viernes, 27 de julio de 2007

Festejos taurinos, vergüenza cultural


¡Pobres animales, os amo porque sois mis hermanos menores,
y como yo estáis sujetos a las enfermedades y a la muerte!
HOMERO

Como todos los años durante las fiestas patronales se producen las típicas corridas de toros con su parafernalia incluida, para el deleite de los aficionados y amantes de la tauromaquia, los taurinos. Tauromaquia que consiste en la tortura y la ulterior muerte de unos animales nobles y bellos, los toros bravos o de lidia o ibéricos. Los taurinos ven en este sacrificio algo inherente a nuestra cultura popular del que no se puede prescindir para nada. Consideran «Arte» a este ritual en manos de la técnica y la maestría de los expertos del toreo, los toreros, los cuales si lo desean pueden perdonar la vida del toro; nosotros sólo vemos una hecatombe sanguinaria o masacre de estos bellos animales.

Intentemos ser un poquito más objetivos y a la vez aumentemos nuestro grado de sensibilización, démonos cuenta del dolor y del sufrimiento que nos transmiten los ojos del pobre toro y los del asustadizo caballo, aunque se los tapen. Y caigamos en la cuenta de que nosotros los humanos también somos animales. Todas las especies que componemos el Reino Animal compartimos cualidades naturales como la de sentir, como seres sintientes que somos, y además otras más. Sentimos tanto el placer como el dolor, ante determinados estímulos respondemos y aquellos que nos producen placer tendemos a aproximarnos y a repetirlos, y los que nos producen dolor nos alejamos de ellos.

Convertir este acto de tortura, las corridas de toros, en un espectáculo a la vista y disfrute de los espectadores; fomentado desde las instituciones e incluso transmitido a través de los medios de formación de masas o mass media, nos hacen parecer a los habitantes de nuestra península como pueblos atrasados, bárbaros y carentes de sensibilidad. Esto sólo nos produce una gran vergüenza como pueblo y como seres humanos. Las culturas se miden por el amor y el respeto que profesan hacia la naturaleza y sus seres vivos. Este acto de barbarie no hace más que despreciar la vida natural de una manera exagerada.

Pero los aficionados a esta salvajada (que bien recuerda a los juegos circenses de la Antigua Roma, a los sacrificios humanos o a la quema de brujas y herejes) esgrimen en su defensa argumentos tales como: que sin este espectáculo esta raza bovina estaría extinguida pues su destino es la muerte en la plaza o en las calles de los pueblos. Enfoquémoslo desde una perspectiva que esté en consonancia con la naturaleza y el respeto de todo ser vivo. Hagamos una retrovisión, el toro bravo es una variante domesticada más (una raza como se dice comúnmente) heredera del Uro o toro salvaje. Uro que en su forma silvestre y natural está extinguido desde el siglo XVII. La domesticación de esta especie data desde hace más de 6.500 años, y por medio de cruces y de la selección artificial o zootécnica resultaron las actuales razas bovinas domesticadas. Unas destinadas para la producción láctea, otras para la cárnica, otras para la labor y algunas para los espectáculos, como el toro bravo. Todas y cada una de estas razas tienen sus propias cualidades, lo que las diferencia a unas de otras (aunque las semejanzas superen, pues todas componen la misma especie biológica, Bos taurus), unas poseen fuerza para el acarreo, otras producen gran cantidad de leche o fácil engorde, algunas tienen gran resistencia y vigor sexual, y están las que tienen fiereza y bravura. Pero si las concentramos todas en una, obtendríamos al uro salvaje y ancestral. El proceso de la domesticación en manos de los seres humanos modifica los caracteres propios de la especie, prevalecen algunas cualidades y se pierden otras, haciendo de los animales domésticos unos cachorros idiotizados y dependientes. Nuestros toros bravos son producto del cruce y la cría de diferentes ganaderías (había ejemplares de mayor y menor tamaño) con un determinado fin, el sangriento escenario de la Plaza de Toros.

La conducta de los bovinos ha sido estudiada por expertos, con la excepción de nuestro toro de lidia debido al obstruccionismo de los ganaderos. Este tipo de ganado vive en un estado de semilibertad en las fincas y dehesas, donde viven sin ser molestados. Cuando llegan unas determinadas fechas, algunos ejemplares son aislados del resto de la manada y son trasladados a otros lugares lejos de los suyos, lo que les deberá producir traumas emocionales y miedo. De estar en el campo pasan a estar en los rediles y cosos o en las calles asfaltadas de los pueblos atestadas de personas vocingleras y babosas. Tales estímulos aversivos les empujan a la huida, pero sin éxito, o a reaccionar violentamente embistiendo a todo aquello que se les cruce por delante.

