jueves, 26 de abril de 2012

El ataque de las superleonas

XL Semanal, 1134
(19-25 de julio de 2009)

Nadan como un pez, tienen las extremidades hipermusculadas y son capaces de enfrentarse a una manada de búfalos... y cobrarse la pieza. Son las superleonas del delta del Okavango (Botsuana), un prodigio para el que los científicos no acaban de encontrar explicación.

Aunque no lo sabía, llevaba toda la vida saltándose las normas de su propia especie. Era un felino, pero vivía principalmente en el agua: una leona que necesitaba la natación para cruzar de isla a isla en el mundo inundado del delta del Okavango, en Duba Plains, Botsuana. Mientras la mayoría de los leones caza al anochecer o en plena noche, ella lo hacía al mediodía, cuando la temperatura rozaba los 50 ºC. Y aunque los leones cazaban generalmente presas menores, ella y su grupo se habían especializado en los poderosos búfalos cafre, animales capaces de matar a un león en combate singular. Coordinándose con sus compañeras de caza, nuestra leona comenzó con la estrategia que había aprendido de sus mayores, una conducta surgida de la necesidad de encontrar presas en aquel terreno rodeado de ciénagas donde una gigantesca manada de búfalos con más de mil individuos era la principal fuente de recursos. Y una conducta que se transmitía de padres a hijos como la llave para sobrevivir en un mundo que parecía hasta entonces vetado a los leones.

Las cazadoras –son ellas, las hembras, las que siempre cazan, raramente los machos– se abrieron en abanico, al principio, nadando; después, caminando con el agua hasta los tobillos. Al fondo, pastando en la orilla, cientos de búfalos las vieron llegar. La manada se puso en movimiento. Miles de toneladas de fuerza bruta pastoreadas por cinco leonas que cerrarían el círculo sobre el primer animal que diera muestras de debilidad. La cacería había comenzado.

Los leones de Duba Plains viven en una isla rodeada de marismas y ciénagas que ha cambiado por completo su comportamiento. Y esto ha dado nuevas pistas a los científicos que estudian los leones y que llevan años debatiendo la posibilidad de que en la actualidad haya dos especies diferentes cohabitando nuestro planeta: para muchos expertos, el hábitat de los leones puede ejercer tal presión selectiva sobre sus poblaciones que, con el paso del tiempo, haga que no sólo su conducta, sino incluso su aspecto sufra modificaciones significativas. Y los leones de Duba Plains, efectivamente, han experimentado ambos tipos de cambios.

Leones de Duba Plains

La constante natación a la que se ven obligados los ha convertido en auténticos culturistas, y la necesidad de cazar búfalos se ha sumado al agua para desarrollar unos músculos en patas delanteras, pecho y hombros que empequeñecen a los de cualquier otro león. Además, el hecho de moverse por terreno inundado los ha obligado a cazar durante las horas del día, a pesar de las altísimas temperaturas, pero, a su vez, el agua los refresca en sus lances cinegéticos. Eso sí, pese a tanto cambio, los machos del Okavango presentan una vistosa melena y, al igual que los de sabana, como ya dijimos, participan raramente en las cacerías.

En Duba Plains había tres grupos de leonas diferentes y los tres empleaban técnicas de caza distintas. El más arriesgado, denominado el `Grupo de la Despensa´, atacaba a los grandes búfalos con total despreocupación, haciendo gala de una decisión y temeridad inconcebibles. Como no podía ser de otra forma, la mayor parte de sus miembros acabó muriendo bajo los poderosos cuernos de sus presas. De las dos que quedan, la conocida como manada de Tsaro –la que aparece en las fotos de este reportaje– es la que cuenta con una técnica más sofisticada de caza en la que las hembras se reparten el trabajo. Viviendo siempre en las proximidades de la manada, las leonas de Tsaro se han convertido en unas cazadoras tan efectivas que matan una media de 22 búfalos cada mes, a pesar de que dos de cada tres veces los búfalos responden agresivamente a sus ataques y, en ocasiones, son ellos los que salen victoriosos.

Ahora bien, ¿son entonces estas leonas las que han alimentado la sugestiva posibilidad de que en la actualidad haya dos especies diferentes de león en nuestro planeta? No del todo. Para llegar al origen de esa propuesta habría que salir un momento de Botsuana, remontarnos a finales del siglo XIX y acudir a las llanuras de Tsavo, en el sudeste de Kenia.

