viernes, 13 de enero de 2012

Más artículos sobre la posibilidad de salirse del euro

Complementando a los anteriores de J. F. Martin Seco pongo estos otros de otro economista keynesiano, Vicenç Navarro, que ha publicado en un diario y una revista digital estos últimos días.

¿Salirse del euro?
PÚBLICO, 12 de enero de 2011

Estamos viendo durante estos años de crisis el intento más intenso y masivo por parte de las autoridades de la eurozona –Banco Central Europeo (BCE), Consejo Europeo y Comisión Europea– así como del Fondo Monetario Internacional (FMI) de debilitar, en cada país de la zona euro, el mundo del trabajo, la protección social y el Estado del bienestar. La evidencia de ello es contundente. Recortes de derechos laborales y sociales y de gasto público social están ocurriendo a lo largo de los países de la eurozona, dándose con especial intensidad en los países de la periferia de la eurozona, conocidos como los PIIGS (Portugal, Irlanda, Italia, Grecia y España). No pasa día sin que noticias sobre recortes y reducción de derechos golpeen las páginas de los rotativos de mayor difusión. La generalización de tales medidas en la mayoría de países de la eurozona se presenta como un indicador de su inevitabilidad, es decir, de la necesidad de que se lleven a cabo para salir de la crisis.

La evidencia que se ha ido acumulando muestra, sin embargo, que tales medidas no sólo no están contribuyendo a la salida de la crisis y de la recesión, sino que la están empeorando. Los datos reflejan claramente que tales políticas están reduciendo todavía más la demanda necesaria para estimular la economía. Y puesto que la demanda generada en el sector privado está estancada (resultado en España del enorme agujero creado en la economía por el estallido de la burbuja inmobiliaria), el único sector que podría estimular la economía es el sector y el gasto público. De ahí que la reducción de tal gasto público sea un gran error, pues imposibilita la salida de la crisis. De nuevo, la evidencia de ello es abrumadora. Sólo los economistas y políticos neoliberales, que dominan los medios de mayor difusión, continúan repitiendo el dogma neoliberal que está ya profundamente desacreditado empíricamente.

¿Por qué entonces se están imponiendo tales políticas? Es más que dudoso que las autoridades de la eurozona y del Fondo Monetario Internacional no conozcan la abrumadora evidencia que muestra el fracaso de tales políticas. El hecho de que, a pesar de ser conscientes del daño de tales políticas al bienestar de la mayoría de la ciudadanía y a la propia economía, continúen imponiéndolas se debe a que están utilizando esta situación de enorme crisis (acentuándola incluso) a fin de forzar con mayor contundencia lo que los grupos dominantes en estas instituciones (el capital financiero, es decir, la banca y las grandes empresas transnacionales) siempre han deseado: debilitar al mundo del trabajo y al Estado del bienestar.

Más y más información se está haciendo pública mostrando el tipo de presiones que tales organizaciones (y, muy en especial, el BCE y el binomio Merkel-Sarkozy) han estado realizando para que los gobiernos reciban “ayudas” (lo pongo entre comillas porque un porcentaje de tales transferencias está encaminado a que los estados receptores puedan pagar sus deudas públicas a los bancos alemanes y franceses, entre otros). El Banco Central Europeo supedita estas ayudas –en forma de compra de deuda pública– a que hagan reformas que claramente debiliten el mundo del trabajo (tales como eliminar la indexación de los salarios o la descentralización de los convenios colectivos) y reduzcan sus estados del bienestar (tales como la privatización de las pensiones o de los servicios sanitarios), todas ellas medidas que tienen muy poco que ver con la génesis de la crisis o con la salida de ella. El argumento que utilizan para justificar la imposición de tales políticas es que aumentarán la competitividad de la economía de los países PIIGS y con ello aumentarán las exportaciones, que debieran ser el motor del crecimiento económico y la salida de la crisis.

De nuevo, la evidencia existente (que es también bastante abrumadora) cuestiona que los países PIIGS puedan salir de la crisis a base de tales políticas, pues el mayor problema que tienen estos países no es ni su inexistente elevado gasto público, incluido el social (que es de los más bajos de la UE), ni la falta de competitividad (las exportaciones han continuado creciendo en España durante la crisis), sino su escasísima demanda. Pero el hecho de que la evidencia muestre que este argumento es erróneo o falso no les frena para que continúen imponiendo tales políticas, admitiendo, como hacen los economistas Kenneth Rogoff y Carmen Reinhart, muy influyentes en el FMI, que el impacto de tales políticas supuestamente positivas no se verá por mucho tiempo, de diez a quince años a partir de ahora.

Esta situación es insostenible e intolerable. Condena a varias generaciones a un futuro miserable. De ahí que debiera considerarse lo hasta ahora impensable: la salida de España del euro. No hay duda de que sería un paso difícil, pero no necesariamente peor que lo que se predice para los próximos diez y quince años. Alternativas, en contra de lo que dicen Rogoff y Reinhart, existen. Salvando las diferencias (que las hay) entre Argentina y España, el hecho es que Argentina en 2001, tras romper la paridad con el dólar y las políticas impuestas por el FMI, bajo el Gobierno Kirchner, recuperó su propio control del valor de la moneda y de su Banco Central, permitiéndole en tres años que su PIB fuera ya el que existía antes de la crisis, siendo a partir de entonces el país de América Latina que ha tenido mayor crecimiento económico. Letonia, en cambio, siguió las políticas que está imponiendo el FMI y hoy su PIB es un 20% inferior al que tenía al iniciarse la crisis. Es importante que para el bien de las clases populares se inicie un debate en España sobre los excesivos costes de pertenecer al euro, y de los que la población parece ser ya consciente. Según una reciente encuesta, el 70% de la población española tiene mayores reservas hacia el euro. ¿Cuándo se iniciará tal debate en España?

