el objeto de toda república o comunidad es el bienestar y la felicidad de sus miembros. Bueno será, pues, el gobernante que se atenga a este fin, malo el que no. La experiencia histórica nos enseña infortunadamente que los gobernantes que más abundan pertenecen a esta segunda categoría. Ello fue así en el pasado y sigue siéndolo hoy, tanto en nuestro país como en los demás. La casta política procura en primer lugar velar por su propia felicidad y bienestar, mientras que el sufrido ciudadano de a pie tiene que conformarse con lo que sobra, que en general es insuficiente. Que en sus discursos, mítines y demás actos de propaganda los detentadores del poder afirmen lo contrario, forma parte consubstancial de su oficio, uno de cuyos elementos centrales es el de ocultar o tergiversar la verdad, única manera de conseguir el consenso que necesitan para seguir tirando de la rifita. Lo primero que hacen para seducir al electorado es alardear de idealistas y afirmar que sirven a una causa noble, todo ello desinteresadamente y por puro amor al prójimo, naturalmente. Este supuesto desprendimiento no les impide vivir de la política y acaparar para sí el mayor número posible de privilegios materiales, desde sus opíparos sueldos a las condiciones escandalosamente ventajosas de sus jubilaciones, sin hablar de los cargos y sinecuras que la economía privada suele ofrecerles cuando 'motu propio' o a la fuerza tiene que poner fin a su carrera política. Ello no puede sorprender, ya que al vicio del poder pertenece intrínsecamente el cálculo de sacar provecho material de él. Los desventurados que padecen de este mal quieren no sólo mandar, sino ganar dinero lo más fácil y cómodamente posible. Esta es la dimensión parasitaria de su vico. No fue siempre así. La instrumentalización de la política como medio de vida es un fenómeno relativamente nuevo. En tiempos todavía no muy lejanos, los políticos vivían no del erario público, sino de su profesión, tanto los de clase media como los obreros. Si consagraban su tiempo y sus energías a la 'res publica' era por vocación, no para pasar a formar parte de lo que Proudhon llamó en su día «la casta de los improductivos», como ocurre con los políticos profesionales hoy. Es la diferencia entre una época que tenía ideales y una época cínica que ha perdido el pudor y se guía por la expedita y comodísima moral del «anything goes» y del todo está permitido.

Hace ahora casi quinientos años, nuestro gran clásico Antonio de Guevara escribía en una de sus Epístolas familiares al conde de Acuña: «Porque los príncipes y poderosos señores no se pueden llamar grandes por los soberbios estados que tienen, sino por las grandes mercedes que hacen». Con muy pocas excepciones, los políticos de la nueva hornada obran a la inversa; de ahí que en vez de destinar sus mercedes a los gobernados, como sería su obligación, se las adjudican a sí mismos. Y lo que digo de los políticos vale también para los partidos. Me permito afirmar, sin la menor vacilación, que en el mundo no existe ningún partido mayoritario o representativo que se plantee en serio y con todas las consecuencias servir a la humanidad y, sobre todo, a su parte más necesitada, débil, desprotegida y falta de pan y de trabajo, razón principal de que todo lo importante vaya de mal en peor.

19 marzo 2019

 Fuente: https://joseluisbalbin.es/el-vicio-del-poder/

lunes, 2 de mayo de 2022

CGT se suma a la campaña internacional por la liberación de los presos políticos mazatecos de la Comunidad Ricardo Flores Magón, Mexico


 Son indígenas mazatecos que llevan 8 años sin sentencia. En diciembre de 2018, fueron reconocidos como presos políticos dentro del Programa Federal para la detección de esos casos.

CARTA AL GOBERNADOR DE OAXACA MÉXICO

Maestro Alejandro Ismael Murat Hinojosa.
Gobernador del Estado de Oaxaca.

Le pedimos que libere a siete indígenas mazatecos, originarios de Eloxochitlán de Flores Magón, la tierra que vio nacer al hombre más puro de México. Es inconcebible que, a 100 años de la muerte de Ricardo Flores Magón, sus paisanos Francisco Durán Ortíz, Jaime Betanzos Fuentes, Herminio Monfil Avendaño, Fernando Gavito Martínez, Alfredo Bolaños Pacheco, Omar Hugo Morales Álvarez e Isaías Gallardo Álvarez, sigan presos por consigna política; llevan ocho años sin sentencia. Su proceso está marcado por la dilación sistemática propiciada por el Poder Judicial, también es obstaculizado por el tráfico de influencias y el conflicto de interés. En el juicio ya está demostrada su inocencia, ya está comprobada la fabricación de delitos y pruebas contra ellos; veinte sentencias de libertad, a favor de personas que fueron acusadas con los mismos cargos que los presos, son la mejor prueba de su inocencia. Pero la corrupción y la consigna política, pisotean todo ordenamiento legal, desconocen todo derecho que asiste a los presos. Por lo cual, con base en el artículo 81, fracciones I, II y XXVIII de la Constitución Política del Estado Libre y Soberano de Oaxaca, le pedimos, Gobernador, emita las órdenes correspondientes para el exacto cumplimiento del ordenamiento legal (federal y local) que reconoce la inocencia de los siete indígenas de Eloxochitlán y prevé su liberación inmediata; y, en consecuencia, sean excarcelados.