martes, 11 de septiembre de 2012

Tras los montes quemados ¿Obligarán a los desempleados a limpiar el Valle de los Caídos?

La limpieza, sea en el juego político, en la economía o en los montes, es, por definición, algo bueno. El Gobierno del PP, que perdió la oportunidad de limpiar los montes antes de que estos ardieran, acaba de perder otra ocasión de oro: demostrar que su vocación social, laboral y medioambiental está por encima de los prejuicios de clase. Pocas habrían sido las objeciones si hubiera ofrecido a los desempleados contratos laborales para trabajar en el monte. Pero ha preferido decretar una leva obligatoria a la voz de «que se jodan».

CARNET DE PARO (9 de septiembre)


El Partido Popular obligará a los desempleados a trabajar en la recuperación de los montes quemados a golpe de corneta y decreto: quienes se nieguen a hacerlo, serán sancionados con la pérdida de su prestación. Esta amenaza es superflua, y sólo se entiende por la desmedida afición a vigilar y castigar a los sectores más desfavorecidos por la crisis.

Sin ser brillantes, las condiciones económicas ofrecidas podrían bastar para que los puestos requeridos se cubrieran voluntariamente. En efecto, los parados que sean requeridos para esta tarea verán incrementada la prestación hasta alcanzar el 100% de la base reguladora siempre que trabajen la jornada completa. Además, se les garantizará el Salario Mínimo Interprofesional, según los artículos 38 y 39 del Real Decreto 1445/1982 que regula los trabajos de colaboración social. Los que más ganarían son aquellos parados que han agotado el derecho a la prestación contributiva y están cobrando el subsidio de 426 euros.

Esclavos de Franco trabajando en la construcción del Valle de los Caídos.

En el caso de que un trabajador lleve ocho meses percibiendo el paro, recibirá el doble de la prestación que reciba en ese momento. Actualmente, los parados cobran un 70% de la base reguladora durante los seis primeros meses, a partir del séptimo mes perciben un 50% de esta. Si son llamados para estas tareas y trabajan toda la jornada cobrarían el 100% de la base.

En estas circunstancias, no parece probable que la oferta de aumentar el ingreso mensual activase la denominada trampa del desempleo, cuyos detalles se explican más abajo. Al ser la propia Administración la que organiza el tinglado, no hay miedo a perder la prestación cuando cese el trabajo ocasional. En cualquier caso, es la propia Administración la que se contradice pues, por definición, tanto las rentas mínimas de inserción como los subsidios por desempleo están sujetos a la condición de que el perceptor no efectúe ningún tipo de trabajo remunerado. ¡Ay, como pillemos algún subsidiado intentando complementar su magro ingreso con algún trabajillo en negro! De inmediato caerá sobre él todo el anatema de la opinión pública más casposa.

Por tanto, para guardar coherencia con el sistema, un Gobierno como Dios manda, realmente preocupado por el fomento del empleo, ofrecería contratos laborales en toda regla a los implicados en las labores de limpieza de montes. ¿Por qué el Ministerio de Empleo renuncia a crear esos puestos de trabajo? La propia reglamentación de los subsidios ejerce suficiente coerción para llevar a la gente al tajo, ya que la no aceptación de un empleo conlleva la pérdida del subsidio.

Pero este es un Gobierno decidido a castigar a los parados, no a los banqueros [al contrario de] como pedía J. K. Galbraith. Arbeit macht frei, el espíritu del Valle de los Caídos sigue incólume: «que se jodan».

Entrada de Auschwitz I con la inscripción
Arbeit macht frei: 'El trabajo os hará libres'.

La trampa del desempleo

La leyenda negra tejida en torno a quienes malviven con subsidios por desempleo fomenta la sospecha de que los perceptores del mismo prolongan indebidamente la situación para vivir a costa del presupuesto público sin dar un palo al agua. Más allá de la colección de tópicos gratuitos, las investigaciones de campo realizadas con objetividad concluyen que la verdadera razón por la que los perceptores de estas prestaciones se «enganchan» a ellas no obedece a una especial proclividad a la molicie. Más bien es el propio sistema el que los atrapa en lo que se ha denominado trampas de pobreza (poverty traps) o trampas de desempleo (unemployed traps).

Por definición, tanto las rentas mínimas de inserción como los subsidios por desempleo están sujetos a la condición de que el perceptor no efectúe ningún tipo de trabajo remunerado. Lo que significa que si a un perceptor de la ayuda se le ofrece la oportunidad de efectuar algún pequeño trabajo se enfrenta a un tremendo dilema: si acepta el trabajo perderá el subsidio y volverá a la pobreza; si rechaza el trabajo mantendrá el subsidio, pero como su cuantía está por debajo del umbral de pobreza, seguirá sumido en ésta. No se refiere esto, por supuesto, de un empleo bien remunerado, sino a alguna actividad eventual que le permitiera complementar el magro ingreso del subsidio.

Esto conduce a una situación dramática. Los perceptores de una renta de este tipo, lograda tras superar arduos trámites administrativos, no pueden permitirse el lujo de perder esa ayuda por una eventualidad pasajera y rechazarán empleos de corta duración o los realizarán de manera sumergida.

1 comentario:

KRATES dijo...

Resulta que en un artículo de la Constitución española sobre los presos dice:

«Las penas privativas de libertad y las medidas de seguridad estarán orientadas hacia la reeducación y reinserción social y no podrán consistir en trabajos forzados...» (Art. 25.2)

A los presos no se les puede someter a trabajos forzados, ¿pero, sí a los parados? ¡Menudo país!