jueves, 17 de junio de 2010

El Papa no está por encima de la Ley

Los crímenes dentro de la Iglesia católica exigen justicia.


Una por una, tal como predije, las patéticas disculpas de los apologetas de Joseph Ratzinger se evaporan ante nuestros propios ojos. Se decía hasta hace poco que cuando el Reverendo Peter Hullermann resultó ser un cruel pederasta en 1980, el hombre que es ahora el Papa no tuvo ninguna participación personal en el traslado subsiguiente a su propia diócesis o en su posterior carrera sin obstáculos como violador y acosador. Pero ahora nos encontramos con que el psiquiatra a quien la Iglesia encargo la «terapia» se mantuvo firme para que a Hullermann nunca más se le permitiese estar cerca de niños. También descubrimos que Ratzinger fue uno a los que se envió el memorándum sobre el traslado de Hullermann. Todos los intentos de echar la culpa a un subordinado leal, como el vicario general de Ratzinger, el Reverendo Gerhard Gruber, previsiblemente fallaron. Según un informe reciente, «el traslado del Padre Hullermann de Essen no habría sido una cuestión rutinaria», dijeron los expertos. O esa condena es en sí suficiente o habría sido quizás un asunto de rutina, que es aún peor. Ciertamente este patrón a seguir—de buscar otra parroquia con niños frescos para que el cura pueda abordar— es lo que se ha convertido horriblemente en «rutina» después, y se hizo norma cuando a Ratzinger le hicieron cardenal siendo el responsable de la respuesta general de la Iglesia sobre la pederastia clerical.

Así que, ahora ha tenido que ser improvisada una nueva defensa a toda prisa. Se discute que, durante su etapa como arzobispo de Munich y Freising, Alemania, Ratzinger estaba más preocupado por cuestiones doctrinales que con las meramente disciplinarias. Por supuesto, desde luego: El futuro Papa tenía sus ojos fijos en cuestiones etéreas y divinas y no podía esperarse verse envuelto en atrocidades a nivel de parroquia. Esta apología construida de manera precipitada merece un breve estudio. ¿Cuáles eran exactamente esas cuestiones doctrinales? Bien, aparte de castigar a un sacerdote que celebró una misa en una manifestación pacifista —que por cierto sí que parece abogar por una aproximación práctica a los clérigos como individuos— el interés principal de Ratzinger parece haber sido sobre la Primera Comunión y la primera confesión. Durante la década anterior, se había hecho costumbre en Baviera para dar a los niños pequeños su Primera Comunión a una tierna edad, pero había que esperar un año para que hiciesen su primera confesión. La cuestión era que si ellos son lo bastante mayores para comprenderlo. Basta ya de tanta liberalización, dijo Ratzinger, la primera confesión debe ser en el mismo año que la Primera Comunión. Un sacerdote, el Reverendo Wilfried Sussbauer, informa que escribió a Ratzinger en la que expresaba sus dudas sobre esto y recibió «una carta extremadamente cortante» como respuesta.

Así que parece que 1) Ratzinger estaba lo bastante preparado para encargarse de sacerdotes individuales que le diesen cualquier problema, y 2) era muy firme en un punto crucial de la doctrina: Conseguirles jóvenes. Decirles en su primera infancia que son ellos los pecadores. Inculcarles el sentimiento de culpa necesario. No es en absoluto irrelevante para el asqueroso escándalo en el cual el Papa ha metido irreparablemente a la Iglesia que él dirige. Casi cada episodio de esta película de terror ha implicado a niños pequeños que eran seducidos y acosados en el mismo confesionario. Para abordar los casos más desgarradores que han surgido recientemente, a saber del tormento en las escuelas católicas para niños sordos en Wisconsin y Verona, Italia, es imposible no ver la manera calculada con la que estos depredadores se valían de la autoridad del confesionario para salirse con la suya. Y de nuevo un patrón idéntico se repite: La compasión debe ser mostrada sólo a los delincuentes. El clero de Wisconsin escribió urgentemente a Ratzinger —en aquel momento ya era cardenal en Roma, supervisando el encubrimiento global católico de violaciones y torturas— suplicando que les quitara al Reverendo Lorenzo C. Murphy, quien a conciencia había arruinado las vidas de unos 200 niños que no podían comunicar su sufrimiento excepto en el lenguaje de los signos. Y no se produjo respuesta alguna hasta que el mismo Padre Murphy suplicó a Ratzinger por clemencia, y se le concedió.

