miércoles, 7 de marzo de 2012

No en nuestra cultura


Por VANESSA BAIRD


«El enemigo aún intenta regresar con maniobras y trucos siniestros llamados lesbianas y
homosexualidad y globalización (...) Nos colonizaron y ahora enarbolan los derechos
humanos cuando les condenamos y rechazamos. En Namibia no quedará ni una lesbiana
ni un homosexual. Aquellos que lo quieran [continuar con las actividades homosexuales]
deberán hacer el equipaje y regresar a Europa.»
Presidente Nujoma de Namibia, hablando a los simpatizantes del SWAPO en el
exterior del Centro de Mujeres Okuryangava, Windhoek, 23 de abril de 2001. [1]


Poliyana Mangwiro tenía catorce años cuando se dio cuenta de que era «una mujer que amaba a las mujeres». Pero no se lo dijo a nadie:

«No estaba segura de lo que me sucedía. No conocía la palabra "lesbiana". Nadie en la zona rural en la que vivía la habría conocido.»

Así que Poliyana hizo lo que la mayoría de las chicas del campo hacen en Zimbabue: se casó. A los 17 años ya tenía dos niños. A la edad de 20 años huyó de su marido y se fue a la capital, Harare. Allí se unió a la recién creada organización de gays y lesbianas GALZ (Gays y Lesbianas de Zimbabue). Trabajaba de voluntaria para la organización en la Feria Internacional del Libro de Harare cuando el puesto fue atacado por un grupo anti-gay. El incidente tuvo mucha publicidad. La foto de Poliyana se extendió por los periódicos y comenzó a recibir amenazas. Por motivos de seguridad, abandonó Harare y regresó a su pueblo. Pero su fama la precedió y fue rechazada por su comunidad. «Dijeron que no pertenecía a allí porque era gay y eso era de los blancos». Poliyana insiste, sin embargo, en que ser «lesbiana o gay forma parte de nuestra cultura. Existe incluso una palabra para ello en nuestra lengua Shona: ngo-chani».[2] Poliyana Mangwiro, una directa defensora de los derechos de gays y lesbianas en Zimbabue, murió de Sida en 2001.

Las afirmaciones de que la homosexualidad «no forma parte de nuestra cultura» son comunes. A menudo se ha descrito como la enfermedad, el pecado, el crimen, el hábito o el problema de otros. Como algo extranjero que amenaza con contaminar la pureza de la nación, de la comunidad, de la raza o de la clase. El Antiguo Testamento apodaba al lesbianismo el «vicio egipcio», los misioneros españoles del siglo XVI llamaban a la sodomía el «vicio japonés» o el «pecado de los caribes». Durante siglos los árabes culparon de la homosexualidad a los persas.

Este modo de pensar está todavía vivo hoy en día, sobre todo en partes de África y Asia. Forma parte de un cóctel explosivo, homofobia más xenofobia. Por subsistencia los gays y lesbianas africanos y asiáticos están luchando contra ello. Las reacciones homofóbicas pueden ser feroces: los grupos LGBT son vistos como un ejemplo de la corrupción occidental; el ciudadano homosexual es rechazado como un intruso, una amenaza a la cultura, un enemigo (o un agente del enemigo) que debe ser expulsado. Y las expulsiones han tenido lugar, bien por la fuerza como en Uganda, o por medio de coerción, empujando a los ciudadanos gays a buscar el exilio y el asilo, como en Zimbabue y Namibia.

Muchos líderes africanos han salido a la palestra con declaraciones y políticas anti-gays. Entre ellos están Sam Nujoma de Namibia, Robert Mugabe en Zimbabue, Yoweri Museveni en Uganda y Frederick Chiluba en Zambia. El ex presidente de Kenia Daniel Arap expresaba el punto de vista generalizado de una manera muy sucinta: «La homosexualidad está en contra de las normas y tradiciones africanas».[3]

La prensa popular en estos países ha sido rápida captando el mensaje con opiniones que describen la homosexualidad como «algo blanco» impuesto a los negros, que contribuye al daño y a la decadencia de la cultura negra. La señora Mangwe, de Zimbabue, dirigente de la Liga de Mujeres del ZANU, lo explicaba así: «Nuestro camino consiste en proteger nuestra cultura. No destruirla permitiendo que la homosexualidad se extienda dentro de ella. No pertenece a nuestra cultura negra y no la queremos».[4]

Tradiciones gays africanas

Los investigadores, sin embargo, han mostrado que la homosexualidad precedió largamente al colonialismo en África. Según el antropólogo Edward Evans-Pritchard, ésta y otras formas de erotismo hacia el mismo sexo eran indígenas. Unas pinturas rupestres de dos mil años de antigüedad del pueblo sudafricano San muestran a hombres copulando. En las culturas guerreras, sobre todo, hay indicios de relaciones sexuales entre hombres. Y existen tradiciones de mujeres que se casan entre ellas en varias culturas africanas, entre otras en Ghana, Lesoto y Kenia.