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Salirse del euro como alternativa: el caso de Argentina
SISTEMA, 13 de enero de 2012

Una teoría que ha sido promovida por círculos financieros importantes, como por ejemplo el Fondo Monetario Internacional (FMI), es la desarrollada por dos de sus economistas, Ken Rogoff y Carmen Reinhart, definidos sorprendentemente en un artículo reciente como “nuevos gurus de la economía”, que sostienen que las recesiones causadas por las crisis financieras tienen que resolverse lentamente tras muchos años de recuperación lenta y penosa. En sus escritos, tales autores subrayan los términos lenta y penosa. La promoción de esta teoría por parte del FMI y su aceptación en los medios financieros y económicos neoliberales se explica porque, en realidad, disculpa las políticas públicas responsables de la escasa recuperación de las economías europeas y, muy en especial, las de los países referidos desdeñosamente como PIIGS (Portugal, Irlanda, Italia, Grecia y España), cerdos en inglés.

El problema con esta teoría es que es fácilmente demostrable que es errónea. Es decir, existe evidencia que invalida su tesis. Veamos, por ejemplo, lo ocurrido en Argentina. Este país tenía una enorme crisis financiera, resultado en parte a que el valor de su moneda estaba fijado al euro (perdón, quería decir al dólar estadounidense). Esta paridad la había llevado a tener una deuda externa de 95.000 millones de dólares. Era el discípulo predilecto del FMI, llevando a cabo las recetas de tal institución, llegando a un nivel de endeudamiento imposible de sostener.

De ahí que, en contra de los deseos del FMI y con gran hostilidad por parte de esta institución, a finales del 2001, el gobierno argentino decidió abandonar la paridad con el dólar y no pagar la deuda pública al precio establecido por el FMI. El sistema financiero argentino se colapsó y todos los vaticinios pronosticaban que Argentina entraría en recesión –a niveles de depresión- por muchos, muchos años. Hasta aquí la teoría de Rogoff y Reinhart.

Los datos, sin embargo, muestran el error de tales autores. Es cierto que la economía argentina bajó durante la primera parte del año. Pero se recuperó pronto, y en tres años el nivel de actividad y crecimiento económico era ya idéntico al existente en el periodo de pre-recesión. Parte de la solución fue recuperar su propia moneda y su propia autonomía fiscal, garantizada por su propio Banco Central. Además, no pagó la deuda pública a los niveles exigidos, devaluándola considerablemente. Todo ello le permitió recuperarse rápidamente, alcanzando uno de los niveles de crecimiento económico más acentuados en América Latina, el doble de Brasil, por ejemplo.

Este crecimiento ha repercutido, a través de las políticas públicas redistributivas, en el mejoramiento del bienestar de las clases populares. La pobreza y la pobreza extrema se han reducido en dos tercios desde 2002. El gasto público social se ha triplicado durante este periodo 2002-2010. Y en 2009, desarrolló un programa de transferencias públicas a la infancia, que repercutió en 3.5 millones de niños, siendo el programa de reducción de la pobreza infantil más ambicioso de América Latina. Las desigualdades han disminuido. En 2001 los súper ricos (el 5% de renta superior) tenían 32 veces más renta que los pobres (el 5% de renta inferior). En 2010, era 17 veces.

Es cierto que la inflación es también elevada, incluso para los estándares de América Latina. Un 20-25% por año. Ahora bien, si los salarios suben más que la inflación (como está ocurriendo) y también la protección social, y se siguen reduciendo las desigualdades, el impacto de tal inflación es menos perjudicial de lo que aparenta. Es más, esa inflación puede y debe bajarse, pero no puede utilizarse para negar los grandes logros conseguidos por Argentina, que explica el gran apoyo popular por su gobierno, reelegido ampliamente en la última convocatoria electoral (The Argentina Success Story and its implication. Center for Economic and Policy Research. 2011)

Para evaluar la experiencia argentina hay que compararla con la que hubiera existió de no cambiar sus políticas. Tal como predecían Rogoff y Reinhart, hubieran estado durante mucho tiempo (diez o quince años) en una recuperación lenta y penosa. En lugar de ello, se recuperaron y crecieron rápidamente, distribuyendo más equitativamente el producto producido durante estos años.

España no es Argentina. Pero es importante estudiar la posible relevancia de aquella experiencia para España. Salir del euro no sería mi primera propuesta para salir de la crisis. Creo que es mejor salida transformar la arquitectura de la Unión Europea y de la Eurozona con establecimiento de un Banco Central (el Banco Central Europeo no es un Banco Central por paradójico que ello parezca: en realidad es un lobby de la banca), un Departamento del Tesoro y otra medidas, incluyendo la democratización de las instituciones de la Unión Europea encaminadas a la construcción de los Estados Unidos de Europa. Pero mucho me temo que el dominio neoliberal de las estructura de gobierno de la Eurozona y de la Unión Europea va a imposibilitar este desarrollo, en cuyo caso la situación insostenible actual se perpetuará (que es lo que desea el capital financiero). De ahí que debieran considerarse todas las alternativas, incluyendo la salida de España (y de Grecia, Portugal, Irlanda e incluso Italia, si así también lo desean) del euro. Su permanencia en el euro, en caso de no hacer las reformas apuntadas, significará la Gran Depresión para millones de ciudadanos de tales países. Es más, la discusión de esta posibilidad –salirse del euro- facilitaría la mano de España en la negociación con los gobiernos Merkel y Sarkozy, pues esta salida es lo último que desean tales gobiernos, ya que supondría el colapso de sus bancos. De todo ello se deriva la urgencia de que se inicie el debate sobre la salida de España del euro, pues la ausencia de este debate está empobreciendo nuestro país.

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