Allí, dos leones se aficionaron a matar y devorar hombres hasta el punto de entrar en la historia. Los apodaban el Fantasma y la Oscuridad. Se decía de ellos que eran poderosos hechiceros reencarnados en la piel de esos animales y que bajo sus garras habían expirado más de 130 personas. Las obras del ferrocarril que abriría la colonización inglesa de la actual Kenia y Uganda se habían detenido por el terror ciego que los dos leones despertaron entre los trabajadores. Era la primera vez en la historia que dos animales provocaban una huelga general.

Aquellos devoradores de hombres a los que dio caza el coronel Patterson y cuya historia ha dado lugar a libros y películas famosas no fueron los únicos leones de Tsavo que se convirtieron en máquinas de matar humanos. Era como si esta región inhóspita fuera especialmente proclive a producir este tipo de comportamiento en los felinos. Y esto despertó la curiosidad científica de un equipo de investigadores del Museo Field de Chicago. Bajo la dirección del doctor Bruce Patterson, conservador del departamento de mamíferos del museo, el equipo planteó la posibilidad de que aquellos leones de Tsavo podían ser unos antepasados de los leones de sabana, aquellos que todos estamos acostumbrados a ver en fotos y documentales. Y la primera pista que les llevó a plantearse esta hipótesis era algo muy evidente: aunque los devoradores de hombres eran machos muy grandes y fuertes, ninguno de ellos tenía melena. ¿Eran pues los leones sin melena una especie más antigua, directamente emparentada con los prehistóricos leones de las cavernas?

Ejemplar macho de Tsavo

Las investigaciones demostraron que los leones de áreas como la de Tsavo eran físicamente distintos a los de sabana. No tenían melena, el pecho y las patas delanteras tenían una musculatura más desarrollada, el cráneo era más pequeño, aunque muy robusto... Pero ¿qué pasaba con su comportamiento? Para sorpresa de todos, aquellos leones, a los que los científicos del Field de Chicago bautizaron como `buffalo lions´ (leones búfalo), mostraban también una clara diferencia en su conducta. Eran menos sociales, habitaban cuevas –como los leones de las cavernas– y se habían especializado, como las leonas de Duba Plains, en cazar búfalos. El terreno de Tsavo está lleno de arbustos espinosos y es muy difícil localizar y acechar una presa como sucede en las sabanas abiertas de África oriental. Aquí, los leones deben emboscar a sus presas y cargar directamente contra ellas a corta distancia; y la mayoría de estas presas son búfalos cafre. En consecuencia, los leones de Tsavo son más agresivos e irascibles que los de sabana y éste puede ser el origen de que maten y devoren a más personas que en el resto de los territorios africanos. Y aquí es donde aparecen de nuevo nuestras leonas del Okavango.

¿Hay relación entre los leones de Tsavo y los del Duba Plains? ¿Es el entorno el que esculpe el físico y el comportamiento de ambos? ¿O son dos casos singulares cuyo único nexo es el de la propia especie que nos ocupa? Para los investigadores del Museo Field de Chicago, las pruebas en uno u otro sentido no son concluyentes. Han visto nuevas similitudes entre los leones de Tsavo y los últimos leones asiáticos, una subespecie antaño muy extendida y cuyos últimos ejemplares viven bajo la custodia del Parque Nacional Gir, en el noroeste de la India. Los leones asiáticos presentan ciertas similitudes exclusivas con los leones búfalo. Sus melenas son cortas, presentan un pliegue de piel a lo largo del vientre y no son tan gregarios como los de sabana. Se da por cierto que estos leones asiáticos son más antiguos que el resto. ¿Serán pues un indicio de que, como los devoradores de hombres de Tsavo, pertenecen a una especie diferente?

Mientras los científicos siguen con sus debates, a la gente continúa sin preocuparle si se trata de una o de dos especies. Los turistas llegan a Tsavo, pasean con sus Land Rover y, si tienen suerte, fotografían a algún león esquivo que dormita bajo el sol abrasador de estas llanuras volcánicas. Luego vuelven al campamento y, güisqui en mano, demuestran su valentía bromeando sobre lo vago que es el rey de la selva mientras los empleados, habitantes de las legendarias tierras de Tsavo, cruzan miradas y los imaginan a pie, de noche, en las tierras del Fantasma y la Oscuridad.

Fernando González Sitges

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