Aparecen muchos casos de lo que nadie quiere hablar: los hombres ultrajados, víctimas de los conflictos del continente africano.
«A cuatro de nosotros nos llevaron a un bosque y durante días nos violaron una y otra vez. No puedo estar de pie mucho tiempo, pero ahora puedo hablar de eso, porque superé el trauma».
Al contrario de lo que podría pensarse, estas declaraciones no las hizo una mujer, sino Mark, de 53 años.
Este congoleño fue secuestrado en mayo de 2010 en su pueblo natal por miembros de milicias de Ruanda, que abusaron de él reiteradas veces.
Los autores no sólo penetran a sus víctimas con el pene, sino también con palos, botellas o destornilladores. Como consecuencia de estas experiencias, los hombres sufren de por vida, tanto dolores físicos como traumas psíquicos.
En el plano internacional hasta ahora prácticamente se desconocía que también los hombres fueran víctimas de abusos sexuales en los numerosos conflictos en el continente africano.
El tema fue tabú durante décadas, porque el sexo anal es considerado anormal en casi todas las culturas de África y la homosexualidad en general está prohibida. Las víctimas eran estigmatizadas y temían la discriminación y marginación. Por su parte, los atacantes sabían que la violación como arma de guerra tiene efectos de larga duración y es difícil de combatir.
Para muchos hombres, el silencio y el secreteo eran tan imposibles de soportar como la propia violación.
Algo que ahora empieza a cambiar: la semana pasada, por primera vez, sobrevivientes, trabajadores sociales, expertos y médicos se reunieron para participar en una conferencia en Kampala, la capital de Uganda, y hablar por fin de manera abierta sobre este delicado tema.
«Fue un camino largo desde el trauma hasta la esperanza para los afectados», dijo la trabajadora social Salome Atim, que desde 2008 intenta ayudar y asesorar a hombres traumatizados mediante extensas charlas. De manera afectuosa y como forma de agradecimiento, muchos la llaman «mamá».
«Al comienzo eran sólo unos pocos, porque sentían demasiada vergüenza e ira, así como un fuerte impulso de autodestrucción», indicó. Esto ha ido cambiando gracias a las gran cantidad de campañas de educación y programas de televisión. «Las víctimas tienen ahora más confianza en sí mismos y comienzan a relatar sus experiencias».
Uno de los especialistas con más experiencia en este tema es el británico Chris Dolan, quien dirige desde hace seis años en la Universidad Makerere de Kampala el «Refugee Law Project» (RLP).
El objetivo es ayudar a la rehabilitación de las víctimas de abusos sexuales y convertirse en un punto de arranque para quienes fueron abandonados.
«Que se haya realizado la primera conferencia mundial sobre el tema y por lo tanto un foro abierto para los hombres demuestra que al menos pueden sacarse de encima el estigma», dijo Dolan.
«Dejan atrás el miedo, aprenden lentamente que siguen siendo seres humanos totalmente normales, pese a que fueron violados», añadió.
En el pasado, el foco estaba puesto casi exclusivamente en las víctimas femeninas, pero ahora también se toma en serio a los hombres. La mayoría de ellos viene de la República Democrática del Congo, que desde hace décadas vive crisis sangrientas, y otros son originarios de Sudán, Somalia, Ruanda, Burundi, Etiopía, Eritrea y Uganda.
Pero las violaciones de hombres no son un fenómeno exclusivamente africano, ocurren en muchas regiones en conflicto. Un estudio publicado recientemente documenta unos 4.700 casos bajo el régimen de los Jemeres Rojo en Camboya. «La violación de hombres se utiliza ante todo como arma política, para deshumanizarlos y degradarlos completamente», explicó Dolan.
Paul, de 40 años, es una de estas víctimas. En el este sin ley de República Democrática del Congo no sólo los rebeldes son los violadores: también las tropas de Kinshasa participan, impunemente, en los terribles crímenes de guerra. «En 2001 fui violado reiteradas veces por un grupo de soldados del gobierno. Mi único delito era haber sido un activista político», relata este congoleño. «Desde entonces soy impotente».
Fuente: Dpa.
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