martes, 18 de enero de 2011

Decálogo del criptorreaccionario

Os pongo un capítulo del libro digital de hace años titulado Economía no liberal para liberales y no liberales, del economista marxista de la Complutense Diego Guerrero*, en él se mete irónicamente con mucha de la fauna que infesta la izquierda española postmoderna:


DECÁLOGO DEL CRIPTORREACCIONARIO

Ahora que estamos en no sé qué centenario de Borges, vayan por delante mis felicidades a José María Cuevas por su reciente acierto con las milongas de Almunia. Éste, para demostrar que aquél no tenía razón, nos quiere engañar al día siguiente con un tango, que —cómo no— El País reproduce puntualmente: «El candidato socialista quiso remachar que en absoluto está en contra de los empresarios, a los que según él no representa "bien" Cuevas, sino que quiere que haya más. "Emprendedores, arriesgados, que quieren como yo la liberalización de los oligopolios que ahora tienen los amigos de Aznar" (...)» (2-3-2000, p. 22). Almunia se olvidó de añadir el final lógico de su estribillo: «...y que deberían tener mis amigos, que son mucho más demócratas».

Puesto que yo también, como Almunia, me eduqué con los jesuitas —que, como son unos tíos listos, consiguen hacer inmediatamente ateos a la mitad de los que pasan por sus aulas—, no me puedo olvidar del insigne «Pensamiento Social Cristiano» que nos enseñaban en lo que los viejos madrileños aún conocen como el edificio de Areneros. Ni tampoco me olvido de un clásico (desconocido en Areneros, pero también en Somosaguas, etc.) que, quizás dudando entre la decena y la docena, se decidió por el número de en medio —la única vez en su vida que se apartó del extremo, «vicioso» como era por definición, para quedarse en el «virtuoso» e insípido centro—: el 11. Y once fueron, en efecto, el número exacto de hostias dialécticas (en el sentido griego, no marxista) que le dio nuestro autor a su compatriota Feuerbach, un tío, a pesar de todo, mucho más listo que Almunia y que la mayoría de los jesuitas, sin duda.

Pues bien: aquí me tienen ustedes dudando todavía (a pesar del título) entre si escribir diez, once o doce Bienaventuranzas, porque de mi periodo «jesuita» sólo recuerdo que los mandamientos de «la ley de Dios» eran diez, y los de «la Santa Madre Iglesia», cinco; pero se me ha olvidado el número exacto de las bienaventuranzas, que es a lo que me quiero referir en este artículo. Me explayo enseguida, pero déjenme aclarar primero que este artículo se puede resumir en una sola frase: «Bienaventurados los criptorreaccionarios, porque de ellos será algún día el reino de los cielos (o sea, el Estado capitalista)».

1. Bienaventurados los socialistas burgueses (cristianos o no). En el espacio Frontera, de RNE, los curas y monjas progres nos enseñan los domingos, mañaneros, las raíces del pensamiento social católico-modelno de nuestros socialistas (incluyo ya a IU, claro): «¿cómo se puede permitir que el 20% cope el 80% de la riqueza mundial?...», etc. Ahí está encerrada toda este filosofía social-católica, que es también la de la izquierda actual: en la torpe metáfora del 80/20 (o del 20/80), que no es sino la del camello y el ojo de la aguja pero en el lenguaje de las malas matemáticas. Los modernos curas laicos y electorales, como ahora saben echar cuentas, nos predican la misma hipocresía que la tradicional santa madre citada, pero en moderno y no en latín. Así que conste mi voto para que se les reserve la primera plaza en el reino de los cielos.

2. Bienaventurados los socialistas feministas y los feministas en general (aunque no sean socialistas). Por lo visto, las reinas de la historia de Inglaterra o de España, las modernas pero igual de vetustas Margaret Thatcher y Hilary Clinton, o —para quienes prefieran la historia de las letras pequeñas a la de nombres propios con mayúscula— las calladas-y-sufrientes-esposas-y-madres, no tienen ninguna responsabilidad histórica en haber contribuido a hacer, junto a los varones correspondientes, la historia tal cual en la realidad ha sido. Los feministas convencidos quieren sustituir la lucha de clases por la lucha de sexos, de igual forma que los socialistas burgueses quieren sustituir la lucha de clases por la armonía social y el beso en la calva (aunque no sea la de Almunia).

