lunes, 27 de septiembre de 2010

La invención de Castilla

[Excelente el artículo que apareció ayer en el 20 minutos anunciando un libro escrito por el director de dicho periódico, Arsenio Escolar. En el libro nos demuestra algo que algunos ya sabíamos: que la "nación castellana", y en realidad toda nación, es un invento. Mitos, leyendas, anacronismos, mentiras, tergiversaciones, héroes que no existieron o que no eran tan heroicos... todo ello es necesario para crear una nación; da igual que se llame Castilla, Euskadi o Alemania. Detrás de todo este gran proceso de manipulación están los de siempre, las clases dirigentes, que mueven al pueblo llano en la dirección de a ellas les conviene.]


Por Arsenio Escolar en 20 minutos del 26 Septiembre 2010

En agosto de 2008, pasé unos días de vacaciones en Creta y me llevé, entre otros libros, la Historia de los griegos, de Indro Montanelli, que ya había leído muchos años atrás, cuando estudiaba periodismo. Fue un redescubrimiento emocionante. Por la mañana visitaba Knossos, y por la tarde leía en la playa el capítulo sobre la civilización minoica escrito por Montanelli.

A mi vuelta a Madrid, releí otro Montanelli, la Historia de Roma, y le propuse a mi hijo Ignacio, burgalés y periodista como yo, que hiciéramos juntos con la historia de Castilla algo parecido a lo que había hecho el gran periodista italiano con su historia y con la griega: contar el pasado remoto para el gran público, sin aire profesoral, con afán divulgador, con anécdotas, de modo a ser posible nada plúmbeo y con técnicas más periodísticas que de historiador. Contar la Castilla medieval como un conjunto de grandes reportajes, y aplicando aquel consejo que al propio Montanelli le dio el director de un diario de Estados Unidos en el que se inició el joven Indro en el oficio: “Hacer que cada artículo pueda ser leído y entendido por cualquiera, incluso por un lechero de Ohio”.

El proyecto nos motivaba a ambos, era la primera vez que íbamos a trabajar juntos, pero requería un gran esfuerzo. Había que documentarse mucho, leerse o releerse muchos textos antes de ponerse a escribir una sola línea, visitar algunos lugares relevantes de la historia castellana, buscarle un tono al relato… y ambos disponíamos de tan poco tiempo que la idea languidecía y llevaba camino de convertirse sólo en un tema de conversación recurrente en nuestras reuniones familiares. Pero un día, inopinadamente, nos llamó un editor a quien no conocíamos proponiéndonos que hiciéramos para él ese libro sobre Castilla que había oído que estábamos maquinando. El editor era Manuel Fernández-Cuesta, de Península. Seguíamos ambos con mucho trabajo, pero no supimos negarnos.

Nos ha costado mucho más tiempo y esfuerzo del que preveíamos, hemos incumplido algunos plazos de entrega con Manuel… pero finalmente hemos escrito el libro y Manuel lo ha editado. Se titula La nación inventada. Una historia diferente de Castilla, y el próximo jueves, 30 de septiembre, estará ya en las librerías.


Aunque inspirado en origen en la Historia de Roma y la Historia de los griegos, nuestro libro es bastante diferente, bastante alejado de la fórmula ‘a lo Montanelli’ que barajamos al principio. Nos ha salido un mixto, un texto de divulgación en forma de gran reportaje que además es un ensayo, una tesis. Quizás la suma del Escolar más reportero que soy yo y el Escolar más columnista que es Ignacio. Pero no hay capítulos de un autor y capítulos de otro, ambos hemos intervenido en todos, a cuatro manos.


La tesis básica no es nuestra, es la de varios historiadores recientes que han demostrado que muchos de los mitos fundacionales castellanos (el origen y el momento de la independencia de Castilla, los jueces Laín Calvo y Nuño Rasura, Fernán González, el Cid…) son falsos o fueron manipulados o recreados. Se los inventaron, por razones políticas y económicas muy concretas, una serie de cronistas y de poetas de finales del siglo XII y de la primera mitad del siglo XIII.

Os reproduzco aquí un extracto del libro, del capítulo titulado Los creadores de los mitos.


