sábado, 3 de agosto de 2013

Sobre el accidente de Compostela y sus carroñeros

30/07/2013

UN MAQUINISTA FERROVIARIO

Llevo varios días intentando esquivar la prensa, la radio y la televisión. La gente cercana hace llegar a mis oídos suficientes titulares aberrantes y noticias calumniosas como para que desee acercarme a comprobar en profundidad el tratamiento que de la noticia se ha hecho.

Afortunadamente encuentro en las redes (cómo no) la contrapartida a la información basura que desde las élites han elaborado para proteger con celo la imagen de las empresas en cuestión: Renfe Operadora y Adif. Sus propios presidentes, en un gesto tremendamente asqueroso, hablaron pronto a los medios para reforzar la idea de que el maquinista es poco menos que un psicópata asesino. No le conocen y como aquel personaje del celuloide dijo, «no es nada personal, son los negocios».

Por encima de que el trabajador cometa o no un error, tenga un despiste o falle en su cometido por cualquier otra razón, hay varias preguntas que tienen obligación de responder los verdaderos responsables de los 80 muertos de Compostela: ¿existían medios técnicos para haberse evitado?, ¿por qué no los usaron?, ¿qué otras averías con riesgo de accidente se han producido en los últimos meses?, ¿qué medidas de seguridad han tomado?

La miopía con la que se actúa habitualmente ha hecho que mucha gente centre su rabia en la responsabilidad del maquinista, pero no se da cuenta de que mientras hagan eso están dejando escapar la posibilidad de evitar accidentes futuros de igual o mayor gravedad. La colocación de una baliza de ASFA (sistema que lleva funcionando más de 30 años y bastante más barato que el ERTMS) de velocidad limitada hubiese impedido al maquinista mantener esa velocidad. Pero no se instaló. Ni ERTMS ni ASFA encarando un descenso de velocidad de más de 100 km/h. Si el ahorrarse unos miserables euros, que son calderilla en el presupuesto total de la línea, no ha sido el motivo que me expliquen cuál es. Hay varios sitios más donde la línea de alta velocidad no tiene en todo su trazado el sistema que le permite alcanzar velocidades superiores a 200 km/h, y los maquinistas nos vemos obligados a cambiar de ERTMS (alta velocidad) a ASFA a 4 o 5 kilómetros de la entrada a una ciudad con la consiguiente reducción drástica de velocidad. Valladolid o Alicante son ejemplos similares a la entrada a Compostela. ¿Cuál es el motivo por el que se deja durante años sin completar hasta la ciudad la instalación del sistema ERTMS que impide en todo momento alcanzar más velocidad de la permitida en cada punto? Escuché en la radio la estupidez de que no se hacía porque ya iba el maquinista frenando por la proximidad de la estación. En Segovia, Cuenca, Albacete, Valencia y otras muchas ciudades el sistema está instalado totalmente. Entonces, ¿cuál puede ser la razón en el caso de Compostela como en el de Valladolid o Alicante? De nuevo la sombra de los balances de resultados es alargada.

Pero, ¿es el accidente de Compostela un hecho aislado en una infraestructura y unos vehículos con un alto grado de seguridad y mantenimiento? Si atendemos a la realidad que construyen los medios de comunicación seguramente. Si consultamos la hemeroteca y nos preguntan a quienes trabajamos en el ferrocarril la respuesta será la contraria. Ninguno hemos visto al presidente de ADIF salir en televisión conmovido dando no sólo el pésame sino las disculpas por la muerte de J.R.V.G. (la prensa no daba el nombre como ahora) en Arévalo el 26 de marzo de 2010 (EL NORTE DE CASTILLA, 26/03/2010).

Foto del accidente de Arévalo del 26/03/2010
Nadie entonces (afortunadamente) fue a detener a los responsables de manipular las señales que provocaron la trampa mortal en la que cayó el compañero. Pero entonces no tenían que temer un cuestionamiento de la reducción en personal y mantenimiento por parte de ADIF puesto que la vía era convencional.

