Álvaro Cepeda Neri
Se anuncia una nueva traducción acreditada a Marta Rebón (en el ensayo periodístico de José María Ridao «La titánica coartada de Boris Pasternak», El País, 22 de enero de 2011) de la grandiosa novela El doctor Zhivago, del prosista y poeta Boris Pasternak. En ella, «siguiendo el texto considerado como definitivo que fijó el hijo del escritor [ruso], se han incluido las poesías de Zhivago como un capítulo más, el último, de esa reciente y magnífica traducción». El caso es que ya en 1991, con traducción de Fernando Gutiérrez, aparecieron esas poesías y que, como en toda la novela, el personaje femenino Lara es la inspiración (que en la vida real fue la amante de Pasternak, Olga Ivinskaya) y a quien están dedicadas con el amor-pasión (¡oh, Stendhal!) que las ha convertido en creaciones del más puro romanticismo de quienes han homenajeado a la mujer: la de carne y hueso, la del «eterno femenino», la del enamoramiento imposible.
Pasternak dejó inconcluso su Ensayo de autobiografía.
Pero su idilio, que comenzara a través de cartas con la alemana Renata Schweitzer –que al principio le escribiera con motivo de la publicación de El doctor Zhivago y tras el otorgamiento del Premio Nobel de Literatura en 1958–, se consumó. Ambos se enamoraron y vivieron sentimental y físicamente ese amor, cuando ella lo visitaba en los alrededores de Moscú. Nacería entonces un libro que se titula Cartas a Renata. Hay, además, otros escritos que nos muestran su prosa. Y su libro Poesías recoge su obra versificada. Boris Pasternak (1890-1960) fue preso de las dos primeras guerras mundiales y exiliado en su propio país tras la Revolución de Octubre, hasta el final del estalinismo. Dentro de ese lapso publicó sus poemas El año de 1905 y su libro Sin temor de castigo, donde cuenta sus años de formación en Alemania durante su breve estancia en aquel país (que Gerd Ruge nos relata en su Pasternak, biografía ilustrada; y que es en la ciudad y Universidad de Marburgo, donde estuvieran pensadores y profesores de la talla neokantiana de Hermann Cohen, Ernst Cassirer, Pablo Natorp, etcétera). Pero El doctor Zhivago es su creación sublime, donde se mezclan el amor-matrimonio con su esposa, su amor-pasión con Lara (o la realidad llamada Olga Ivinskaya) y su amor-arrebato por Renata.
Lara, la de Zhivago, es Olga Ivinskaya, quien escribió Rehén de la eternidad (las memorias de su vida con Pasternak y que, perseguida por el estalinismo, hubo de devolver los archivos del escritor a la nuera de éste). Ella, empero, permanece en la novela que es, también, crítica política del totalitarismo estaliniano. Una prosa con su poesía donde el autor muestra su formación neokantiana para explicarse su concepción del mundo y del mundo de su literatura que continúa esplendorosa para sus lectores. El doctor Zhivago es, dijo Isaiah Berlin, una obra maestra donde se describe el amor de una forma auténtica. Y así es. Zhivago, en un filme con todas sus limitaciones, fue llevado a grandes audiencias que después buscaron la novela que, edición tras edición, vuelve a las librerías. Pasternak es otro inmortal en la historia de la creación de belleza por medio de la poesía y la prosa.
Contralinea
PERIODISMO DE INVESTIGACIÓN
1 comentario:
¡¡¡El Amor!!!
Pasternak, Miakovski, Pushkin, Dostoyevski, Chejov....., ¡la pasión desatada de los rusos!
Y su fatalismo.
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