Los años le dieron mucho de sí a Alfonso X. Los sesenta y dos y medio de vida y los casi treinta y dos de reinado. Hizo de todo, le pasó de todo. Tomó, como sobre él dijo el Papa InocencioIV, «el signo de la cruz contra los sarracenos» y continuó las campañas de conquista militar de Al-Andalus. Afrontó una rebelión mudéjar y otra de sus propios nobles, y un descomunal lío sucesorio entre uno de sus hijos y algunos de sus nietos. Ordenó ajusticiar a su hermano Fadrique y quitó a su hermano Enrique los donadíos que le había dejado el padre de ambos, Fernando III. Repobló no sólo zonas del sur peninsular, sino también gallegas, asturianas y vascas. Intentó, sin éxito, ser emperador. Limitó mucho la autonomía de las ciudades. Legisló sobre las más variadas materias: la Mesta, los precios y los salarios, los pesos y las medidas… Creó nuevos impuestos, lanzó monedas nuevas, saneó la hacienda real. Autorizó la creación de nuevas ferias en veinticinco villas y ciudades. Celebró Cortes con gran frecuencia. Impulsó el uso del castellano, creó poesía en gallego. Fue un mecenas cultural, pero también un autor: escribió sobre las más variadas materias, desde el derecho y la historia hasta la astronomía, desde la medicina hasta el ajedrez o los dados…


Fue «un precedente de la modernidad», el rey que forja la España moderna, dice sobre Alfonso X el historiador Julio Valdeón. Y el que contribuye a la forja de la leyenda de Castilla, podría perfectamente añadirse: fue el último responsable de que toda una serie de invenciones y tergiversaciones sobre los orígenes de Castilla y sus mitos fundacionales entraran como hechos ciertos y contrastados en los libros de historia, en algunos casos hasta hoy mismo.

Desde finales del siglo XII y hasta mediados del siglo XIII, como hemos ido viendo a lo largo de este libro, un puñado de historiadores y de poetas se inventan una patria, una nación, que en realidad nunca había sido exactamente así. Crean una serie de mitos sobre los orígenes de Castilla y rodean de tintes legendarios falsos a algunos personajes reales del pasado. Se inventan las figuras de los jueces de Castilla. Presentan al pueblo castellano originario con un grado mayor de singularidad del que probablemente tuvo. Falsean la antigüedad de la independencia castellana, hasta el punto de que, de hacer caso a alguno de ellos, Castilla existiría como entidad política casi al mismo tiempo que la Asturias de don Pelayo. Nos cuentan la guerra que en los siglos X y XI se libraba contra los musulmanes como si fuera únicamente una guerra de religión, una cruzada, pese aque realmente no fue así hasta finales del siglo XII. A Fernán González, un dirigente político y militar que durante varios siglos después de muerto no fue considerado estelar, lo convierten los panegiristas castellanos en el padre de aquella patria soñada, en el líder carismático que sublima el afán de identidad y de libertad de todo un pueblo, y además lo hacen nieto de Nuño Rasura, uno de los inventados jueces de Castilla. Adjudican a Fernán González la creación del gran condado de Castilla, cuando verdaderamente se creó por iniciativa del rey leonés Ramiro II. Cuentan incluso que Fernán González venció en el campo de batalla al temible Almanzor, el principal caudillo militar del islam peninsular en toda la Edad Media, pese a que cuando Almanzor realizó su primera incursión de guerra en tierras castellanas el conde Fernán González llevaba ya nueve años muerto. Y, en fin, convierten al Cid, que en realidad fue un señor de la guerra lleno de claroscuros, en el ejemplo de la nobleza caballeresca, del vasallo leal, del hombre honrado, del buen cristiano, casi un santo. En la sublimación de todas las virtudes castellanas, en el héroe nacional por antonomasia, casi en un dios. En alguien capaz de pedir explicaciones al rey Alfonso sobre la muerte violenta del anterior rey, Sancho, y capaz también de ganar batallas después de muerto. Y en descendiente, por si todo fuera poco, del otro juez mítico, Laín Calvo.