Otro argumento muy utilizado por toreros y aficionados es que, debido a la existencia de otras crueldades en el Mundo como las injusticias sociales, las hambrunas, pestes y guerras, o el caso de la peor vida y la muerte cruel de otros animales domésticos; el caso de preocuparse por el tema de las corridas taurinas y afines es improcedente y exagerado, como dicen ellos. ¡Pero por favor! No justifiquemos una crueldad con la existencia de otras, hay que eliminar todas.

Recordemos también los millones o miles de millones que conllevan, como gran y rentable negocio que es para ganaderos, toreros y demás. Además de dar trabajo y de comer a varias familias trabajadoras. ¿Qué dan trabajo y de comer a varias familias? También las hay que pueden comer a través de la fabricación de armamentos, la contaminación y destrucción del medio ambiente o de la producción de cosas inútiles como la televisión, y sin tener ningún remordimiento de conciencia. ¿Qué los empresarios y ganaderos con esto último son altruistas y solidarios con el Pueblo? Como decía la canción rockera «Que risa me da esa falsa humanidad, de los que se dicen buenos»; que no, que el espectáculo taurino es un buen negocio y punto.

Y como no, no olvidemos la creencia tradicional del judeo-cristianismo sobre la superioridad moral y natural del hombre respecto a los demás seres vivos que están a su servicio y capricho. Este antropocentrismo especieista (los seres humanos son el centro y a la vez discriminan a los otros animales) es un fiel reflejo de la total ignorancia que se tiene respecto a la ecología y a la historia natural de la vida en la Tierra.

No podemos los seres humanos aislarnos de la naturaleza, porque somos parte de ella, y si la despreciamos y la destruimos, nos estaremos tirando piedras sobre nuestro propio tejado. Tenemos que ver al resto de los seres vivos como nuestros compañeros de viaje en el planeta Tierra a través del Cosmos. Y no deleitarnos y divertirnos a costa de su sufrimiento y muerte; si padeciésemos y sintiésemos sobre nosotros, como especie, los dolores de un toro en el ruedo, desaparecerían estas brutalidades «inherentes a nuestra cultura». En la novela de ciencia-ficción, pero con un mensaje moral elevadísimo y filosófico, El fin de la infancia de Arthur C. Clarke, uno seres extraterrestres, poseedores de una cultura y tecnología avanzadas, consiguen hacer sentir a todos los aficionados que asisten a una corrida de toros el mismo dolor que padece el toro, con el consiguiente rechazo y huida de tan bochornoso espectáculo por parte del público asistente. ¡Y por favor, por última vez! No seamos tan sanguinarios y crueles entre nosotros mismos y con las restantes especies animales, a nivel intra e interespecífico.

CODA: A propósito, no es absurdo ver, en los encierros y demás festejos taurinos, a varios «valientes» arriesgar sus vidas y salud ante los toros. Si cuando muchos de ellos agacharán la cabeza y se cagarán encima cuando el jefe o cualquier autoridad les levanta la voz.

El Aullido, nº 13. Septiembre de 1996.

4 comentarios:

KRATES dijo...

Creo recordar al "pedante" del Sánchez Dragó equiparar a una corrida de toros con un sacrificio ritual; el traje de luces del torero sería como el traje ceremonial de un sacerdote en un acto religioso. Sobre el tema, os citó unas palabras de Félix Rodríguez de la Fuente (aunque no comparta su interpretación de la Naturaleza y la conducta animal) que consideró interesantes:

Ni como naturalista ni como biólogo puedo ser partidario de las corridas de toros. Los carnivoros matan porque no saben alimentarse de otro modo; matan porque lo necesitan para vivir. Es asombroso que exista un público que disfrute y sienta placer viendo cómo un hombre mata a un animal en la plaza de toros. La llamada Fiesta Nacional es la máxima exaltación de la agresividad humana.

KRATES dijo...

Sobre el tema es interesante la entrevista en este Blog.

Hannah dijo...

Francamente, en lugar de "Sapiens Sapiens" a la especie humana se le debería haber llamado "Necia Bruta" o algo así, porque ¿qué otra cosa merecemos ser llamados a juzgar por nuestras conductas, no ya sólo por cómo tratamos a las demás formas de vida, sino por como tratamos a los individuos de nuestra misma especie?
En fin, que te felicito por tu Blog al que he llegado buscando como descargarme el libro de Volin "La revolución desconocida"
Salud!
Hannah
de http://serrizomatico.blogia.com

Radowitzky dijo...

Saludos Hannah, bienvenida a nuestro blog.

Estoy de acuerdo contigo, yo también opino que eso de "sapiens sapiens" le queda muuuuuy grande a esta especie