Para Ratzinger, la única prueba de un buen sacerdote es ésta: ¿Es obediente, prudente y leal con el ala tradicionalista de la Iglesia? Lo hemos visto en sus otras acciones como Papa, en particular en el levantamiento de la excomunión de cuatro obispos que eran miembros de la llamada Fraternidad de San Pío X, un grupo cismático ultraderechista fundado por el Padre Marcel Lefebvre que incluye al negacionista del Holocausto Richard Williamson. Lo vimos cuando era cardenal, defendiendo la sectaria y espeluznante Legión de Cristo, cuyo fanático líder se las arregló para ser padre de algunos niños así como para encubrir el abuso sexual de muchos más. Y nosotros lo vemos hoy, cuando incontables violadores y pederastas están siendo desenmascarados. Uno de ellos, acusado en el caso de una escuela para sordos de Verona, es el difunto arzobispo de la ciudad, Giuseppe Carraro. El siguiente, si nuestros tribunales pueden tener tiempo, será el Padre Donald McGuire, un delincuente reincidente contra niños que era también el confesor y el «director espiritual» de la Madre Teresa. (A él, también, le pareció que el confesionario era el lugar idóneo y privado del que hizo un empleo a fondo del mismo.)

Esto es lo que hace al escándalo institucional y no unos casos aislados de delincuencia. La Iglesia necesita y quiere el control de los más jóvenes y pide a sus padres que confíen sus niños a ciertos «confesores», que hasta hace poco gozaban de enorme prestigio e inmunidad. No se puede permitir admitir que a muchos de estos confesores, y sus superiores, sean inveterados sádicos con suerte. Tampoco se puede permitir admitir que la Iglesia con regularidad abandonó a los niños e hizo todo lo posible proteger y a veces aún promover a sus torturadores. Así que en vez de eso se afirma de manera victimista y embustera que todos los cargos contra el Papa —ninguno de los cuales ha salido excepto de ningun otro sitio que no sea desde dentro la comunidad católica— es parte de un plan de ponerlo en un aprieto.

Esto no ha sido verificado hasta hoy, pero debería ser verdad de ahora en adelante. Este hombrecito espantoso no está ni por encima ni al margen de la ley. Él es el jefe titular de un pequeño estado. Conocemos cada vez más los nombres de los niños que fueron sus víctimas y los de los pederastas que les tenían como sus mascotas. Esto es un delito conforme a cualquier ley (así como un pecado), y el crimen exige no las asquerosas ceremonias privadas «de arrepentimiento» o el pago de falsas indemnizaciones por la Iglesia, sino de justicia y castigo. Las autoridades seculares han sido débiles durante mucho tiempo pero ahora algunos abogados y fiscales están empezando a movilizarse. Sé que algunos juristas serios están debatiendo qué hacer si Benedicto intenta llevar adelante su propósito de visitar Gran Bretaña en otoño. Ya está bien. Hay que rendir cuentas, y tiene que ser ahora.

29 de marzo de 2010.

(Traducción libre conjunta de Krates, Radowitzky y Sorrow, con la colaboración de Pirrón.)

2 comentarios:

Pirrón dijo...

Todo un personaje este Ratzinger. La hipocresía del jefe de este grupo religioso alcanza un límite más allá de lo permisible para la justicia humana. Un estado como lo es el estado de la Ciudad del Vaticano ha estado permitiendo la violación de los derechos humanos terrenalmente acordados sobre niños y niñas puestos a la tutela y educación de esa organización. Su máximo dirigente ha vuelto la vista hacia otro lado y a protegido y amparado a auténticos monstruos y violadores por el ínteres del buen nombre de su organización. Ahora él pide perdón, después de haber "perdonado" a los violadores, ¿pedir perdón por perdonar? así que el papa no tiene la conciencia tranquila ¿por qué? pues esta claro porque se olvido de las victimas reales, los inocentes. Conclusión, el papa es un mal gobernante y debería ser juzgado por ello.

Tajo dijo...

Habría que ver si realmente no está por ecnima de la ley (me refiero en términos legales reales). Se dice que nuestro "querido" rey de España puede cometer crímenes y que no se le juzgará como si fuera responsable de sus actos. No sé si es verdad, espero que no, y espero que tampoco lo sea con el nazi en sotana este que tienen como líder los católicos.