Los creadores de esa Castilla mítica no fueron muchos, aunque de la mayoría de ellos se desconocen sus nombres. El edificio mítico castellano probablemente comenzaron a levantarlo los juglares del siglo XII y lo remataron los anónimos autores de los romances del XIV y el XV. Es muy posible que los primeros bebieran de los anónimos autores de los cantares de gesta, y especialmente del Cantar de Mío Cid. Pero tanto éstos como los posteriores pusieron ya en el edificio muchas piedras de su cosecha, muchos adornos de su invención: los autores, de nombre desconocido, de la Historia Roderici, del Liber Regum, de Linage de Rodrigo o de las Crónicas Navarras; el monje que escribe la Crónica Najerense; los obispos Lucas deTuy con su Chronicon Mundi y, sobre todo, Jiménez de Rada con su De Rebus Hispaniae; Gonzalo de Berceo y sus hagiografías en verso de distintos santos castellanos; el monje que trazó el Poema de Fernán González y el que hizo la Leyenda de Cardeña…

¿Por qué lo hicieron? ¿Por qué en muy pocos años, desde finales del siglo XII y hasta la mitad del XIII, un grupo disperso de autores reescribe la historia de Castilla? En resumen, por dos motivos muy simples: la política y el dinero. Las razones económicas son las que de modo prioritario mueven a quienes escriben en un monasterio. Berceo y el monje de San Pedro de Arlanza que crea el Poema de Fernán González, y el de San Pedro de Cardeña que pergeña la Leyenda de Cardeña para vincular su cenobio a la historia del Cid, tienen algo en común: hacen propaganda de sus respectivos monasterios, que han entrado en decadencia y necesitan nuevos estímulos que atraigan peregrinos y generen dinero. Pero a otro monje, el de la Crónica Najerense, probablemente no lo lleva a las invenciones el mismo motivo económico, sino otro político.


Navarra había desaparecido como reino independiente en 1076, tras el asesinato en el precipicio de Peñalén del rey Sancho Garcés IV. Una parte de la zona occidental se la quedó Alfonso VI de Castilla, y la mayoría del territorio y el propio trono fueron para el rey de Aragón, Sancho Ramírez. Unos años después, en 1134, tras la muerte sin descendencia de Alfonso I el Batallador, Navarra vuelve a ser independiente con un monarca de una nueva dinastía, García Ramírez el Restaurador. Pues bien: este rey era nieto del Cid, su madre era Cristina, una de las dos hijas de Rodrigo Díaz de Vivar. Quizás es ésta la razón por la que unos cuantos escritores navarros y riojanos (los de Crónica Najerense, Linage de Rodrigo, Crónicas Navarras y Liber Regum e incluso la Historia Roderici, que probablemente se escribió en Nájera) son los primeros que hablan de los primitivos jueces de Castilla y de que uno de ellos, Laín Calvo, era antepasado del Cid, y el otro, Nuño Rasura, era abuelo de Fernán González. Los navarros estaban dándole pedigrí y pasado histórico a su nueva dinastía, la del Restaurador, y trataban de exhibir un pasado glorioso lo más antiguo posible. Si la sangre del rey García Ramírez proviene, por vía del Cid, del juez castellano Laín Calvo, Navarra tiene tanta legitimidad histórica como Castilla, que desciende del otro juez, y mucha más que Aragón, que en aquellos tiempos remotos de los jueces castellanos ni siquiera existía. De ese modo, Navarra busca su propia supervivencia política: inventa argumentos para reforzar su independencia y su legitimidad frente a sus dos grandes vecinos peninsulares. Adorna el pasado castellano para, de ese modo, reivindicar su propio presente y asegurar su futuro.

En Castilla, las cosas son muy diferentes. A los creadores castellanos de los mitos les van a venir muy bien los avances en la invención que han promovido los navarros, pero los fines aquí son otros. En el siglo XIII, con la victoria en Las Navas de Tolosa de Alfonso VIII y las conquistas en el sur de Fernando III, Castilla era ya la potencia hegemónica peninsular, incluso una de las potencias europeas, pero su pasado no estaba a la altura de su presente. Los primeros héroes de la luego llamada reconquista eran asturianos, no castellanos. Asturias existía desde tres siglos antes que Castilla. León también había entrado en la historia más de un siglo antes. Hasta el reino original de Pamplona-Navarra podía presumir de un pasado más antiguo. “La consigna es clara: a Castilla, potencia hegemónica peninsular incuestionable, ha de corresponderle también un pasado no menos glorioso”, escribe el historiador F. Javier Peña Pérez, uno de los que más ha estudiado la creación y divulgación de los mitos fundacionales castellanos.