Otro gallo fue el susto de hace unos pocos meses en la línea Madrid-Cádiz donde una puerta del tren salió literalmente volando en un tren que alcanza los 250 km/h (EL MUNDO, 08/04/2013). En este caso, al no tener que lamentar víctimas, el silencio fue la opción empleada por la empresa.

Foto de la puerta «perdida» por el tren
Madrid-Cádiz difundida por EL MUNDO.
Mucho más desapercibido ha pasado el hecho del desprendimiento de un disco de freno de un tren de alta velocidad en la línea Madrid-Sevilla que pudo haber provocado un descarrilamiento a 270 km/h. O el accionamiento automático del freno de estacionamiento de un coche entero de un Intercity mientras circulaba a 250 km/h en la línea de Madrid-Valencia, que estuvo a punto de incendiarse si no es porque el maquinista detuvo inmediatamente el tren y acudió con los extintores. Estas y otras barbaridades que vemos a diario quienes trabajamos en el ferrocarril no aparecerán en los grandes medios porque afectan a la imagen de estas empresas-joya de este país gobernado históricamente por verdaderos psicópatas (estos sí).

Disco del freno del AVE Madrid-Sevilla.
La conclusión está clara, y algunos lo hemos denunciado desde hace años. El cambio de criterio a la hora de gestionar un servicio como el tren es la clave del asunto. A pesar de que el Estado mantiene la propiedad todavía de todo el transporte ferroviario de viajeros lleva años realizando su gestión con criterio mercantilista y no de servicio público. La deuda tanto de Renfe Operadora como de Adif se ha colocado en el centro de su argumentación para reducir la plantilla, recortar en seguridad y reducir la formación, por no hablar del empeoramiento de las condiciones laborales, la congelación salarial y el robo de la paga extra el año pasado. La complicidad de las organizaciones amarillas UGT y CCOO en alcanzar la situación en la que nos encontramos y aquella a la que nos avocan es un hecho, justificando permanentemente prácticamente todas las decisiones empresariales.

Todo aquello que ponga en peligro la imagen que necesitan para vender la alta velocidad a otros países como Brasil o Arabia Saudí, donde optan a desarrollar contratos multimillonarios, será silenciado o enterrado bajo una montaña de mentiras, y las víctimas colaterales de esta planificación serán siempre maquinistas como J.R.V.G., Garzón y todos los muertos y heridos en el accidente de Compostela.

2 comentarios:

Loam dijo...

Magnífico artículo, Krates. Sobre las comunicaciones de este país (o lo que sea) hay mucho que decir y aclarar, porque, tanto en lo que atañe a los presupuestos como a la conveniencia de ciertas obras y de ciertos medios, la tan cacareada transparencia es nula. Resulta que, la culpa de que el precio de las autovías construidas en España sea el doble de las construidas en Alemania es del currito que sofocado extiende el asfalto, no de los de los gestores. En el ámbito militar, tres cuartos de lo mismo. Se construye un submarino en el que se invierten cientos de millones, y resulta que no flota, ¿la culpa?... del soldador, claro. De la banca... mejor ni mentarla. Los que nos roban la cartera no están en el metro, están en el gobierno.

KRATES dijo...

El texto no es mío, pero viene a decir lo mismo que pensamos muchos de nosotros, que siempre terminamos pagando los mismos, los curritos. Los que mandan y deciden nunca se hacen responsables de nada.

Puede que el conductor cometiese el error mortal de entrar a gran velocidad en una curva, pero los medios para evitarlo no existían.

Por muchas medidas de seguridad que se pongan, los errores siempre se cometen. Los humanos nos equivocamos, y la tecnología más avanzada también puede fallar. Pero el sentido común al planificar las cosas, puede evitar muchas nefastas consecuencias. ¿Por qué no construyeron previamente una estación, o mini-estación, antes de entrar en la infame curva de los demonios? Por culpa de la maldita prisa que exige nuestra vida moderna.

Ahora cruzan tal inefable trayecto a 30 km/h, antes a 80 km/h, pero desde un trayecto anterior de 200 km/h. Una simple parada obligatoria habría evitado muchos problemas, ¿dónde están los reponsables que lo proyectaron y aceptaron?

Siempre he dicho y creído que todo lo que mal empieza mal acaba.