jueves, 28 de febrero de 2013

Mali, agenda oculta

El Gobierno francés afirma que, en Mali, solo le mueve la paz y desterrar una amenaza islamista con capacidad para desestabilizar toda la región. La antigua potencia colonial, sin embargo, parece estar interesada en algo más. Uranio, petróleo, gas, oro..., los recursos enterrados bajo el suelo de Mali simbolizan la batalla de las potencias mundiales en África

FERNANDO GOITIA

Soldados franceses desplegados por Bamako.
 François Hollande lo repite como un mantra: «No defendemos ningún tipo de interés político o económico en Mali; defendemos, simplemente, la paz».

Desde el pasado 11 de enero, cuando llegaron las primeras tropas francesas, el presidente galo insiste en esta idea para justificar la intervención en la antigua colonia africana. El objetivo, aseguran tanto él como su ministro de Defensa, es recuperar el control del norte del país en manos de yihadistas desde 2012 y estabilizar la región. La bondad de sus intenciones, sin embargo, es puesta en entredicho por quienes ven en su empresa militar un nuevo capítulo en la lucha de las potencias por las materias primas africanas. En un territorio con ingentes recursos naturales y donde cada día que pasa Occidente y Francia en especial pierde capacidad de influencia y negocios en favor del nuevo poderío chino. «Francia y sus aliados, como ya hicieran en Libia, también actúan en Mali para asegurarse los yacimientos mineros de la región», afirma Gilles Labarthe, autor de El oro africano.

Saqueo, tráfico y comercio internacional y una de las voces más autorizadas sobre neocolonización en África.Curiosamente, en aras de esta estabilidad, China, el gran competidor de Francia y Occidente en el teatro africano, apoyó la intervención, aunque lo hiciera tapándose la nariz. «China tiene intereses en Mali, proyectos de inversión, y le interesa la estabilidad explica He Wenping, director del programa africano en la Academia China de Ciencias Sociales y uno de los mayores expertos chinos en África. Ahora bien, la presencia de las fuerzas francesas en Mali, uno de los primeros países subsaharianos en establecer relaciones con Pekín, podría justificar la legalización de un nuevo intervencionismo. No se deben subestimar los intereses de Francia en Mali. Esta acción nos retrotrae a la gendarmerie africaine, el estatus colonial de Francia». Muchos analistas, de hecho, se preguntan si esta aventura significa, en realidad, el retorno de la françafrique, un término despectivo que describe la relación de patronazgo e injerencia que el Elíseo siempre mantuvo con países como Mali y sus siete vecinos Argelia, Mauritania, Senegal, Guinea, Costa de Marfil, Burkina Faso y Níger; todos ellos, antiguos súbditos de París.

Uranio, petróleo, gas, bauxita, diamantes, oro, hierro, cobre, litio, fosfato..., el Ministerio de Minas maliense presume de albergar en su territorio ingentes reservas; muchas de ellas, aún sin explorar, de todo tipo de materias primas. Según la organización Global Research, de hecho Mali es uno de los países con mayor potencial para las industrias extractivas de todo pelaje. La cuenca petrolífera de Taoudeni, sin ir más lejos, la mayor del noroeste africano, se extiende además de por Mauritania y Argelia por todo el norte del país, la región que hasta hace días estaba bajo control rebelde. Esta situación impidió a empresas como la francesa Total proseguir con sus prospecciones en la zona. «A fecha de hoy se desconoce el volumen de estos yacimientos explica Jesús García-Luengos, experto en recursos naturales del Grupo de Estudios Africanos de la Universidad Autónoma de Madrid. Se cree que serán muy importantes, aunque Total no ha notificado resultados positivos de sus trabajos en Mali».

En cuanto al uranio, las exploraciones anuncian inmensos depósitos en dos regiones: una de ellas, como ocurre con el crudo de Taoudeni, en plena zona rebelde, en el Adrar de los Iforas, ni más ni menos que el macizo montañoso donde se refugian hoy los yihadistas; el otro gran depósito de uranio se halla en el otro extremo del país y se extendería por una zona de 150 kilómetros cuadrados compartida con Senegal y Guinea. Según cálculos de Global Research, Mali podría producir cinco mil toneladas de uranio anuales.

Estos yacimientos, es indudable, deberían tener un gran valor para Francia, un país donde el 80 por ciento de la energía que consume es de origen nuclear y que importa todo el mineral atómico que necesita. «Los yacimientos en Mali, no obstante matiza García-Luengos, están aún lejos de ser una realidad. Para Francia, lo más inmediato desde el punto de vista económico y estratégico está hoy en las minas de uranio del vecino Níger». Allí, a unos 200 desérticos kilómetros de la frontera maliense, Areva el gigante mundial de la energía nuclear controlado por el Estado francés explota dos grandes yacimientos, Akokan y Arlit, y prepara la apertura para 2020 de Imouraren, que, se estima, será el segundo del mundo.

Polémica foto de un soldado francés en Mali.
En Níger, sin embargo, donde los franceses han extraído más de cien mil toneladas de uranio desde 1969, Areva ha vivido en los últimos años el final de un lucrativo monopolio. «La gestión de Areva ha sido siempre muy opaca señala García-Luengos, cofundador de Reset, un centro de estudios sobre Seguridad y Gobernanza Transnacional. En Níger, uno de los países más pobres del mundo, no es una empresa popular y tiene un largo historial de críticas, denuncias y acusaciones oscuras. Areva es el núcleo duro de toda esta cuestión».

En 2007, el presidente nigerino, Mamadou Tandja, que llegó a amenazar con vender el uranio a Irán, abrió el mercado a los chinos quienes ya controlan casi todo el petróleo nigerino subiendo, además, los precios de las concesiones y los derechos de explotación. Antes de aquella decisión, el país vivió un levantamiento tuareg, que reivindicaba un reparto justo de los beneficios del uranio. Desde entonces, la animadversión local hacia Areva no ha parado de crecer.

El nuevo presidente, Mahamadou Issoufu, elegido en abril de 2011, ya prepara un cambio drástico en las relaciones entre Níger, cuyo PIB apenas supera los seis mil millones de euros y Areva, una empresa con ingresos de nueve mil millones anuales que en 2012 anunció un crecimiento en su facturación de un seis por ciento y si el conflicto en la región no lo impide excelentes perspectivas para 2013. «El uranio apenas deja en Níger cien millones anuales. Es inadmisible», declaró Issoufu. Para García-Luengos, esta será la clave para el futuro de la acción de Francia en la región. «Si Issoufu cumple sus promesas de transparencia, rendición de cuentas y gestión de los ingresos del uranio en beneficio de las poblaciones locales, la relación con Areva podría cambiar».

Níger, en todo caso, no parece ser el único vecino estratégico en una región donde extensas y porosas fronteras suelen reducirse a una simbólica línea geográfica. Argelia, Mauritania, Senegal, Guinea o Burkina Faso también poseen minerales o hidrocarburos. «En términos de seguridad energética hay grandes intereses en la zona subraya García-Luengos y todas las potencias temen que el conflicto en Mali desestabilice la franja entera del Sahel [de Senegal a Sudán] e incluso Nigeria, que como séptimo productor mundial es un actor clave en el mercado del petróleo».

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