Peña Pérez habla de “la consigna” porque apunta que hubo un plan, que nada fue casual. Que a Fernando III no le habría gustado el Chronicon mundi, la historia escrita en 1236 por el leonés Lucas de Tuy por encargo de Berenguela, la madre del rey; un libro en el que se toma de los autores navarros y riojanos lo de los jueces de Castilla, pero se cuenta como una rebelión tiránica contra un poder legítimo, el de León. Y que, para darle réplica al de Tuy, al Tudense, el rey Fernando decide encargar otra historia donde las cosas se relaten como él las ve y las ha vivido. “Fernando III se pone manos a la obra con esa intención y comienza el proyecto repasando la lista de candidatos a la autoría de la nueva historia de España que él tenía perfectamente diseñada en su mente -escribe Peña Pérez-. “Repara en Rodrigo Jiménez de Rada, flamante arzobispo de Toledo, titulado en Bolonia y en París. Es un hábil diplomático y hombre de consenso, bien relacionado con la Santa Sede y asiduo acompañante de los monarcas castellanos en las campañas militares desde la batalla de Las Navas. Su perfil personal parece adecuado para plasmar en el pergamino las difusas impresiones del monarca”.

Así habría nacido en 1243, como un encargo del rey Fernando III, el De Rebus Hispaniae de Jiménez de Rada. La obra da la vuelta a la versión de los jueces de Lucas de Tuy: la tiranía era la que ejercía León, ante la que los castellanos responden de forma prudente con sus dos jueces. Y va más allá el obispo toledano: además incluye muchos de los otros mitos fundacionales castellanos que se habían ido generando de modo disperso en las décadas anteriores. El último paso lo da el hijo de Fernando III, el rey Alfonso X, al incluir esos materiales averiados, recopilados por Jiménez de Rada, en su Primera Crónica General, también conocida como Estoria de España, de la que se han nutrido docenas de generaciones de historiadores hasta casi hoy mismo. (…)

Asistentes a la fiesta nacional castellana en Villalar de los Comuneros

7 comentarios:

KRATES dijo...

Inicialmente Castilla era un condado dependiente de la monarquía astur-leonesa. Durante el reinando de Sancho III el Mayor, el reino de Pamplona (después de Navarra) obtiene su máxima expansión, incluyendo los territorios primigenios de los que fueron los reinos de Aragón y Castilla, los cuales se formaron al dividirse el reino entre sus hijos. Todos estos territorios (reinos, condados, señoríos...) estaban subordinados a los nobles, la gente sencilla, el pueblo urbano y campesino no pintaban nada. Que los actuales nacionalistas y afines busquen su pasado dorado en estos momentos históricos es completamente estúpido e infantil.

KRATES dijo...

Y no tan nacionalistas, incluso entre los libertarios el mito persiste... El mito de los municipios libres medievales y sus fueros, como la misma gente de la CNT vallisoletana se creen «a pies juntillas» en este texto de invitación a Villalar:

«Y... ¿entonces? Las gentes de Castilla disfrutaron durante varios siglos de una estructura social fundamentada en el "Concejo Abierto" o asamblea popular soberana que realizaba la gestión de todos los bienes comunales y del autoabastecimiento de los montes (como ejemplo destacable, la Carta Foral Conquense del año 1189). Los bienes comunales pertenecían al común de los vecinos y estos constituidos en asamblea soberana tenían la capacidad de decisión y de gestión, sin subordinarse a ningún otro núcleo de toma de decisiones o centro de poder, siempre y cuando todos estos recursos fueran destinados al autoabastecimiento en forma de bienes de uso y nunca productos destinados al mercado. La conservación y mejora de los montes, aguas, hierba, flora, fauna, suelo y otros, formaban parte del quehacer concejil. Esa es la Castilla que a nosotros nos interesa, una Castilla Libre.»

Siempre he considerado que una organización anarcosindicalista participe en tales eventos, traicionando el internacionalismo de sus principios. Pero creerse de verdad mitos como el de una supuesta democracia directa en los municipios medievales, o que los fueros eran estatutos o leyes con las que las ciudades y villas se regían con una total independencia y libertad: es cosa de ignorantes.

KRATES dijo...