Las actitudes machistas de las mujeres y los hombres son inexplicables sin las actitudes hembristas de hombres y mujeres. Pero los feministas quieren decretar el fin de la historia real, como Fukuyama, sólo que para un objetivo distinto: inventarse una historia imaginaria donde las mujeres —con sus poderosas y tiernas virtudes, pero sin renunciar para nada a su rica lencería y a su fina cosmética (no se vaya a poner en peligro los puestos de trabajo de las industrias femeninas gobernadas por una mayoría de hombres: ¡qué injusticia!)—, una vez superada la actual fase de transición (la era de las «cuotas» a la que vergonzosamente asistimos), puedan instaurar su dictablanda revolucionaria. Obsérvese, de pasada, que los feministas quieren cuotas para mujeres en el Gobierno, en el Parlamento y en los consejos de administración, pero no dicen nada de las minas, los andamios, la mili o las cárceles. Por cierto, que han debido de instalarse en el interior del PSOE porque en su lista electoral se intercalan, rítmicamente, hombres y mujeres: queda muy bonito, la verdad, pero algo asimétrico por culpa de López Garrido (aunque da igual: con simetría o sin ella, este baile nupcial de nombres terminados en o y en a sería ya razón suficiente para no votar jamás a este feminismo reaccionario).

3. Bienaventurados los ecologistas. A mi amigo Ramón (Fernández Durán), de Ecologistas en acción, le quiero recordar que le están ganando la mano los «Ecologistas por omisión», una red de ONG poco (¿poco?) organizada todavía, pero que adopta la «eficiente» forma empresarial capitalista: por ejemplo, hoteles que se preocupan tanto por el medio ambiente que nos sermonean para que no lo contaminemos con el detergente de sus lavadoras (se olvidan de darnos el mismo consejo para las lavadoras de nuestras casas), etc. El error de este ecologismo bucólico-pastoril es claro: nos quieren retrotraer al pasado, poniendo fin a una historia que se obstina en marchar hacia delante. Para ello, no se cortan un pelo, y están dispuestos a olvidar que si la industria poluciona es porque la naturaleza, en su propio progreso (del que forma parte el progreso humano), también poluciona. ¿No se dan cuenta de que para poder decir que existe el peligro de que, por ejemplo, el petróleo se agote hizo falta que la industria creara antes el petróleo mismo, que lo hiciera surgir de esa Nada que era todo lo que había en la época de «Salicio juntamente y Nemoroso»?

4. Bienaventurados los pacifistas. El injusto y ordenado Goethe también necesitaba la paz para estudiar espléndidamente los colores, tanto en Italia como en su hermosa casa de Weimar. Pero esa clase de paz no existiría si no fuera por la guerra y la violencia en que se sustenta. Los pacifistas quieren abolir la historia por el bonito procedimiento de abolir la guerra... ¡en sus mentes! Su lema parece ser: ¡todos con Gandhi, y a repetir con él que el problema no es el capital sino el mal uso que de él se hace! Sin embargo, la guerra de la competencia es un hecho, y la guerra de clases, otro hecho; y ninguno de los dos hechos se deja abolir fácilmente. Aquí viene al pelo aquello de «el desabolidor que los desaboliere buen desabolidor será...».

5. Bienaventurados los antitabaquistas. Al actuar ellos tan lindamente, yo, que no fumo, los veo poniendo en práctica las dudosas virtudes de nuestra ahumada y fumigada sociedad:

a) Le hacen el juego al Capital, que no está nada interesado en que sus trabajadores pierdan el tiempo fumando, porque ya se sabe que el cigarrito conduce a la cháchara y al descenso de la plusvalía relativa (por esta misma razón, en los Estados Unidos tampoco se come: han sustituido la comida por el bocadillo, si es que se puede llamar así a una hamburguesa deglutida en la oficina, o de pie, en la calle (con cuidado de no manchar de ketchup la corbata-ejecutivo-de-Wall-Street), o sentado en un deli sin superar el máximo permitido de 15 minutos por cliente. Ante la cantidad de billones que le reporta al capital social el no fumar, ¿qué importan las pérdidas de las empresas tabaqueras? Que se reconviertan: ¿o es que no han oído hablar de la reconversión industrial (que no la inventó Solchaga, por cierto, por muchos méritos que hiciera para dejar el pabellón español bien alto a este respecto)? Además, a mí no me cabe duda de que la ciencia descubrirá, tarde o temprano, el uso terapéutico y la bondad saludable de la nicotina.