En el pueblo azande, que vive en la actualidad en el suroeste de Sudán, el norte de la República Democrática del Congo y la esquina suroriental de la República Centroafricana, se practicaba desde hace tiempo y hasta el comienzo del siglo XX una forma intergeneracional de homoerotismo. Las mujeres azande también practicaban un erotismo hacia el mismo sexo. La homosexualidad transgenérica está documentada en el pueblo nuba en Sudán. Según el antropólogo S.F. Nadel, existían nombres para los hombres que practican el erotismo homosexual e incluso los matrimonios del mismo sexo. Los varones homosexuales y transgénero tenían su papel como funcionarios espirituales en numerosas culturas africanas, entre ellas el pueblo lango de Uganda, los merus de Kenia, los ilas de Zambia y los zulúes de Sudáfrica.[5]

La afirmación de que la homosexualidad no es africana es una «mentira», dice el activista y escritor sudafricano Shuaib Rahim. «La verdadera importación europea imperialista es la tradición homofóbica de la ley británica». Recuerda cómo les insultaban cuando él y sus compañeros gays crecían en la Sudáfrica del apartheid:

«Pero quizás lo peor de todo lo que nos llamaban era "no africanos". El primero de mis antepasados llegó a África en el siglo XVII. Vinieran de todas partes: Java, Malasia, Dinamarca y la India. Nuestra familia ha vivido desde entonces en este país. Y soy un "moffie" (palabra despectiva en afrikaans para designar a un gay). ¿Me convierte esto en no africano? Debo admitir que pensé que era cierto... [Entonces] comencé a leer nuestra historia y descubrí muchos hechos interesantes. Simón Nkoti fue un gran héroe de la lucha por la liberación. Era un activista del Congreso Nacional Africano y pasó cuatro años en prisión bajo el apartheid. Mientras estaba en la cárcel "salió del armario" como "moffie" ante sus compañeros reclusos y le aceptaron. Después de su liberación se convirtió en el rostro de la lucha por los derechos de lesbianas y gays en África. Desafío a cualquiera a que me diga que Simón Nkoli no era africano en todos los sentidos de la palabra».[6]

Herencia gay hindú

Con el creciente activismo gay y lésbico en África y Asia, las cuestiones LGBT están cada vez más en el punto de mira. El furor causado en India por la película Fuego tuvo cobertura internacional. La historia de Deepa Mehta acerca de dos mujeres, casadas con dos hermanos, que desarrollan una relación entre ellas en las congestionadas calles de la Nueva Delhi de la clase media, fue permitida por la Junta de Censores. Pero los extremistas hindúes atacaron un cine que la proyectaba y los parlamentarios conservadores tuvieron su día de gloria condenándola. Pramod Navalkar, ministro de Cultura del estado de Maharashtra, contó a los periódicos que el lesbianismo era «una tendencia pseudofeminista occidental y no forma parte de la feminidad india».

Tales provocaciones, sin embargo, produjeron una salida del armario ingente y sin precedentes de lesbianas indias que tomaron las calles en protesta. Ashwiní Sukthanker relata:

«Cientos de personas salieron a la luz. Por primera vez las lesbianas eran visibles (...) Entre el mar de carteles sobre derechos humanos, secularismo, autonomía de las mujeres, libertad de expresión, un letrero pintado con los colores de la bandera nacional rezaba: "India y lesbiana". ¿Quién hubiera pensado que plantear una demanda tan atrevida a nuestro orgullo nacional podría causar tal furor?»