Y algo parecido pasa en Cataluña. Como alguien dice en este comentario a un texto de García Trevijano del 8 de julio:

«No soy de los que conoce al dedillo los hechos históricos, nombres, fechas, etc... pero tengo en conocimiento que desde hace poco menos de 1.000 años en el territorio catalán han existido diversas instituciones democráticas que ríase usted de las de ahora! y algunas perviven (aunque deformadas) a día de hoy. Así que por favor, no confundan a la oligarquía catalana con la nobleza y el fuerte espíritu solidario y comunitario del pueblo catalán...»

Y yo no me callo y respondo:

«¿Instituciones democráticas catalanas desde hace mil años? Ja, ja, ja.

»Los condados catalanes, luego principado, estuvieron controlados por la nobleza siempre. Nunca hubo ningún modelo democrático histórico en aquellos tiempos en el territorio catalán. No deformemos los hechos históricos en beneficio de ideologías actuales, porque no hacen más que contrarrestar lo que se defiende.

»Entre los nobles catalanes y los payeses siempre hubo conflictos sociales (la Guerra Civil catalana del siglo XV, por ejemplo), lo mismo entre el patriciado urbano barcelonés y la gente menuda. El Parlamento y la Generalidad catalanas medievales eran instituciones que defendían los derechos feudales de los señores, el pueblo catalán estaba ausente, ¡ríase usted de las de ahora!»

KRATES dijo...

Como dice Ignacio Escolar, coautor del libro e hijo de Arsenio, en su Blog sobre otro mito hispano de raíces medievales:

«Cuesta encontrar en la historia de España un falso mito más repetido y evidente que el de la tumba de Santiago el Mayor, ese apóstol que se sabe que murió en Jerusalén y que dicen que está enterrado en Galicia. Alrededor de tan obvio disparate se ha construido, durante siglos, toda una serie de artificiales evidencias destinadas a probar una leyenda que sólo se sostiene, y con dificultad, desde el punto de vista místico; desde la óptica de los milagros.»

Sorrow dijo...

"Los bienes comunales pertenecían al común de los vecinos y estos constituidos en asamblea soberana tenían la capacidad de decisión y de gestión, sin subordinarse a ningún otro núcleo de toma de decisiones o centro de poder, siempre y cuando todos estos recursos fueran destinados al autoabastecimiento en forma de bienes de uso y nunca productos destinados al mercado. La conservación y mejora de los montes, aguas, hierba, flora, fauna, suelo y otros, formaban parte del quehacer concejil."

Este texto está trufado de anacronismos que dan una imagen idílica (es decir, libertaria) de la vida en la Edad Media. A los paisanos aquí descritos sólo les falta comer soja texturizada y practicar capoeira. El anarquismo, como rama (libertaria) del socialismo que es, no hizo su aparición en la historia de la humanidad hasta el siglo XIX. Y recordemos que el pensamiento socialista y por ende, el pensamiento anarquista, busca una sociedad ideal en el futuro, nunca en el pasado... eso es más bien típico del pensamiento tradicionalista/reaccionario.

Toni dijo...

En mi opinión todos los nacionalismos son igualmente pueriles y absurdos por mucho que quieran ir de progres por la vida como el caso de los comuneros. Y respecto a esa idealización de la vida en el medievo me parece una forma un tanto patética de que pensemos que los campesinos no vivían tan mal.

KRATES dijo...

Otra parida nacionalista, en este caso vasco-navarra. Veo en esta entrada que hablan sobre la serie de Antena 3 Hispania, que está basada en la resistencia encabezada por Viriato a la conquista romana (y como suele pasar en este tipo de series televisivas, como en las películas, fallan ante todo su rigor histórico). Tenemos este comentario que dice tal sandeces, que me hace hasta reirme de su ignorancia:

«Dentro de 2 años, con el 500 aniversario de la conquista de Castilla al Reino de Navarra quizás hagan otra serie para conmemorar el único pueblo prerrománico que permaneció libre durante siglos.

»Hispanos tratados como héroes y romanos tratados como villanos. El Imperio Español conquistó casi toda América aniquilando a tribus enteras y también territorios que pertenecían a otras tribus en la propia Península.»


Los navarros ¿fueron el último pueblo libre «prerrománico»? ¡Alucinante filtraje de la historia a través de una venda en los ojos hecha con una ikurriña!