b) Le hacen el juego al Capital también por otra vía: reproduciendo a nivel micro los comportamientos democráticos del nivel macro. Me explico: el sistema nos enseña que la realidad es plutocrática y antidemocrática, pero que se presenta, como todo en él, fetichistamente invertida en forma de una democracia aparente. Pues el antifumador reproduce eso mismo: impone su «fascismo» cotidiano contra los pobres fumadores, con la cobertura discursiva de que está protegiendo su derecho a la salud frente a la intromisión antiliberal de quien pretende convertirlo a él en un fumador pasivo. Y yo me pregunto, hablando de pasividades: ¿qué podemos hacer los telefoneados pasivos, que vemos cada día atacada nuestra salud mental y auditiva por el chirriar sobresaltante de doce millones de artilugios (sólo en España) que, aparte de funcionar sólo mal y a medias, sirven nuevamente a los empresarios para extender y apretar los hilos de la esclavitud asalariada al campo de la telefonía sin hilos? Ya el maestro Veblen nos explicó que los consumistas no tienen inconveniente en imitar cualquier cosa; por eso, poco extraña que los sumisos jóvenes y ex parados (incluidos los insumisos y los objetores antimilitaristas) ansíen moverse al son de este frenético «¡pii, pii...!» y se crean que «molan» sacándolos a relucir en trenes, cines, calles... y hasta en clase. Dios mío, qué hartura.

6. Bienaventurados los nacionalistas. Sencillamente, porque ellos tuvieron la suerte de ser elegidos por Dios para ser los primeros en el orden de la Creación Humana. Recientes excavaciones arqueológicas han dado la razón a los más arriesgados de estos inspirados científicos: ahora estamos casi universalmente seguros de que Cataluña y País Vasco (se duda de Galicia y de otras «naciones») fueron creados el séptimo día después del big bang, por la mañana temprano, luego de lo cual pudo Dios echarse por fin a descansar para siempre. [Por cierto, muerto López Rodó, es curiosa la foto de hoy en el periódico: este catalán, mano derecha de Carrero Blanco, junto al catalán Fabián Estapé, que acaba de sacar su De tots colors, reunidos con el gallego Franco —lo siento por Xavier Vence y los del Bloque Nacionalista Galego, pero tienen la desgracia de que Franco sí era gallego—, ¿en qué idioma hablarían los tres entre sí? ¿Aceptaban la supuesta imposición centralista del «castellano» a cambio de su participación celeste en ese mismo gobierno franquista? Piensen, piensen...]

7. Bienaventurados los miembros de las santas ONG. De la organización «no gubernamental» a la «gubernamental» no hay más que un paso muy sencillo: suprimir un no. Yo ya le propuse a James Petras la malaventura de formar una OAG (organización antigubernamental); y hasta un nombre: Asalariados sin Fronteras (que no sería sino una nueva versión, remozada y «asigloveintiuneada», de la Internacional de Trabajadores). Mi amigo Agustín Morán me pregunta de qué Internacional hablo: ¿de la II, la III...? De la Primera, Agustín, de la Primera, tan fetén como la que viene en este siglo XXI, que se parece como una gota de agua al XIX, a pesar de lo que digan los miopes políticos. (Por cierto, que la regla de funcionamiento de la I Internacional se basaba en el mismo sistema de «red» que el listo de don Manuel Castells acaba de descubrir como la gran novedad del siglo XXI).

8. Bienaventurados los okupas. Porque al buscar casa barata lo único que quieren algunos de ellos es formar un «familiar» hogar bien adaptado a sus posibilidades monetarias y a su peculiar modus vivendi, incapaces de superar el ámbito burgués de lo privado, para bien reproducir en esta esfera lo que no son capaces de llevar al ámbito público.

9. Bienaventurados los internaut@s. Porque, al reavivar el mito de la Revolución Científico-Técnica, que andaba de capa caída, se creen que van a cambiar el mundo, cuando lo único que van a hacer es excitar más aun a Wall Street (hasta que a sus socios les llegue la menopausia masculina y tengan que acudir en masa a la Viagra estatal, que eso sí que lo financia la dudosa Seguridad Social yanqui). Ahora podrán difundir con mayor rapidez los mitos de la «sociedad post-industrial», la «era de la información» y de la globalización, etc., y todos seremos un poco más sumisos, ad maiorem gloria Capitali.

10. Bienaventurados los defensores de los animales. Porque seguirán rápidamente la senda de Calígula —por el imperio hacia Dios— y alcanzarán el cielo a lomos de sus caballos como perros.

Y, por último:

11. Estas bienaventuranzas/mandamientos/tesis de y sobre el fuego y el barro (de un mal alumno de los jesuitas) se resumen en una: ¡Bienaventurados los postmodernos! No porque quieran poner fin a la modernidad (es decir, a Marx) —cosa sencillamente imposible debido a las leyes de la física (sí, sí, de la física), mal que les pese a quienes confunden determinismo con fatalismo— sino porque su verborrea permite elevar al cubo el grado de fetichismo de esta loca sociedad. Así, mi admirado Antonio Banderas firma todavía como «actor», y no como «capitalista», el Manifiesto en favor de la unidad de la izquierda (quiero decir, la unidad electoral PSOE-IU), cuando la prensa informaba el día antes de que va a invertir mil o dos mil millones de pesetas en no sé qué espectacular empresa de espectáculos. Su mujer, Melanie, como no es española, no firmaba; pero tengo entendido que el sin par PSOE andaluz está preparando una triple moción (no de ley) referida a esta gran actriz: cambiarle de nombre (ponerle Maleni, en vez de Melanie, que queda más andaluz), hacerla hija adoptiva de Málaga —cómo no—, y permitirle votar (siempre que sea por la izquierda) en las próximas elecciones españolas.