Pero lo hizo. El subdirector del semanario India Today expresaba su consternación personal porque «el movimiento gay militante, que hasta ahora ha operado como ramificaciones de una desagradable tendencia occidental a través de páginas Web, no podía revelarse en los estandartes directos y ostentosos en Delhi sugiriendo que el "lesbianismo forma parte de nuestra herencia"». Continuaba diciendo: «El robo, el fraude, el asesinato y otros [delitos penales] tienen una larga historia. Eso no los eleva a la categoría de herencia».[7]

Los intentos de negar o incluso eliminar toda tradición positiva de la homosexualidad en la India cuentan con precedentes. Desde los años veinte hasta los cuarenta Mahatma Gandhi dirigió una campaña para borrar todas las referencias positivas al transgenerismo y al deseo hacia el mismo sexo en la cultura india, sobre todo en la hindú. Durante aquellos años Gandhi envió pelotones de sus fieles a destruir las representaciones eróticas, especialmente las homoeróticas y lésbicas, esculpidas en templos que datan del siglo XI.[8]

El escritor y filósofo Rabindranath Tagore fue capaz de parar esta acción violenta. Sin embargo, la campaña para borrar la historia de la diversidad de género y sexual fue continuada por el Primer Ministro Jawaharlal Nehru, quien estuvo en el cargo de 1946 a 1964. Como Gandhi, había sido educado en Inglaterra, y como él deseaba transmitir el mensaje de que eran los ingleses los que habían traído la homosexualidad a la India. Se sintió desconcertado cuando su amigo Alain Daniélou publicó fotografías de esculturas tradicionales de la India que representaban homoerotismo y personas transgénero. La poderosa comunidad de miles de hijras (o eunucos) tiene una tradición en la cultura india que se extiende dos mil años atrás.

Gays en el mundo musulmán

«La cultura no siempre está contra nosotros y existen ejemplos positivos de relaciones del mismo sexo que se pueden encontrar en diferentes culturas musulmanas», escribe Anissa Helie.[9] Cita el ejemplo de teatros itinerantes tradicionales y grupos musicales en Pakistán, en los cuales las parejas masculinas vivían sus relaciones bastante abiertamente, y señala un cuerpo de literatura local y urdu que está basada en el amor masculino, yaari.

El musulmán británico Raza Griffiths escribe acerca de la situación en nuestros días: «A pesar de la impresión creada por las ejecuciones de homosexuales en los estados islámicos de la línea dura (...) en la mayoría de los países musulmanes, los musulmanes, sobre todo los hombres, tienen considerable libertad para tener sexo gay en privado siempre que no se revelen públicamente como gays».[10]

Varias organizaciones LGBT se han creado en los últimos años, algunas en condiciones difíciles. El grupo Homan aboga por los derechos de los gays y lesbianas iraníes y tiene sedes en los Estados Unidos, Gran Bretaña, Noruega y Suecia. Publica una revista Web en farsi e inglés en www.homan.cwc.net. Al-Fatiha —que quiere decir «apertura» o «comienzo» en árabe— organiza conferencias internacionales y tiene sedes en los Estados Unidos, Canadá y Gran Bretaña. En palabras de uno de sus portavoces: «Como musulmanes gays marginados podemos despertar el espíritu del amor dentro del Islam».

A pesar de las protestas de sus dirigentes y de sus medios de comunicación, la frase «no forma parte de nuestra cultura» sencillamente no suena a cierta para miles de personas LGBT en todo el mundo.

Sexo, Amor y Homofobia,
Amnistía Internacional (2004)

NOTAS:

[1] The Namibian, 23 de abril de 2001, www.mask.org.za.

[2] Poliyana Mangwiro, entrevistada por Vanessa Baird en «Taboo Breakers», New Internationalist, octubre de 2000.

[3] Mark Gevisser, «Mandela’s Stepchildren» en Peter Drucker (editor), Different Rainbows, Gay Men’s Press, 2000.

[4] Ibid.

[5] Randy P. Conner, David Hatfield Sparks, Mariya Sparks, Cassell’s Enciclopedia of Queer Myth, Symbols and Spirit, Cassell, London y New York. Reimpresión 1998.

[6] Shuaib Rahim, «Out in Africa», New Internationalist, octubre de 2000.

[7] Ashwini Sukthanker, «For people like us», octubre de 2000.

[8] Vanessa Baird, No-Nonsense Guide to Sexual Diversity, Verso/NI, 2001.

[9] Anissa Helie, «Holy hatred», New Internationalist, octubre de 2000.

[10] Raza Griffiths, Out and Muslim in the United Kingdom, Pink Paper, septiembre de 1999.

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