Yo ya he vuelto de votar. ¿A que sí adivinan a quién?

DIEGO GUERRERO,
Economía no liberal para liberales y no liberales.

* El autor: Profesor de Economía Aplicada en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología, Universidad Complutense de Madrid. Dice de sí mismo que es miembro fundador de la ONCNG (Organización No Capitalista Ni Gubernamental: no confundir con las ONG) ASALARIADOS SIN FRONTERAS, socio de la Asociación para la Difusión de Iniciativas para la Eutanasia Activa del Capitalismo (ADIEAC), «estoy en la cola para inscribirme en el Comité de Apoyo para la Futura Celebración de los Funerales del Sistema (CAFCFS)» y «no colaboro con el Mercado ni con el liberalismo (de derechas o de izquierdas) disidente de Occidente».

4 comentarios:

Sorrow dijo...

Espléndida crítica. Hila muy fino este hombre. Yo resumiría el espíritu de esta pseudoizquierda cavernícola que nos rodea diciendo que han roto con el legado del racionalismo de la Ilustración y van por unos derreteros peligrosos (recordemos que el fascismo surgió de una izquierda con una considerable empanada mental ideológica). Yo, que me considero ácrata, me puedo entender con un marxista e incluso con un liberal, porque todos somos hijos del pensamiento ilustrado pero no con un primitivista o con un nacionalista porque no hablan en clave racional ya que su mensaje se basan en el sentimentalismo (por lo general bastante rancio) y no hay por dónde cogerlo.

KRATES dijo...

Digamos que el pensamiento contemporáneo tiene dos raíces, que puede llegar a estar confrontadas, una es la Ilustración y la segunda el Romanticismo. La Ilustración defiende la razón y el conocimiento científico y el Romanticismo es más sentimental, pasional e irracional. De ambas se puede coger cosas y hasta complementarlas. Pero últimamente hay unos, llamémoslos «izquierdosos», que se dejan arrastrar más por el sentimentalismo que por la lógica. Son los más próximos herederos del Romanticismo que de la Ilustración. Recordemos que el irracionalismo y el vitalismo fueron tendencias filosóficas de finales del siglo XIX que conllevaron a los nacionalismos modernos como el fascismo.

Sorrow dijo...

He de precisar que no estoy en contra del Romanticismo. Me encanta la poesía y la música. Pero cada cosa tiene su campo de aplicación. Aplicar el sentimentalismo y lo irracional a la organización social es algo muy peligroso. Y al revés, someter el arte a rígidas leyes racionales significa prácticamente matarlo por asfixia. Creo que la izquierda actual hace las cosas al revés: aplica el sentimentalismo más absurdo a la política y el racionalismo de vía estrecha al arte (que es utilizado como algo puramente panfletario y propagandístico... Ahí está la cansina poesía social y el monolítico hardcore).

KRATES dijo...

El historiador marxista Eric Hobsbawm en una conferencia del 2 de mayo de 1996 en Londres decía:

«Hoy en día, tanto la Derecha como la Izquierda tienen que cargar con la política de la identidad. Desafortunadamente, el peligro de desintegrarse en una mera alianza de minorías es extraordinariamente grande en la Izquierda, porque el ocaso de los grandes eslóganes universalistas de la Ilustración, eslóganes que pertenecían esencialmente a la Izquierda, la ha dejado sin recursos para formular de manera clara el interés común que atraviese las fronteras sectoriales.»

Reconoce que el universalismo de la Ilustración forma parte de la esencia de lo que deben ser las «Izquierdas» (prefiero hablar de Izquierdas que de Izquierda, porque Izquierda no es una sino varias), y que últimamente se ha olvidado por las luchas sectoriales como las nacionales, étnicas o sexuales.

Hay que recordar que en alemán «Volk», significa tanto «pueblo» como «nación». No sé a que viene ahora el hecho de matizar la diferencia entre «pueblos» y «naciones» (como ocurre con algunos dentro de la CNT), cuando son lo mismo. Y la aspiración última de todo «pueblo» o «nación» es la de formar su propia administración política y territorial: su propio Estado.